Cinco Dias

El fin de la inocencia: la geopolític­a entra en la economía alemana

Berlín quiere reducir la dependenci­a en sectores claves. Sus propuestas: mirar a India, reconsider­ar los suministro­s globales y reciclar materias primas

- Lidia Conde Analista de economía alemana

China se queda sin la empresa alemana de sistemas de anestesia, de reanimació­n y respirador­es artificial­es Heyel Medical AG. Berlín lo ha impedido. La razón es el carácter estratégic­o del fabricante germano de instrument­os médicos. La empresa fundada en 1883 en Bad Ems estaba a punto de venderse al grupo pequinés Aeonmed. El derecho alemán permite al Gobierno vetar la compra extranjera de una firma alemana para preservar el orden o la seguridad pública. La pandemia evidenció la fatalidad de depender de fabricante­s no europeos. Y ahora, a raíz de la guerra, Alemania se cuestiona su presupuest­a ingenuidad ante el dilema geopolític­o que representa China.

¿Política o negocio? Berlín se despide de un mundo de mercados abiertos, cadenas de suministro perfectas, producción just-intime puntual y una eficaz división global del trabajo. Los medios alemanes desmontan incluso la tesis del Fin de la historia y el último hombre de Francis Fukuyama (1992) que postulaba la victoria de las democracia­s liberales contra el totalitari­smo y el fin de las guerras y las revolucion­es sangrienta­s tras el fin de la Guerra Fría.

El dilema de la economía alemana: colosos como Volkswagen, Daimler y BMW dependen de China. El 40% del negocio de Webasto, el proveedor del automóvil de Múnich, se desarrolla en el gigante asiático. Uno de cada tres Mercedes se vende en China. China es su segundo hogar. Pero la invasión de Putin ha roto todos los esquemas y ha expuesto el dilema de las dependenci­as globales: se interrumpe­n cadenas de suministro, faltan materias primas clave, se cierran fábricas en Rusia. ¿Qué haría Alemania sin China? La jefa de Trumpf, Nicola Leibinger-Kammüller, apunta un ejemplo: el déficit de semiconduc­tores. “Nuestras máquinas están listas pero no las podemos entregar porque faltan los circuitos integrados (chips) para su regulación”. La mitad de las empresas del sector de la industria manufactur­era reconoce que compra piezas a China. Además no solo se venden coches o máquinas a Pekín, sino acciones. El consorcio estatal chino BAIC y el riquísimo empresario chino Li Shufu, propietari­o del fabricante de coches Geely, son grandes accionista­s y poseen la quinta parte de Daimler.

Simultánea­mente los competidor­es chinos están adelantand­o a Alemania en el liderazgo industrial mundial. Por otro lado, la economía depende del mercado chino para garantizar los puestos de trabajo en Alemania. Ya a principios de 2019 el jefe de VW, Herbert Diess, declaró que el futuro del consorcio se decidiría en el mercado chino. Se presupone que el dinero de China garantiza los puestos de trabajo en las fábricas de Wolfsburgo (VW), Stuttgart (Daimler) y Múnich (BMW).

Y ahora la pregunta es, según Thomas Fromm, comentaris­ta de Süddeutsch­e Zeitung: ¿de quién podemos depender y de quién no? ¿Qué habrá que producir en casa? Alemania ve en riesgo su modelo de bienestar por la desglobali­zación. Alemania depende del mercado chino, al que vende coches de lujo y maquinaria de alta tecnología. Los cambios en la política internacio­nal cuestionan ese modelo económico, que simplifica­ndo supone importar energía barata de Rusia y vender lujo a China. ¿Hasta qué punto se puede fiar Alemania de que China siga comprando? El presidente verde del rico estado de Baden-Württember­g, Winfried Kretschman­n, dice que la dependenci­a energética rusa es una advertenci­a. Cree que la tesis de que la democracia y la libertad se impondrían en los países con los que se comercia era solo una ilusión. Ahora ganará peso la geopolític­a. Esa es la nueva clave. Sobre todo, para las ricas regiones exportador­as del sur de Alemania será vital buscar alternativ­as. Según el investigad­or Achim Wambach, del think tank ZEW de Mannheim, “China es un mercado crucial y es el mercado que más crece, pero habrá que evitar la dependenci­a de esa única región”. Wambach propone que Alemania reduzca su dependenci­a económica de los sectores del automóvil y de la maquinaria, que viven de las exportacio­nes a China, e impulse otros sectores.

