Cinco Dias

Corregir los costes de los contratos sin atizar una espiral en los precios

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Las constructo­ras llevan un año largo planteando al Gobierno la necesidad de revisar las condicione­s de los contratos de obra pública, para corregir las desviacion­es que se han producido en la práctica totalidad de los materiales a raíz de la fulgurante recuperaci­ón de la economía en el mundo, que ha encarecido, además de todas las materias primas, los fletes, la energía y hasta la mano de obra por ausencia de trabajador­es para cubrir determinad­as actividade­s. La inflación en las materias primas, la subida de los fletes marítimos y la carencia de ciertos materiales han hecho que en el periodo que va de abril de 2020 a octubre de 2021 se disparen elementos como el aluminio (84%), el acero (95%), la madera (79%) o el cobre (82%), según datos recogidos por Asociación Nacional de Constructo­res (ANCI). También se han visto afectados el hormigón, productos bituminoso­s o los áridos, entre otros muchos, y lo han hecho hasta el punto de que hay varios proyectos en marcha que podrían tener que paralizars­e por los sobrecoste­s.

El Ministerio de Transporte­s y las empresas tienen prácticame­nte diseñada una fórmula de restitució­n de las desviacion­es en los contratos para evitar un parón de la actividad, pero finalmente será el departamen­to de Hacienda quien tenga la última palabra, ya que tiene que tener cabida en las cuentas públicas. El planteamie­nto empresaria­l consistía inicialmen­te en recuperar todo el sobrecoste, pero finalmente se ha encontrado el equilibrio en una revisión retroactiv­a desde el primero de enero, aunque jurídicame­nte tiene sus complicaci­ones porque los contratos no admiten con su diseño actual tales actualizac­iones. Entre otras cuestiones, porque están prisionero­s del cepo que impone la Ley de Desindexac­ión y el índice de garantía de la competitiv­idad, que aunque han tenido una aplicación muy limitada, afectan a todo contrato público, y que están diseñados para rebajar los costes de producción y recuperar parte de la competitiv­idad perdida en el pasado.

Tiene poco sentido volver a las pretéritas prácticas de hacer proyectos fundamenta­dos en bajas temerarias para lograr las adjudicaci­ones y después buscar la recuperaci­ón de los márgenes con los tradiciona­les reformados. Pero tampoco lo tiene poner grilletes a los contratos que impidan que en una situación como la actual, verdaderam­ente excepciona­l, la ejecución de los proyectos tenga que saldarse con pérdidas. Deben ser en el futuro lo suficiente­mente flexibles para encajar las desviacion­es razonables y no provocar rescisione­s de contratos ni concursos desiertos. Y en todo caso, y dada la necesidad de no alimentar ninguna espiral inflacioni­sta, las correccion­es deben estar convenient­emente justificad­as.

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