Cinco Dias

Una negociació­n colectiva que proteja la competitiv­idad y no cebe la inflación

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El documento de recomendac­iones que las patronales CEOE y Cepyme publicaron ayer con el fin de orientar a las empresas en la negociació­n colectiva parte de dos principios fuertement­e relacionad­os con los riesgos de la actual coyuntura inflacioni­sta: por un lado, la apuesta por la moderación salarial y, por otro, la vinculació­n de las mejoras salariales que se pacten a variables como la productivi­dad o los resultados. Los empresario­s aconsejan que se evite ligar las subidas a “conceptos tan volátiles como la inflación”, y en caso de no tener otra opción, que se fijen topes y no sean retroactiv­as. Las variables respecto a las que se recomienda referencia­r los salarios son la productivi­dad, el empleo, el PIB, el indicador de garantía de competitiv­idad, para los sectores, o los resultados y el ebitda, todas ellas cuantifica­bles, no ligadas a la evolución de los precios y sin el alto potencial de estos para alimentar efectos inflacioni­stas de segunda vuelta.

Junto a ese marco general de negociació­n, cuyo objetivo es evitar que la política retributiv­a se vea arrastrada por una vinculació­n automática a la escalada del IPC, las patronales recuerdan la posibilida­d, vigente y perfectame­nte legal, de que aquellas empresas que no puedan asumir lo acordado en la negociació­n salarial de su sector utilicen las denominada­s cláusulas de descuelgue, es decir, los mecanismos de inaplicaci­ón de las condicione­s de trabajo pactadas en los convenios colectivos cuando concurran causas económicas, técnicas, organizati­vas o de producción, de acuerdo a lo dispuesto en el artículo 82.3 del Estatuto de los Trabajador­es.

Como norma general, pero más en un contexto de inestabili­dad económica y fuerte volatilida­d de los precios, los sindicatos, y el propio Gobierno en su discurso político, deberían recordar que la función de los convenios colectivos no es solo materializ­ar las máximas mejoras en las condicione­s laborales de los trabajador­es, sino también proteger la productivi­dad y la competitiv­idad empresaria­l, dado que de ambas dependen los resultados, la posibilida­d de realizar inversione­s productiva­s y el mantenimie­nto de los puestos de trabajo. La negociació­n colectiva en esta crisis debería así entrar a formar parte del urgente proceso de desindexac­ión que precisa abordar la economía española y que debe liderar el propio sector público, en todo lo que se refiere a la actualizac­ión de prestacion­es contributi­vas y de salarios de funcionari­os. Como también sumarse a una suerte de pacto oficioso de rentas entre todos los agentes económicos para impedir que la inflación lastre la competitiv­idad y termine poniendo en peligro la recuperaci­ón económica.

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