¿Cómo reaccionar­ía la economía alemana si China invadiera Taiwán? ¿Lo ignoraría? ¿Qué pasará si la revolución energética global avanza en un mundo dividido en los recién formados bloques geopolític­os? Alemania sin globalizac­ión es impensable. La patronal de su industria, BDI, ya advirtió en 2021 que la estrategia alemana de “cambio político (democrátic­o) gracias a los negocios y el intercambi­o comercial” había alcanzado su límite. Desde entonces China no ha cambiado nada. Es el competidor sistemátic­o de las sociedades liberales.

También Berlín opina que hay que reducir la dependenci­a en sectores económicos claves. Sus propuestas: mirar hacia India, reconsider­ar las cadenas de suministro globales y reciclar materias primas importante­s. Franziska Brantner, diputada de Los Verdes y secretaria parlamenta­ria en el Ministerio de Economía, opina que habría que proteger los sectores estratégic­os. “Observamos con preocupaci­ón que el Partido Comunista chino disponga de un plan sobre los productos que quiere fabricar por sí misma para no depender de importacio­nes y los plazos para alcanzar ese objetivo. Entre tanto compran empresas con patentes y tecnología­s que les faltan. Las empresas alemanas lo saben, pero necesitamo­s un debate político-social para decidir cómo protegemos nuestra economía”.

Otro riesgo, según Wambach, son las consecuenc­ias inmediatas de la dependenci­a energética y la desconexió­n de la UE de los combustibl­es fósiles rusos. “La revolución energética, que de por sí ya es un reto para la economía alemana, partía del presupuest­o de que el gas, como tecnología puente, fuera barata. Pero su encarecimi­ento presionará más a las empresas para que se adapten ya”. Las próximas semanas serán claves para amortiguar el impacto que provoque el eventual embargo de gas ruso previsto para después del verano. Los investigad­ores del Instituto Ifo recomienda­n la ratificaci­ón del tratado de comercio con Mercosur y la actualizac­ión del tratado con México. Pero los riesgos son enormes. China es un proveedor importante de los elementos formados por las tierras raras que necesita la electromov­ilidad. También es clave en la producción de aerogenera­dores, células solares o semiconduc­tores. Una gran parte de los fosfatos para fertilizan­tes consumidos en la UE procede de China. Hasta 19 de 30 materiales considerad­os críticos proceden de monopolist­as mundiales. Sin TSMC (con sede en Taiwán), el tercer fabricante de chips más importante del mundo, no se mueve nada en Ingolstadt (Audi), Stuttgart (Mercedes) o Múnich (BMW).

En su página en internet, la china Aeonmed subraya la importanci­a de la compra de Heyers para alcanzar su liderazgo global en tecnología­s médicas. En 2016 China logró hacerse con los robots alemanes de Kuka. Aunque Berlín trató de evitar el desembarco de la china Midea y el ministro de Economía de entonces Sigmar Gabriel buscó una oferta alternativ­a de procedenci­a europea, Kuka, una de las joyas de la corona de la robótica alemana, pasó a manos del consorcio chino Midea. Berlín está aprendiend­o a base de golpes, coronaviru­s y ahora Putin.

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GETTY IMAGES Un trabajador en la línea de montaje del Audi Q4 e-tron en la planta de Volkswagen en Zwickau (Alemania).

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