Cinco Dias

El corte del gas ruso a Polonia y Bulgaria testa la unidad de la UE

- GEORGE HAY

Vladimir Putin ha cruzado el Rubicón. Al cortar el gas a Polonia y Bulgaria, obliga a otros a elegir entre ceder a sus exigencias o aceptar un perjudicia­l embargo energético. Ello empuja a la UE hacia un test crítico de su unidad. Desde la invasión de Ucrania, Rusia ha seguido exportando el equivalent­e anual de unos 100.000 millones de metros cúbicos (bcm) de gas a Europa, mientras Occidente ha evitado sancionar las importacio­nes de energía. Es obvio por qué. Las ventas de gas ruso ascendiero­n en 2021 a 54.000 millones de dólares (51.000 millones de euros). La UE depende de Rusia para más de un tercio de su suministro. En cierto modo, el siguiente paso debería ser obvio. Bulgaria depende de Rusia para el 100% de su gas, y la decisión de Putin de cortar el suministro a los que no paguen en rublos sugiere que otros podrían ser los siguientes. Si la UE respondier­a rechazando las demandas, pondría fin a una situación absurda en la que está financiand­o la guerra. Ya ha trazado un camino para reducir las importacio­nes en dos tercios este año. Putin sabe que las cosas no son tan sencillas. Polonia depende en menos de un 50% del gas ruso, con instalacio­nes de almacenami­ento llenas en un 75%, y su contrato expira pronto, de todos modos. Pero el almacenami­ento equivalent­e en la UE es solo del 32%, según AGSI. Alcanzar el 80% necesario para otoño, calculamos, costaría 50.000 millones y requeriría 50.000 millones de bcm de GNL de EE UU. Según Rystad Energy, los europeos tendrían que reducir su consumo de gas más de un 15%. Los mandamases de la UE, como Olaf Scholz, cuyo país depende de Moscú para más de la mitad de su gas, pueden verse tentados a salir del paso. Uniper, una utility germana, considera que el edicto sobre el rublo puede negociarse sin romper las sanciones, y algunas grandes firmas ya están pagando en la moneda rusa, dice Bloomberg. Mucho más difícil sería coordinar una respuesta a nivel europeo, con racionamie­nto de energía y un fondo común para ayudar a los países más afectados. Pero si la UE no puede tomar este tipo de medidas en una crisis, sería legítimo preguntars­e para qué sirve.

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