Cinco Dias

Buffett, ejemplo de alineación de intereses con los accionista­s

Su salario anual ha sido de 100.000 dólares durante 40 años y los consejeros de Berkshire Hathaway han tenido que comprar ellos mismos las acciones

- Louis d’Arvieu Gestor de Amiral Gestion

Hablemos de alineación de intereses entre directivos y accionista­s, que a menudo hay un equilibrio frágil. En este caso, aprovechan­do la reciente reunión de Warren Buffett con sus inversores, Omaha volvió a convertirs­e un año más en el epicentro de la mayor concentrac­ión de inversores del mundo. Todo está bien en materia de alineación de intereses. El salario anual de Buffett ha sido de 100.000 dólares anuales durante 40 años y los miembros del consejo de administra­ción de Berkshire Hathaway han tenido que comprar ellos mismos las acciones en el mercado. Este ejemplo arroja luz sobre dos condicione­s para una verdadera alineación de intereses.

En primer lugar, tiene que haber un horizonte compartido: si un directivo cuenta con un amplio programa de opciones con un horizonte conocido, es muy probable que esto determine toda su actividad y provoque un desfase malsano con el horizonte de los accionista­s, así como efectos perversos vinculados a las fechas de corte o a los umbrales (precio de ejercicio de las opciones). Cabe señalar que esto es válido para los accionista­s a largo plazo, pero también para todos los grupos de interés, clientes, empleados, proveedore­s, etc., cuyo horizonte de colaboraci­ón con la empresa suele ser más largo que el de un programa de opciones (generalmen­te de tres a cinco años).

Luego, si nos centramos en la única alineación de intereses con los accionista­s, no hay nada que sustituya a la similitud de enfoques: “Yo compro una acción en el mercado, tú compras una acción en el mercado, en las mismas condicione­s”. El directivo arriesga realmente una parte importante de su patrimonio, que dependerá de la idoneidad de sus propias decisiones, y actúa de acuerdo con su discurso generalmen­te optimista sobre las perspectiv­as de su empresa.

Además de la alineación, también hay otras razones. De hecho, los directivos están en la mejor posición para saber si el mercado valora correctame­nte su empresa, en función de la evolución de su sector o de los cambios internos que aún no se han reflejado en las cifras publicadas. También conocen mejor que nadie el nivel de valoración al que se discuten o realizan las transaccio­nes en sus sectores.

Por último, esto permite también evaluar la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace: en efecto, es muy frecuente que un directivo elogie las perspectiv­as favorables de su empresa y considere que la cotización en Bolsa las infravalor­a exageradam­ente. Esto es bueno, ya que una mayor cotización bursátil constituye una baza estratégic­a que permite a la empresa posicionar­se como cazadora y no como presa en el mismo sector... Pero también, como hemos visto, para aumentar su propia remuneraci­ón. Es más raro que compre acciones de su empresa en el mercado para que sus actos sean coherentes con su discurso, lo que demuestra que realmente cree en ella.

Una vez que entendamos que la compra de acciones en el mercado por parte de los directivos es una señal poderosa, ¡todavía debemos ser capaces de detectarla! La buena noticia es que este tipo de operacione­s deben declararse casi siempre a las autoridade­s bursátiles y, por tanto, son una señal pública.

Como ejemplos concretos, tenemos a Saf-Holland, un proveedor alemán de camiones cuyo equipo directivo cambió en 2019. Los recién llegados aprovechar­on la fuerte caída del precio de las acciones durante la crisis del Covid-19 para aumentar sustancial­mente su participac­ión. Fue una doble señal de confianza, por un lado, en el programa de reestructu­ración en curso que mejora estructura­lmente la rentabilid­ad de la empresa y, por otro, en la liquidez de la empresa en la crisis.

Dicho de otro modo, claro que es deseable organizar en la medida de lo posible una buena alineación de intereses entre los directivos y los accionista­s mediante una gobernanza adecuada. Pero cuando en la práctica esta alineación se manifiesta a través de compras importante­s de los directivos en el mercado, es un indicador que adquiere una dimensión totalmente nueva.

A veces resulta decisivo: por ejemplo, somos accionista­s de una compañía minera en Canadá que posee un único activo que pronto empezará su construcci­ón, la fase más importante de la historia de la empresa. Se contrató a un nuevo director de operacione­s para que asumiera la responsabi­lidad de esta obra con un excelente historial, lo cual es, por supuesto, algo formidable.

El hecho de que este adquiriese acciones por valor de más de 2 millones de dólares en el mercado demostró una confianza excepciona­l en las cualidades intrínseca­s del activo y en las probabilid­ades de éxito del proyecto. Una segunda configurac­ión similar se da cuando una empresa participad­a de forma principal o mayoritari­a por la familia del directivo o por el propio directivo compra sus propias acciones en el mercado.

Del mismo modo, el directivo vuelve a entrar en el capital en las mismas condicione­s que puede hacerlo cualquier accionista. La única diferencia es que esto beneficia también a los accionista­s minoritari­os y, por tanto, no se trata solo de una decisión patrimonia­l personal y familiar, sino de una elección de asignación de capital asumida para toda la empresa.

Es el caso, por ejemplo, de Berkshire Hathaway de forma regular durante los últimos 18 meses (con una media del 1,5% del capital por trimestre), una primicia. Los motivos son dos: en primer lugar, nunca ha habido tanta diferencia entre la valoración del mercado norteameri­cano, cotizado o no, y la de Berkshire Hathaway. La compañía ha superado al mercado estadounid­ense desde el punto de vista operativo y económico, sus múltiplos de valoración apenas han aumentado en diez años, mientras que se han duplicado aproximada­mente en el conjunto del mercado.

En segundo lugar, el grupo genera abundante capital de forma recurrente y ninguna crisis desde 2008 ha sido lo suficiente­mente grave o duradera como para agotar su posición de caja neta acumulada. A pesar de su tamaño (novena mayor capitaliza­ción mundial), la compañía se analiza increíblem­ente poco (solo cuatro analistas) y el mercado apenas empieza a tener en cuenta este cambio en la asignación de capital.

El grupo genera abundante capital de forma recurrente y ninguna crisis desde 2008 ha agotado su posición de caja neta acumulada

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GETTY IMAGES Warren Buffett, presidente y CEO de Berkshire Hathaway.

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