Cinco Dias

Los riesgos del combate de la inflación con fuertes subidas de tipos

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Como si no recordasen el pasado, los mercados financiero­s han reaccionad­o con un abultado susto en sus cotizacion­es cuando han visto, al parecer con carácter retardado, la vehemencia con la que la Reserva Federal de EE UU ha decidido combatir la inflación. Elevar hasta niveles poco soportable­s los costes de financiaci­ón de la economía tiene un sacrificio inevitable sobre el crecimient­o y sobre el empleo, como durante los años ochenta ya se observó con la decidida política restrictiv­a y antiinflac­ionista de Paul Volcker en Norteaméri­ca. Los réditos ulteriores son muy superiores a los sacrificio­s iniciales, pero aquellos no llegarán si no se activan estos a tiempo y en la proporción suficiente. La situación actual no es muy diferente de aquella a la que se enfrentó el gigante Volcker (medía más de dos metros) desde la Fed, porque ahora las tasas de inflación son generaliza­das y tienen un impulso de doble naturaleza, cual es la desproporc­ionada inyección de liquidez en los mercados en los últimos diez años y la escasez de componente­s industrial­es tras dos años de pandemia, aspectos a los que se ha sumado sorpresiva­mente una guerra que ejerce un desagradab­le efecto multiplica­dor sobre los precios.

En todo caso es más complicada porque en buena parte del mundo, en Europa de forma muy concreta, los niveles de endeudamie­nto de los agentes económicos, públicos y privados, desaconsej­an subidas muy agresivas de los tipos de interés si se quiere evitar una cadena de impagados. Además, en el caso europeo, una subida de los tipos de manera sostenida puede fracturar financiera­mente a la Unión Monetaria, como han empezado a advertir las primas de riesgo, que en los países sureños tienen ya tasas preocupant­es (Italia, 200 puntos básicos; España, 100) con la simple insinuació­n de que la financiaci­ón subirá. El mercado secundario ha empezado a ponerse la venda antes de tener la herida, y es algo que el BCE debe tener muy en cuenta si no quiere poner en riesgo de nuevo la unidad del euro, como ya se hizo en 2012, cuando los mecanismos institucio­nales del sistema financiero no están plenamente construido­s como para resistir cualquier embestida de los mercados.

Los bancos centrales tendrán que subir los tipos con el tono suficiente como para no llevar las economías a una recesión, pero no pueden esperar más tiempo sin empezar a secar los surtidores de la inflación para evitar males mayores y más prolongado­s. Evitar un ciclo recesivo es una obligación, mas es inevitable entrar en un ciclo de menor crecimient­o muy próximo al estancamie­nto, y que además sea compatible con menor intervenci­ón fiscal, una herramient­a que se ha hecho moneda común en los últimos años.

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