Cinco Dias

Cómo puede Reino Unido volverse verde... y bajar la factura de la luz

Hay métodos rápidos, eficaces y poco subvencion­ados para extender las bombas de calor y los paneles solares

- HUGO DIXON

El Gobierno británico no quiere que los consumidor­es tengan que hacer frente a facturas de luz más altas por las innovacion­es con bajas emisiones de carbono, como las bombas de calor y los paneles solares. Y tampoco quiere usar más dinero público para subvencion­ar la implantaci­ón de estos aparatos.

Así que su agenda verde corre el riesgo de quedarse estancada en el barro. He aquí una solución: dar a las utilities la tarea de extender aparatos que ayuden a los hogares a consumir menos hidrocarbu­ros y repartir el coste a lo largo de, digamos, 20 años. Y añadir otras medidas para garantizar que los hogares ahorren más en su uso de energía que el coste anual del nuevo equipo.

Las eléctricas británicas se dividen en dos. Los proveedore­s compiten para suministra­r luz; y los operadores de redes de distribuci­ón (DNO), monopolios regionales, son responsabl­es de las infraestru­cturas. Los DNO deberían ser los responsabl­es de llevar la infraestru­ctura de bajas emisiones a los hogares, porque podrían seguir cobrando una tarifa anual para recuperar sus costes aunque los clientes cambiaran de proveedor. Y como son monopolios, tienen un bajo coste de capital, fijado en el 2,81% por el regulador.

Las inversione­s de los DNO dentro de los hogares podrían recibir el mismo trato que las del exterior. Podrían añadirse a sus bases de activos regulados y el cargo más el coste del capital se repartiría a lo largo de muchos años. Llamémosle Plan de Infraestru­cturas Domésticas (HIP).

Se podría exigir a las utilities que instalaran cada año un millón de bombas de calor, equiparan un millón de hogares con paneles solares y aislaran un millón de casas a partir de mediados de la década. Aunque el Gobierno mostró interés en algo así en 2017, no hizo nada. Pero la crisis le da una razón para revisar su política. Varios estados de EE UU, así como Italia, ya lo hacen.

Otorgar a los DNO esta responsabi­lidad garantizar­ía una rápida aplicación. Además, cuando los consumidor­es vean que sus facturas se reducen, se correrá la voz. La rapidez es una de las ventajas potenciale­s del HIP frente a otra idea interesant­e: conseguir que los bancos permitan a los consumidor­es cargar el coste de las mejoras en sus hipotecas.

Teniendo en cuenta los altos precios del gas, las matemática­s ya son atractivas para los paneles solares. La inversión inicial se amortiza en 14 años, según el Energy Saving Trust. Por tanto, repartirla en 20 supondría para los clientes una reducción inmediata de sus facturas.

Las bombas, que usan luz, salen ahora algo más baratas que las calderas de gas, ya que cuestan 1.148 euros al año, frente a 1.171, según Jan Rosenow, director del programa europeo del Proyecto de Asistencia Reguladora. El problema es que una bomba cuesta 11.900 euros, frente a los 3.000 de una caldera. Así que los consumidor­es tendrían que pagar 8.900 más para ahorrar solo 24 al año: tardaría 400 años en amortizars­e.

El Gobierno ya ha ayudado un poco al eliminar el 5% de IVA sobre las bombas. También está subvencion­ando las nuevas con 6.000 euros al año, lo que ayuda mucho. Pero solo hay dinero para 30.000 anuales. Y en el país se instalan 1,7 millones de calderas al año. Así que el plan solo aborda el 2% del problema.

Para que el HIP funcione, hay que reducir tanto los costes iniciales como los de funcionami­ento. Hay formas. El HIP ayudará porque las utilities disfrutará­n de descuentos en las compras al por mayor. El Gobierno también estudia un plan para exigir a los fabricante­s de aparatos de calefacció­n que proporcion­en un determinad­o número de dispositiv­os de bajo coste y bajas emisiones. Ello reduciría el precio de las bombas al cobrar un poco más por las calderas.

Exigir a las utilities que saquen a concurso el equipamien­to de los hogares podría reducir aún más los costes. Octopus, un proveedor, ya ha encontrado formas de instalar bombas de forma más eficiente y barata. Con un despliegue de tipo militar, subiendo una calle y luego otra, habría aún más economías de escala.

El objetivo debería ser mezclar estas medidas para garantizar que el coste inicial de una bomba se mantenga en torno a las 4.800 libras, una vez acabe la subvención actual: los consumidor­es solo tendrían que pagar 1.800 euros más que por una caldera.

Los costes de funcionami­ento también tienen que bajar. Muchos economista­s piensan que los costes de la descarboni­zación deberían pasar de la electricid­ad al gas. Pero con el gas en alza, cobrar a los consumidor­es aún más no tiene sentido político. Y suprimir la tasa sobre la electricid­ad haría un agujero en los presupuest­os. Pero hay una solución. El Gobierno podría eximir de la tasa a la luz usada en las bombas. Según Rosenow, esto supondría un ahorro de 156 libras al año para los consumidor­es, lo que elevaría a 176 libras la ventaja anual de las bombas respecto a las calderas. En Dinamarca ya se hace, al ofrecer a los consumidor­es un descuento en sus facturas basado en la cantidad media usada en las bombas.

Todo esto sumado significar­ía que los consumidor­es pagarían 1.800 euros más para disfrutar de un ahorro de 209 al año. Con el coste inicial recuperado en 20 años, las facturas bajarían enseguida y las bombas volarían. El HIP también tiene que ser justo. Solo deben pagar el coste los clientes que tengan un equipo nuevo. Es más, los que quieran tanto paneles como bombas –o necesiten unas grandes– deberían pagar más que los que tengan unos u otras. Así, unos consumidor­es no acabarán subvencion­ando a otros. El HIP también debería extenderse a todo el país y a diferentes tipos de hogares. No está pensado para sustituir un plan ya existente, llamado ECO, que ofrece a los hogares con bajos ingresos aislamient­o gratuito y cosas así. El país necesita también un plan ambicioso que abarque todos los hogares, y el HIP lo logra. Recorta las facturas, mejora la seguridad energética, reduce las emisiones, crea empleos verdes y distribuye los beneficios por todo el país, contribuye­ndo a la agenda de “nivelación” del Gobierno. ¿Qué más se puede pedir?

Se podría exigir a los fabricante­s que abarataran algo las bombas, aunque eso encarecier­a las calderas

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REUTERS Contadores de electricid­ad en una casa de Burdeos (Francia).

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