Ante el pánico nuclear, la volatilidad bursátil es un mal de andar por casa
Cuando todo da lo mismo, por qué no hacer alpinismo, cantaba Javier Krahe. La amenaza de guerra mundial o nuclear, por ahora un ejercicio retórico de los Gobiernos ruso, ucraniano y estadounidense, quita peso al resto de problemas cotidianos, y a los inversores, temores a perder su dinero por la vía rápida; sobre todo, porque la alternativa es perderlo, inflación mediante, ya sea en valores que no puedan repercutir sus costes o porque sus bonos soberanos empiezan a quedarse atrás de los tipos de interés. El miedo, no obstante, sigue haciendo de las suyas, y provocando liquidaciones masivas y la subsiguiente volatilidad. Las perspectivas no son distintas para el resto del año, que promete estar movidito.