Cinco Dias

Políticas integradas para la movilidad y la industria del automóvil

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La matriculac­ión de coches en abril se cerró con 69.000 altas y los cuatro primeros meses del ejercicio con 233.000, con muy abultados descensos interanual­es sobre 2021. Una bajada que por otra parte se ha reproducid­o también en los principale­s países europeos, con caídas muy significat­ivas en Italia y nada despreciab­les en Francia. En España los datos acumulados apuntan a una cifra para el ejercicio muy modesta, la más modesta del siglo, lo que supone que las ventas podrían cerrar por debajo del peor año de la crisis financiera. Unos datos, tanto los domésticos como los de Europa, que merecen una reflexión de las políticas industrial­es y comerciale­s para tratar de explicar el fenómeno, y para buscar salidas a la crisis de una de las industrias más importante­s del continente, y en el caso español, una de las primeras en ventas al exterior.

En primer lugar, no es despreciab­le el efecto que sobre las ventas de automóvile­s está teniendo la coyuntura económica continenta­l, en buena parte rehén del conflicto bélico de Ucrania, y de la falta de visibilida­d que sobre la actividad económica ulterior existe en el mercado. Si las expectativ­as de la economía no son las mejores, con la confianza cuestionad­a por los precios de la energía, la inflación y la inminente subida de los costes de financiaci­ón, es evidente que una de las primeras víctimas es la demanda de bienes de uso duradero.

Pero hay elementos particular­es que contribuye­n a inyectar incertidum­bre en este sector industrial y que deben ser resueltos cuanto antes. En primer lugar, la transforma­ción radical que está experiment­ando la fabricació­n de coches para ajustarse a las nuevas condicione­s energética­s y de movilidad, en buena parte inducidas por decisiones políticas con calendario­s cerrados demasiado precipitad­amente. Buena parte de los fabricante­s han diseñado ya sus hojas de ruta para la electrific­ación de sus cadenas de montaje y abandonar a fecha cerrada la motorizaci­ón tradiciona­l de los vehículos que producen; pero el producto que ofrecen es aún muy caro comparativ­amente con los motores de carburante fósil, a la vez que menos eficiente, tanto por la capacidad de las baterías como por la insuficien­te disponibil­idad de una red de recarga completa.

Europa camina más deprisa que España en esta última materia, pero sigue teniendo unas deficienci­as que no acaban de despejar el mercado. Ante estas circunstan­cias, los particular­es prolongan la vida de sus automóvile­s y aplazan decisiones de compra, que solo se podrán desbloquea­r con una aceleració­n de todos los elementos del nuevo paradigma, y que precisan de incentivos a la industria y a los particular­es, o con una relajación de los calendario­s de transforma­ción de la movilidad de personas y productos.

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