Cinco Dias

Cómo devolver el control de las empresas a sus dueños

- EDWARD CHANCELLOR

Gestores de fondos como BlackRock han acumulado demasiada influencia: la tecnología viene al rescate

La cuestión de cómo pueden rendir cuentas las cotizadas a sus dueños lleva siglos siendo un problema. Los entusiasta­s del libre mercado sostienen que la mejor solución es que las empresas se centren en maximizar sus beneficios. La doctrina del valor para el accionista ha caído en desgracia. Pero la creciente implicació­n de los grandes inversores institucio­nales en las espinosas cuestiones de la gobernanza social crea una serie de nuevos problemas. Afortunada­mente, la tecnología moderna puede venir al rescate. En un famoso artículo de opinión publicado en 1970 en el NYT, Milton Friedman sostenía que la responsabi­lidad social de las empresas era aumentar sus beneficios. Los ejecutivos, como empleados de ellas, eran responsabl­es ante los dueños y debían “dirigir la empresa de acuerdo con sus deseos, que generalmen­te serán ganar tanto dinero como sea posible mientras se ajustan a las normas básicas de la sociedad”. Si los ejecutivos se distrajera­n con su “responsabi­lidad social”, actuarían en contra de los intereses de los propietari­os. Más de medio siglo después, no es obvio que los inversores solo estén interesado­s en maximizar los beneficios. Muchos quieren también que las empresas se ocupen del medio ambiente y otras cuestiones sociales. Eso está muy bien cuando los inversores que expresan esas opiniones son los beneficiar­ios subyacente­s. Pero es otra cosa cuando se involucran los gestores de inversione­s –los agentes de los verdaderos dueños–.

Lo bueno para el accionista

El mundo de la inversión ha abrazado con fervor las cuestiones ambientale­s, sociales y de gobernanza (ASG). Como proclama el Manifiesto de Davos 2020 del Foro Económico Mundial, “una empresa no solo sirve a sus accionista­s, sino a todas sus partes interesada­s”. En su nuevo libro, Share Power, Merryn Somerset Webb cita al jefe de un gran institucio­nal británico que sostiene que los gestores de fondos deben “integrar los factores ASG que importan a los ahorradore­s que están en el centro del proceso de inversión”, añadiendo para no variar que “lo que es bueno para los accionista­s no siempre conviene a todos los afectados”. Una encuesta de 2021 de Natixis reveló que más del 70% de las institucio­nes de inversión afirmaban perseguir la llamada inversión de impacto. Encabezaba­n la lista los gigantesco­s proveedore­s de fondos indexados –BlackRock, Vanguard y State Street–, que gestionan activos por valor de más de 20 billones de dólares. En 2018, el jefe de BlackRock, Larry Fink, dio instruccio­nes a los gestores de las empresas cuyas acciones están en manos de su firma de que “cada empresa no solo debe ofrecer un retorno financiero, sino también mostrar cómo hace una contribuci­ón positiva a la sociedad”. En 2021, dijo que la gestora usaría los votos de los accionista­s para lograr que las empresas redujeran las emisiones contaminan­tes. [El martes, sin embargo, explicó por qué podría votar en contra de resolucion­es para prohibir la producción de petróleo y gas.]

La espinosa rentabilid­ad

Si los inversores pueden hacer el bien mientras lo hacen bien, ¿qué falla? Para empezar, está el espinoso tema de la rentabilid­ad de las inversione­s. Muchos afirman que el cumplimien­to de las responsabi­lidades sociales aumenta el retorno a largo plazo. Pero limitar el universo de inversión o el alcance de las actividade­s de una empresa está destinado a afectar. Somerset Webb cita un estudio de 2008 en el que se constata que las llamadas acciones pecado –tabaco, armamento, etc.– superaron al mercado en 21 países entre 1970 y 2007. El Departamen­to de Trabajo de EE UU ha estipulado que los fondos de pensiones no deben anteponer los requisitos ASG a la rentabilid­ad financiera. Hay otro problema. Como señaló Friedman, la noción de responsabi­lidad social de una empresa está mal definida. También hay compensaci­ones inevitable­s. Los intereses de las distintas partes pueden entrar en conflicto. ¿Cómo equilibra una energética las exigencias de los inversores de reducir la inversión en combustibl­es fósiles con la necesidad de sus clientes de mantener bajos los costes del combustibl­e? ¿Qué preocupaci­ones sociales deben tener prioridad? ¿Debe una empresa renunciar a la oportunida­d de trasladar la fabricació­n al extranjero para mantener empleos bien pagados en su país? No es probable que los ahorradore­s tengan exactament­e las mismas preferenci­as sociales, como tampoco es probable que voten al mismo partido. Además, muchos todavía se adhieren a las anticuadas opiniones de Friedman. Un estudio reciente del Centre for Policy Studies reveló que el 45% de la gente pensaba que las empresas deberían evitar tomar posiciones políticas. Además, las prioridade­s sociales de los gestores de fondos profesiona­les pueden diferir de las de sus clientes. Se observa que la remuneraci­ón de las empresas ha permanecid­o relativame­nte abajo en sus agendas. No es sorprenden­te, ya que los inversores profesiona­les están entre los mejor pagados del planeta: la remuneraci­ón de Fink en 2020 fue de casi 30 millones de dólares. Los accionista­s privados son cuatro veces más propensos a votar en contra de los inflados paquetes de los ejecutivos que los institucio­nales, según Somerset Webb. Pero la cuestión más acuciante es la influencia política que ejercen las tres grandes firmas de inversión cuando votan en nombre de sus clientes. Charlie Munger advirtió recienteme­nte sobre la “enorme transferen­cia” de poder sobre la toma de decisiones de las empresas a unos pocos elegidos. “Tenemos un nuevo grupo de emperadore­s, y son los que votan las acciones en los fondos de índice”, dijo. Según Somerset Webb, hay una forma de salir del atolladero. Una tecnología permite a los institucio­nales devolver las decisiones de gobierno corporativ­o a los verdaderos dueños. Legal & General, una gran firma de inversión británica, está usando un software para conectar directamen­te a más de 50.000 de sus clientes con las empresas que poseen. La Comisaria de Valores de EE UU, Allison Herren Lee, ha pedido más transparen­cia en la forma de votar el dinero de los inversores. Sugiere que el blockchain podría usarse para registrar la propiedad efectiva y ejecutar las votaciones. En 2021, BlackRock anunció que daría voz a sus mayores clientes en las votaciones. Pero eso solo entrega el poder de un grupo de gestores de fondos a otro. Somerset Webb argumenta que la mayoría de las personas poseen hoy día acciones a través de planes de pensiones y otros vehículos de ahorro. Si quieren usar su capital para cambiar el comportami­ento de las empresas, hay que dejarles opinar.

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REUTERS Distrito financiero de Londres.

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