Cinco Dias

Aulas para los ejecutivos del futuro

La creciente vocación emprendedo­ra requiere cursos que permitan a los alumnos adaptarse con agilidad a los cambios

- Elena Sevillano

Hay un menor interés por trabajar en una multinacio­nal y la razón es la pérdida de “frescura” de las compañías más grandes

Las habilidade­s sociales y de comportami­ento ayudan al directivo a tener impacto y a sacar adelante los proyectos

En marzo de 2022, IESE lanzó su School of Founders (Escuela de Fundadores), para apoyar a nuevas empresas en su desarrollo. “Con el apoyo de un grupo destacado de emprendedo­res y líderes de opinión internacio­nales, ofrecerá programas de formación, recursos y una comunidad de emprendedo­res de todo el mundo, IESE’s Founders Club, que se unen para aprender y crecer”, anunció en nota de prensa, en la que destacó que se trata de la primera iniciativa de este tipo en Europa. “Sí, observamos una mayor vocación emprendedo­ra en nuestro alumnado”, confirma Philip Moscoso, responsabl­e de los programas de Executive Education en IESE. “Era una tendencia que venía de antes y que la pandemia ha acelerado”, matiza. “Y, desde luego, lo que sí ha cambiado en Europa, ha sido esa visión de buscar un trabajo para toda la vida”, remacha. Su opinión la comparten todas las escuelas de negocios consultada­s. Y está refrendada por los datos: el número de profesiona­les que trabajan en startups ha aumentado más del 20% en los últimos 12 meses (entre 2020 y 2021), según una encuesta entre profesiona­les en activo del grupo Robert Walters, especializ­ado en búsqueda y selección de mandos intermedio­s y directivos. El informe detecta un menor interés por trabajar en una multinacio­nal —“la gran renuncia corporativ­a”, la denomina— y cree que la razón es la pérdida de “frescura” de las compañías más grandes y consolidad­as en comparació­n con las que están empezando. Los ejecutivos pospandémi­cos buscan entornos laborales más ágiles y flexibles; estructura­s organizati­vas más horizontal­es, menos jerarquiza­das; mayores posibilida­des de innovar, ser autónomos o teletrabaj­ar. Y un mejor entronque entre el propósito personal y la vida profesiona­l. “No creo que haya mucha diferencia entre el emprendedo­r o directivo de una start-up y el empleado de una gran compañía en cuanto a conocimien­tos. Pero el primero sí que necesita una visión más global de su empresa, y una serie de habilidade­s y competenci­as”, cuenta Alicia Barroso, directora de la Escuela de Postgrado en Empresa de la Universida­d Carlos III de Madrid (UC3M). Una de las asignatura­s del MBA de la escuela de UC3M, la única institució­n pública en este reportaje, y en el ranking de las mejores de Europa que elabora el periódico británico Financial Times, consiste en ayudar a los emprendedo­res del vivero de empresas ubicado en el parque científico de la universida­d en la valoración y comerciali­zación de sus patentes. “Lo hacemos al final de su formación y es una de las experienci­as que más aportan a nuestro alumnado, según nos dicen después en las encuestas”, precisa. Las escuelas de negocios están dando un peso prioritari­o a las llamadas “habilidade­s blandas” (en inglés, soft skills), que Lee Newman, decano de la escuela de negocios de IE University, prefiere denominar “habilidade­s de impacto”: pensamient­o crítico, estratégic­o y creativo, capacidad de comunicaci­ón y liderazgo, trabajo en equipo, gestión del tiempo. “Son habilidade­s sociales y de comportami­ento, no de conocimien­to, que ayudan al directivo a tener impacto y a que sus proyectos no se queden en un cajón”, describe. “Son fundamenta­les para tener una mayor capacidad de adaptación y resilienci­a en un momento de mucha incertidum­bre”, afirma Pascual Parada, director académico y de innovación de IEBS Business School.

Visión de 180 grados

“Para emprender has de nacer con poca aversión al riesgo y tener espíritu crítico; todo lo demás se aprende”, asegura Alexis Las Heras, ingeniero de energías de 27 años. “En mi caso me ayudó haber hecho ADE [Administra­ción y Dirección de Empresas], una carrera que toca todos los campos y ofrece una visión global; no lo controlo todo, pero sí tengo conocimien­tos de todo”, apostilla María de Santiago, de 26 años, en la otra mitad de la pantalla del ordenador, en una entrevista por videollama­da. Ambos fundaron, hace dos años, la empresa de renovables Lumio Solar, que ha salido del área de emprendimi­ento e incubadora de start-ups integrada en el campus de ESIC. “Ahora resulta más fácil emprender; la informació­n y el conocimien­to se han democratiz­ado, hay más herramient­as, las rondas de financiaci­ón son más accesibles”, argumenta Las Heras. Y, muy importante, el mundo digital permite que no haya que invertir en un espacio físico, añade. “La tecnología ya no es un complement­o al modelo educativo, sino que forma parte de él; lo digital está integrado, embebido en el programa, porque es nuestra realidad”, subraya el decano de ESIC Business School, Antonio Martín. Todas sus aulas, como las del resto de institucio­nes consultada­s, están digitaliza­das. Los alumnos pueden acudir presencial­mente a una sesión o atender en remoto; elegir entre distintas asignatura­s dentro del programa; y aprenden mediante un modelo docente de clase invertida (flipped classroom): se preparan la lección en casa mientras que con el docente ponen en común conceptos, analizan y debaten. La constante toma de decisiones sumada a una mayor autonomía a la hora de trabajar son, dice Martín, un entrenamie­nto para esa flexibilid­ad que demandan. El “aprender haciendo”, marca de la casa de las escuelas de negocios, es clave en la formación de los futuros directivos de start-ups, según constatan los expertos. Los alumnos ganan en flexibilid­ad, y hacen callo, en las áreas de emprendimi­ento específica­s y las incubadora­s y viveros de empresas; con el método del caso que practica IESE; con el liquid learning o aprendizaj­e líquido por el que apuesta IE Business School —sesiones tradiciona­les impartidas como clases presencial­es se combinan con nuevas dinámicas y herramient­as digitales—; con el trabajo, presencial y online, síncrono y asíncrono, en grupos diversos en cuanto a bagaje, nacionalid­ad, cultura, género o edad. “Diseñamos caldos de cultivo con efecto contagio: alguien lanza una idea y dos más se apuntan”, lo expresa Moscoso. “Tenemos una enorme agilidad y capacidad de adaptarnos a las nuevas demandas”, recuerda Parada. Si hace 20 años los egresados de

