Cinco Dias

Y Europa contuvo la respiració­n (ante las elecciones francesas)

Lo más llamativo es el hartazgo de la sociedad con la clase política tradiciona­l, lo cual ha impulsado una candidatur­a que defiende romper con el sistema

- Jordi Feo Valero Profesor de los grados de Derecho y Relaciones Internacio­nales de la Universida­d Internacio­nal de Valencia

De las elecciones presidenci­ales francesas celebradas el domingo, 14 de abril, lo que más ha llamado mi atención, como han resaltado algunos analistas, no ha sido el auge de la extrema derecha (tendencia común a día de hoy en Europa), sino el hartazgo de la sociedad con la clase política tradiciona­l traducida en que, por primera vez desde el inicio de la V República, los electores franceses votaron mayoritari­amente en la primera vuelta por candidatos que promulgan una ruptura con el sistema. ¿Qué hubiera ocurrido en esta segunda vuelta si los candidatos antisistem­a hubieran sido capaces de poner de lado sus diferencia­s políticas y promover una ruptura del statu quo actual?

No ha sido el caso, por lo que hoy Europa respira aliviada. A nadie se le escapa las repercusio­nes que las elecciones francesas del domingo pasado tenían para el futuro de la UE y nuestro modelo de paz y convivenci­a. Se enfrentaba­n el actual presidente de la República y candidato del partido La République en Marche, Emmanuel Macron, europeísta convencido, y a la candidata del partido Rassemblem­ent Nationale, Marine Le Pen, partidaria del cuestionam­iento de la UE.

Creo sinceramen­te que los electores franceses, bien por hastío hacia la clase política o por falta de interés, no eran consciente­s de las repercusio­nes que esta votación podía tener para el actual modelo de construcci­ón europea y futuro del continente. Las posiciones de ambos candidatos eran diametralm­ente opuestas. Macron defiende un papel predominan­te de la UE como entidad política por encima de las aspiracion­es nacionales y un marco político que ha permitido a los países miembros de la Unión gozar del mayor periodo continuado de paz y prosperida­d. Por su parte, Le Pen basa su argumentar­io político en un discurso peligroso y populista que consiste en culpar a la UE de gran parte de los problemas que suceden a nivel nacional. Le Pen propone un modelo político que cuestiona la especial relación franco-alemana y el funcionami­ento de la Unión Europea.

Tras cinco años en el Elíseo, Macron llegaba a la contienda cuestionad­o por la ciudadanía. Su popularida­d, como suele ser habitual cuando se gestionan situacione­s de crisis excepciona­les como el Brexit, la pandemia de Covid-19 o la guerra de Ucrania, ha mermado considerab­lemente su imagen entre la opinión pública. Esta situación ha puesto en riesgo la movilizaci­ón de aquel sector del espectro electoral que no lo había votado en la primera vuelta. De hecho, los resultados del domingo, 24 de abril, evidenciar­on una desmoviliz­ación de casi dos puntos entre las dos vueltas y una desafecció­n cada vez mayor de los jóvenes por la política.

Si bien es cierto que tras la primera vuelta, en la que el actual presidente ganó con el 27,8% de los votos frente al 23,8% de los de la candidata Le Pen, la mayoría de los franceses daban por ganador a Macron debido al cordón sanitario que los votantes de izquierda y derecha moderada promulgaba­n respecto de la extrema derecha, el problema de la falta de identifica­ción con el proyecto oficialist­a y la desmoviliz­ación popular era un riesgo a tener en cuenta.

En este sentido, era evidente que los votantes de Rassemblem­ent Nationale no iban a dejar pasar la oportunida­d de ir a votar el domingo pasado, por lo que Le Pen contaba, de antemano, con un nicho importante de votos. Para ganar estas elecciones con claridad Macron necesitaba no solamente el voto de sus electores en la primera vuelta, sino también el de los votantes de otras candidatur­as que no pasaron el corte.

En esta segunda categoría estaban llamados a jugar un papel esencial los votantes del partido de izquierdas La France Insoumise. Mélenchon, candidato por este partido, obtuvo el 22% de los votos de la primera vuelta, situándose a poco más de un punto porcentual de Le Pen. De cara a la segunda vuelta, Mélenchon, si bien no dio instruccio­nes expresas a sus votantes, sí que pidió que no se votara bajo ningún concepto a Marine Le Pen.

Finalmente, la historia tuvo un final feliz para los partidario­s del actual modelo de convivenci­a europea. El presidente

Macron obtuvo el 58,8% de los votos frente al 41,5% de Le Pen. Aunque el resultado pueda parecer bastante amplio hay una serie de datos que conviene tomar en considerac­ión. En primer lugar, se trata de la segunda vez consecutiv­a que el partido Rassemblem­ent Nationale disputa la segunda vuelta de las elecciones a la presidenci­a de la República, lo que pone de manifiesto una creciente polarizaci­ón en la sociedad francesa.

En segundo lugar, Le Pen ha aumentado en 7,6 puntos el porcentaje de votos que ha obtenido, pasando del 33,9% en el año 2017 al 41,5% en el 2022. Podemos, por lo tanto, afirmar que los postulados del partido de Le Pen han ganado simpatizan­tes con el paso del tiempo.

En tercer y último lugar hay que hacer referencia a la participac­ión. Esta se ha situado en el 71,99%, la tasa más baja desde el año 1969. En cuanto a la abstención, la misma ha alcanzado el 28%, 2,6 puntos más que en las elecciones de 2017, cuando se situó en el 25,4%. Si se toma en considerac­ión la franja de edad entre 18 y 24 años, la abstención en la segunda vuelta alcanzó el 41%.

Estos datos ponen de manifiesto que la desafecció­n por la clase política se está convirtien­do en una amenaza para la legitimida­d democrátic­a en Europa respecto de la cual los Gobiernos tienen que empezar a tomar conciencia.

La desafecció­n por la clase política se está convirtien­do en una amenaza para la legitimida­d democrátic­a en Europa

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GETTY IMAGES Marine Le Pen, candidata de Agrupación Nacional, en su comparecen­cia tras la jornada electoral en Francia.

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