Sellos de calidad global que marcan la diferencia
Las entidades que conceden las notas internacionales evalúan desde la gestión y los programas hasta su conexión con alumnos y profesores
Alrededor de 1.300 escuelas de negocios en el mundo cuentan con, al menos, una de las tres acreditaciones internacionales de referencia. Formar parte de este grupo requiere procesos que duran años. “Para cualquier escuela de negocios, contar con una acreditación internacional es un símbolo de excelencia y de reconocimiento mundial”, cuenta Marta Pérez, directora de Operaciones y Experiencia de IE Business School en IE University. “Es un acto de transparencia y de honradez respecto a los estudiantes, a los familiares, a los profesores… respecto a todos aquellos que toman decisiones sobre su futuro profesional y formativo”, dice por su parte José M. Martínez-Sierra, director general de la UPF Barcelona School of Management. Además de una garantía externa de calidad, estas acreditaciones, cuentan desde las escuelas de negocios, funcionan como una palanca de autoexigencia. “Esto es voluntario y parte de un ánimo de mejora continua y de proyección de nuestra institución internacionalmente, en cuanto a trabajar con unos estándares que vayan más allá y que nos permitan proyectarnos y mejorar de acuerdo a estándares internacionales”, cuenta Miriam Quintana, directora de Acreditaciones Internacionales de Deusto Business School. “Las acreditaciones en sí mismas no son un objetivo”, relata Gracia Serrano, directora de Acreditaciones y Rankings de ESIC Business & Marketing School. “Son un medio para promover aún más, en el día a día, la mejora continua de las formaciones”. Pero ¿en qué se traducen estos sellos? Marta Macías, vicerrectora adjunta de Calidad de la Universidad Carlos III de Madrid, destaca tres aspectos. El primero, relacionado con la idea anterior, hace referencia a la mejora de los procesos, programas y de la propia institución que resulta del escrutinio externo. En segundo lugar, este tipo de acreditaciones facilita mucho cerrar acuerdos de colaboración con otros centros internacionales. “El tercer factor, que es muy importante, es lo que supone para los propios alumnos. Por una parte, el título tiene más reconocimiento internacional. En ocasiones, como en profesiones reguladas, esto es especialmente importante”, comenta. “Y hay más posibilidades de movilidad con instituciones buenas, lo que también los favorece”.
Premio a la diversidad
A la hora de evaluar un centro, las diferentes acreditadoras tienen en cuenta su gobierno y gestión, los modelos de los programas y los contenidos, su conexión con la realidad y la práctica empresariales, con los estudiantes y el profesorado, la implicación en actividades de investigación, etcétera. “Uno de los puntos más relevantes ahora en las acreditaciones es la diversidad y, por supuesto, la responsabilidad social, tanto en nuestras formaciones como en la gestión propia Su obtención requiere procesos que duran años y, como las estrellas Michelin, igual que se conceden se pueden retirar de la institución”, comenta Serrano. La tríada de referencia de las acreditaciones internacionales está formada por la estadounidense AACSB, la europea EQUIS y la británica AMBA. Los centros se embarcan en procesos que se extienden durante años para obtener estos sellos de calidad. “Depende un poco de cada acreditación, pero suelen durar entre dos y seis años”, cuenta Quintana al respecto. “La primera acreditación suele ser de mayor duración y luego se establecen procesos y formas de trabajo con las que también se consiguen sinergias para la obtención de las otras acreditaciones, con lo cual suelen ser periodos más cortos para acreditaciones sucesivas”. Pero estos reconocimientos no son indelebles; son, aclara Martínez-Sierra, como las estrellas Michelin: igual que se conceden, se pueden retirar. “Cuando la consigues, te comprometes durante los próximos cuatro años a tener una serie de hitos que como institución te quieres plantear”, comenta Pérez. “Entonces, cuando te vuelves a reacreditar, echas un vistazo atrás, a todo a lo que te habías comprometido en la reacreditación anterior, y empiezas a argumentar, justificar y demostrar que has cumplido esos hitos”. Formarse en una escuela de negocios puede llegar a suponer un desembolso de decenas de miles de euros —incluso alcanzar los 120.000— dependiendo del programa y la institución, por lo que los estudiantes han de tener en cuenta diferentes variables a la hora de elegir. “Lo que percibimos es que el alumnado que más interesado está en este componente, de si tienes o no tienes acreditaciones y cuáles son, es el internacional”, cuenta Serrano. En el caso de los estudiantes locales, dice, no es un factor muy relevante para ellos; se tiene en cuenta, pero no es de los más decisivos. En otros casos, la mayor o menor atención que se les presta depende del nivel de los estudios a los que se quiera acceder. “Si entran en una universidad o unos programas y ven 14 sellos, les parece que les dan más garantías que si no tienen ninguno”, dice Macías recogiendo lo que alumnos de grado le comentaron al respecto. “Pero de ahí a que realmente elijan la universidad porque se tenga la AACSB o no se tenga… no es muy relevante”. Para los alumnos de máster, más habituados al entorno universitario y con más capacidad de discriminar entre instituciones, dice, sí es importante. “El estudiante es un cliente que tiene que exigir al profesor y tiene que exigir a la escuela”, relata por su parte Martínez-Sierra. Además de en los rankings, dice, los alumnos también se fijan en si las escuelas e incluso el programa que quieren cursar están acreditados. “Cada vez es un elemento más determinante”, asegura. “Y esto, de hecho, repercute mucho en que las escuelas que están acreditadas tienen que dedicar mucho menos dinero, o prácticamente nada, a hacer marketing o ventas porque los estudiantes van a las buenas instituciones que están reconocidas”.