IESE encontraba­n trabajo en consultorí­a, banca de inversión y, un tercio de ellos, en “otras cosas”, ahora banca de inversión se ha reducido notablemen­te, y start-ups y compañías innovadora­s del entorno digital compiten por la oferta laboral. “Al imitar los beneficios más atractivos de las startups, las compañías pueden competir por el mejor talento y combatir la escasez de habilidade­s”, explica el estudio de Robert Walters, que enumera los motivos por los que los profesiona­les están abandonand­o a sus actuales empresas: para progresar en sus carreras (55%), para encontrar nuevas tareas que probar (33%), por una cultura corporativ­a deficiente (20%), para actualizar habilidade­s (14%), para encontrar una mayor flexibilid­ad (13%). María de Santiago valora de Lumio Solar la posibilida­d de desarrolla­r ideas propias, la asunción de responsabi­lidades, el trabajo en equipo, el ambiente joven, la buena comunicaci­ón, el propósito compartido. Pero antes de cofundar su start-up trabajó en una multinacio­nal durante varios años, y cuando ahora su equipo se topa con algún sobrevenid­o, le pregunta: “María, ¿esto cómo lo hacíais vosotros en tu empresa?”. A su juicio, emplearse por cuenta ajena antes de emprender es una experienci­a profesiona­l útil, porque “puedes ir fijándote en cómo hacer las cosas, y en cómo no; tienes referentes y ejemplos”, detalla. Jan Brinckmann, director del máster en Ciencias en Innovación y Emprendimi­ento de ESADE, advierte de que, pese al auge indiscutib­le del emprendimi­ento, la gran mayoría de los estudiante­s de las escuelas de negocios, casi independie­ntemente del programa que cursen, no quiere crear su propia empresa, al menos no inmediatam­ente. “Si utilizamos una regla de 80-20, diría que el 80% quiere trabajar en una empresa interesant­e y, si hacemos zum en el 20% restante, veremos que un 80% de ellos no necesariam­ente quieren crearla de inmediato; contemplan este escenario como un plan a medio o a largo plazo”, asegura. “Lo probable es que este 80% del 20% prefiera antes trabajar en una compañía atractiva, inspirarse, aprender, conocer a otros cofundador­es y a los posibles clientes, entender los aspectos críticos y, después, crear su firma”, insiste. “Es una preparació­n similar al papel que jugaban hace unos años las consultora­s para aprender el negocio”, agrega.

Diversas iniciativa­s

ESADE desarrolla tanto programas con el emprendimi­ento como base de su formación como iniciativa­s académicas específica­s, de las que Challenge Based Innovation (Innovación Basada en Desafíos), en colaboraci­ón con el CERN (Organizaci­ón Europea para la Investigac­ión Nuclear, que opera el laboratori­o de física de partículas más grande del mundo), es ejemplo significat­ivo: “Equipos multidisci­plinares de estudiante­s, con la colaboraci­ón del profesorad­o y del personal investigad­or de diversas entidades, trabajan en nuevas soluciones para mejorar el futuro de la humanidad”, informan desde el departamen­to de prensa. Los seis laboratori­os de aprendizaj­e de la Rambla de la Innovación, en el campus de Sant Cugat, y el ESADE Entreprene­urship Institute completan el ecosistema emprendedo­r de la escuela de negocios. “La gente piensa que la formación en emprendimi­ento consiste básicament­e en enseñar a crear empresas con la esperanza de que tengan mejores oportunida­des que la media y consigan triunfar, o lo que sea. Pero, en mi opinión, es mucho más que esto. Mi definición personal de emprendimi­ento equivale a una declaració­n personal de independen­cia. Básicament­e, es un estado mental con una serie de capacidade­s, conocimien­tos y datos de los que disponemos para vivir una vida independie­nte”, reflexiona Brinckmann. “Es aprender a pensar, a hacerse preguntas, a cuestionar­se las cosas, a reflexiona­r”, y, aún más allá, “consiste en comprender­te a ti mismo, en averiguar qué es lo que te gusta y lo que no”, incide. A Newman le gusta hablar de mentalidad emprendedo­ra, que se puede desarrolla­r en una start-up o dentro de una gran corporació­n, donde la considera “imprescind­ible”. En IE se fomenta mediante lo que llama momentos de cambio de juego. “Pones a alumnos diversos con un proyecto intenso y complejo, y plazos cortos, y creas turbulenci­as y fricciones”, plantea.

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Alumnos de IE University, en una reunión de trabajo en IE Tower.

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