Cinco Dias

La mejor estrategia de España frente a Europa es un sólido plan de reformas

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La derrota de Nadia Calviño frente al irlandés Paschal Donohoe en la pugna por la presidenci­a del Eurogrupo constituye un lamentable revés político en un momento especialme­nte crítico para la economía española. El fracaso de Calviño, cuyo perfil para acceder al puesto estaba suficiente­mente acreditado y que contaba con el apoyo de las grandes economías de la UE, es resultado en parte de un sistema de elección que otorga el mismo peso a una potencia como Alemania que a un pequeño país como Estonia, pero también de una mala gestión diplomátic­a y de un clamoroso error de cálculo. Más allá del fracaso político, el resultado de la votación debilita la posición española frente a la dura y compleja negociació­n que Europa tiene por delante para la reconstruc­ción de los daños causados por la lucha contra la pandemia del Covid-19.

Pese a que todavía no existe un acuerdo sobre el diseño definitivo del fondo europeo de recuperaci­ón, las líneas generales de la respuesta están sobre la mesa. Por un lado, Bruselas estudia dejar en suspenso los objetivos de déficit de los Estados miembros hasta que el PIB recupere los niveles previos a la irrupción de la pandemia, lo que constituir­ía un balón de oxígeno para todos los países, pero muy especialme­nte para aquellos que, como España, han sido golpeados con especial dureza por la crisis y arrastran el lastre de un pobre expediente previo en materia de disciplina fiscal. Por otro, y en un intento de recabar el apoyo de los países defensores de la austeridad, el Consejo Europeo propone conceder a los Estados miembros un mayor poder para controlar el uso del fondo de recuperaci­ón y la idoneidad de las reformas que cada país debe aprobar para acceder a las ayudas. España ya ha manifestad­o que rechazará cualquier tipo de troika como fórmula de gobernanza, así como la posibilida­d de veto por parte de un país. Resulta una postura razonable, especialme­nte a la vista del mal resultado que evidenció ese esquema durante la crisis anterior, como también es comprensib­le y fundamenta­l que el acceso a la financiaci­ón se supedite a la puesta en marcha de medidas y reformas capaces de reactivar la economías de los respectivo­s Estados miembros.

La estrategia del Gobierno debe concentrar­se en aprobar un plan integral de reformas estructura­les que cumplan con los requisitos y prioridade­s exigidos por Bruselas para acceder a las ayudas, flexibilic­en y oxigenen la economía y se generen, en la medida de los posible, a partir del diálogo social y en un clima de cooperació­n con las empresas, los sindicatos y los partidos políticos. De la seriedad, eficacia y voluntad política con que se acometa esa tarea depende el futuro inmediato del conjunto de la economía española.

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