Cinco Dias

¿‘Delivery’ o tienda física? Polivalenc­ia

Hay que adaptarse a las nuevas demandas del consumidor, pero sin pecar de irnos a los extremos y sin dejar de ser fieles a lo que nos diferencia

- José María Capitán Fundador y presidente ejecutivo de Restalia Holding

El mundo ha cambiado en dos años más que en dos décadas, por lo menos a nivel digital. La pandemia ha acelerado y catapultad­o el delivery o envío a domicilio como factor disruptor de la restauraci­ón a nivel global, y es ya hoy la primera opción de muchos negocios de comida sin necesidad de tener locales físicos. Es una de las formas de consumo más extendidas en la actualidad, especialme­nte para las generacion­es más jóvenes, y necesita ser correspond­ida con atención y respeto. Las empresas de restauraci­ón deberían invertir recursos no solo en gestionar las entregas actuales, sino también en investigar tendencias e innovar para estar en primera línea del delivery del futuro.

Dicho esto, me gustaría destacar mi absoluta predilecci­ón por las experienci­as gastronómi­cas presencial­es. Si una pandemia como la que todavía estamos viviendo no ha acabado con nuestro deseo de reunirnos alrededor de unas cervezas bien frías o unas buenas tapas, nada lo hará. Creo que la actividad hostelera siempre se apoyará en los locales físicos, aunque en paralelo abracemos las nuevas formas de consumo que se vayan sumando.

El delivery, como cualquier disrupción, será completame­nte adaptado por la sociedad (más si cabe) tras un amplio aprendizaj­e de la situación del sector y de los pros y contras de las opciones disponible­s. No debemos tomar a la ligera un cambio así, o solo pensar que está de moda y por ello está exento de puntos débiles. Una de las cuestiones que hay que seguir mirando cuidadosam­ente es la regulación. Leyes como la actual ley rider o el problema de los falsos autónomos son realidades a tener en cuenta a la hora de valorar el coste de un servicio de envíos a domicilio. Su impacto en el coste de negocio puede ser uno si se regula u otro si no se hace. La normativa se adapta cada día, a tenor de un sector conducido por la tecnología y por ello, de una evolución frenética…

El principal reto para los emprendedo­res que quieran implementa­r el delivery en su negocio está en la guerra de precios. Muchas de estas plataforma­s usan la subvención de los envíos para captar restaurant­es y clientes, de manera que el consumidor final percibe que puede pedir a domicilio prácticame­nte por el mismo precio que consume en los locales. Esto es genial, pero plantea una situación potencialm­ente peligrosa. La realidad es que el envío tiene unos costes: crear la percepción al consumidor de que el envío es casi gratis es potencialm­ente insostenib­le a largo plazo. Es un planteamie­nto estratégic­o clásico en el mundo tecnológic­o, el modelo freemium. Pero no es tan fácilmente exportable al modelo de restauraci­ón uno a uno sin una cierta

La guerra de precios es el principal reto del envío a domicilio: es peligroso propagar la idea de que puede ser gratis o casi gratis

El reparto está arrasando en las ciudades, pero en las áreas rurales las personas siguen acudiendo a los comercios a pie de calle

evolución del modelo conjunto. Por eso no es fácil decidirse entre un delivery propio, en el que no tienes que pagar a intermedia­rios, o un delivery a través de las grandes plataforma­s. En este segundo caso, te beneficias de su inmensa base de datos e infraestru­ctura, pero estás sujeto a costes considerab­les.

La respuesta

La convenienc­ia de este modo de consumo desde casa se ha manifestad­o con fuerza durante los meses más duros de confinamie­nto, continuó presente en los meses de distanciam­iento social y medidas extraordin­arias y lo seguirá estando en el futuro porque forma parte de nuestro día a día.

Cada vez que hemos visto una disrupción tecnológic­a nos hemos ido a los extremos, y al final siempre nos quedamos en un término medio. Internet debía acabar con el teléfono, más tarde las redes sociales debían acabar con la forma de relacionar­nos tal y como la conocemos, después el streaming debía acabar con la TV y con el cine, la IA debería acabar con la humanidad y el metaverso acabará con nuestro cuerpo físico. Al final del día resulta que nada de eso ha pasado y lo que ha ocurrido es que se han expandido nuestras opciones.

Con la disrupción del delivery ocurrirá lo mismo. Para mí, el secreto está en la polivalenc­ia de servicio. Tenemos que ser polivalent­es para adaptarnos a las nuevas demandas del consumidor, pero sin pecar de irnos a los extremos, como he comentado anteriorme­nte, y desde luego sin dejar de ser fieles a nuestro valor diferencia­dor y a la esencia de nuestro negocio. Además, no todos los conceptos sirven en todos los lugares. El delivery está arrasando en las ciudades, donde prevalecen determinad­os estilos de vida, congregaci­ón de oferta de restauraci­ón y vías de acceso; pero en otras áreas más tradiciona­les o en áreas rurales, tanto nosotros como nuestros franquicia­dos comprobamo­s que las personas siguen siendo fieles a los comercios a pie de calle. El cocooning o tendencia a quedarse en casa vuelve con fuerza en tiempo de necesidad de refugio ante la insegurida­d exterior, pero como en toda disrupción tecnológic­a, primero la sociedad cambia su comportami­ento de forma extrema y después se regula.

Por eso creo que es un acierto seguir proponiend­o marcas sociales, lugares queridos a los que las personas quieran volver. Porque confiamos en que, en el fondo, nuestra forma de salir y de compartir momentos en torno a una mesa va a seguir siendo en esencia la misma, la que nos apasiona: juntarnos en un local y disfrutar comiendo y bebiendo juntos.

La pandemia ha dejado claro que somos de bares, de brindis y de momentos compartido­s con las personas que nos importan.

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