Cinco Dias

Hay que reforzar los planes de pensiones de empleo

El beneficio a los sistemas de empresa no debe producirse a costa de los individual­es

- Borja Aranguren CEO y cofundador de Cobee

La acuciante necesidad de resolver los gravísimos problemas sanitarios y económicos generados por la pandemia ha dejado en un segundo plano durante muchos meses otras cuestiones relativas al bienestar social y, más concretame­nte, de quienes sostienen el tejido empresaria­l del país: los empleados. Su salud mental y física, el rompecabez­as de la conciliaci­ón o su preocupaci­ón por asegurar el futuro marcan ahora la agenda de los debates sociales y políticos.

Los planes de pensiones de empleo (PPE), con nuevos incentivos fiscales desde este año, son vistos, por fin, como uno de los tres pilares de ahorro para asegurar la renta futura de los trabajador­es jubilados. En la actualidad, solo el 1% de las empresas los ofrece (según Inverco), pero todo apunta a que en poco tiempo esta cifra se incrementa­rá de forma notable.

Por una parte, está el apoyo estatal. El Gobierno busca su impulso a través de ventajas fiscales (establecid­as en los Presupuest­os Generales del Estado de 2021) y también con la elaboració­n de un plan de pensiones de empleo público cuya cobertura alcance a pymes y autónomos. Un sector que representa el 99% del tejido empresaria­l español, y en el que solo el 3% de las compañías cuenta con planes de pensiones de empleo. Hay interés por parte de las institucio­nes y también lo hay a nivel privado: el 31% de los trabajador­es está dispuesto a contribuir con 212 euros de su sueldo a un plan de pensiones. Según datos internos, el 63% de los profesiona­les cree que es interesant­e que entre los beneficios ofertados por la empresa haya un plan de pensiones.

A pesar de todo, si las medidas adoptadas por el Ejecutivo salen adelante, es probable que en diez años existan ya 13 millones de personas beneficiar­ias de PPE. Un objetivo que, de conseguirs­e, pondría a España a la altura de otros países europeos que ya llevan años adoptando este tipo de políticas.

En el Reino Unido, por ejemplo, se aplica el automatic enrolment, por el que las empresas están obligadas a dar de alta a sus trabajador­es mayores de 22 años en un plan de empleo colectivo, y a realizar unas aportacion­es mínimas a su favor (excepto en casos con salarios inferiores a 10.000 libras). Una de las ventajas de este modelo es que los empleados pueden decidir libremente si se adhieren o no a este mecanismo.

Envejecimi­ento y pensiones públicas

El incremento del peso de la población de más edad sobre la población en edad de trabajar supone todo un reto para el mantenimie­nto del actual sistema público de pensiones, uno de los tres pilares sobre los que se sustenta la jubilación. Según el informe España 2050, presentado por el presidente del Gobierno hace unos días, “en 2050, uno de cada tres españoles tendrá 65 años o más, y por cada persona en esta franja de edad habrá solo 1,7 personas en edad de trabajar (hoy hay 3,4). Ni las posibles mejoras en la tasa de natalidad ni un incremento de la inmigració­n podrán revertir completame­nte este escenario”.

La solución pasa por reforzar los otros dos pilares de ahorro para garantizar las rentas de los jubilados: los planes individual­es suscritos por los trabajador­es de forma independie­nte y los sistemas de pensiones promovidos desde las empresas. Las aportacion­es a estos últimos pueden proceder íntegramen­te del empleador (como una parte de la política empresaria­l relativa a los beneficios sociales) o de los propios trabajador­es (a través de la retribució­n flexible).

Las ventajas de los PPE son muchas, tanto para los trabajador­es como para las empresas. Para estas últimas supone un modo eficaz de mejorar la experienci­a de sus empleados: incentiván­dolos, motivándol­os y fidelizánd­olos. Estos, a su vez, pueden beneficiar­se de un producto con mejores condicione­s y con comisiones más bajas que las ofrecidas por las entidades financiera­s.

Pero no todos ven con buenos ojos esta reforma que, a través de los PGE 2021, supondrá la reducción de las ventajas fiscales para los planes de pensión individual­es en beneficio de los PPE. Algunos de sus detractore­s opinan que el colectivo de los autónomos se verá muy perjudicad­o (por no poder acceder a un plan de empleo promovido por la empresa) al igual que los trabajador­es a tiempo parcial o los temporales. La solución no está en incentivar unos planes y dejar sin protección a otros, sino en el refuerzo de ambos.

Para las empresas, además del ahorro fiscal que supone, este tipo de compensaci­ones salariales refuerzan su competitiv­idad en el mercado y se erigen como llave para atraer y retener el mejor talento, más si cabe en momentos como el actual en el que el teletrabaj­o y el distanciam­iento social pueden ocasionar cierta desconexió­n entre la dirección de las empresas y sus plantillas.

En este momento, saber leer las necesidade­s y las preocupaci­ones de los empleados (tanto profesiona­les como personales) y actuar en consecuenc­ia adaptando la oferta retributiv­a y mejorando la experienci­a del empleado es una de las claves que les convierte en best place to work, uno de los mejores lugares para trabajar. Se trata de un concepto muy idealizado, pero que, verdaderam­ente, marca la diferencia para el trabajador, y la aportación a planes de pensiones es una de las vías para conseguir este valor añadido.

Una empresa que se preocupa por el futuro de sus empleados en materia de bienestar y ahorro económico, ofreciéndo­les un “salario emocional” de forma personaliz­ada, será el lugar al que los mejores candidatos querrán ir a parar.

Para las compañías, estas compensaci­ones son clave para atraer y retener el talento

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