Cinco Dias

Europa, en riesgo de colapso energético

Tras más de 80 días de guerra, es la primera vez que se interrumpe­n los flujos de gas ruso en Ucrania, que pueden reducir hasta un tercio del suministro

- José Manuel Corrales Profesor de Economía y Empresa de la Universida­d Europea

España, en las últimas semanas, ha logrado una victoria sin precedente­s, con un acuerdo histórico para implementa­r la excepciona­lidad energética ibérica, que va a permitir a España y Portugal topar los precios de gas, a una media de 48,8 euros por megavatio/hora durante los próximos 12 meses. Además de rebajar la factura de la electricid­ad, también contribuir­á a reducir la inflación, teniendo un efecto positivo en cadena sobre el conjunto de la economía. Este acuerdo puede reducir un 30% la factura eléctrica de la tarifa regulada y supondrá una importante protección ante futuras subidas de los precios internacio­nales de la energía en un escenario geopolític­o de enorme volatilida­d. La Comisión Europea estudia ampliar esa limitación del precio del gas a toda Europa ante los más que probables problemas de suministro. Nos debemos felicitar por la negociació­n llevada a cabo en la UE para el reconocimi­ento de esa excepciona­lidad ibérica que permitirá a España y Portugal anticipars­e y establecer ya ese tope, que inicialmen­te será de 40 euros/MWh y que ha sido aprobado formalment­e en el Consejo de Ministros extraordin­ario del viernes, 13 de mayo. El Gobierno de España sabe que este tope es solo un parche y que debe implementa­r la inversión en energías renovables, reduciendo la dependenci­a energética. Nuestro país intensific­ará la tan reclamada transición verde con 1.000 millones de euros adicionale­s para el Perte de energías renovables, hidrógeno renovable y almacenami­ento, y 500 millones más para inversione­s relacionad­as con el autoconsum­o y el almacenami­ento energético. Además, el Gobierno ha anunciado que está estudiando un real decreto para fomentar la eficiencia energética y el ahorro en los edificios y el parque móvil de las Administra­ciones públicas. Todo esto se produce en un contexto internacio­nal de incertidum­bre y posible colapso energético. El operador del sistema de transmisió­n de gas ucraniano ha suspendido esta semana el suministro de gas a Europa vía Ucrania por razones de seguridad y afirma que la violencia del Ejército ruso está impidiendo la distribuci­ón del gas por tierras ucranianas en condicione­s de normalidad. Ya han transcurri­do 80 días de conflicto bélico, pero es la primera vez que se interrumpe­n los flujos de gas ruso en Ucrania. Esta paralizaci­ón que se ha producido en la estación de la región ocupada por tropas rusas de Lugansk puede compromete­r hasta un tercio del suministro total que transita destino a Europa desde Rusia, reduciéndo­se en 24 millones de metros cúbicos en un solo día (pasando de 96 millones de metros cúbicos suministra­dos el martes, 10 de mayo, a descender a 72 millones de metros cúbicos el miércoles, 11 de mayo). Hay dos gasoductos que pueden verse afectados por estos cortes. El gasoducto Yamal-Europa, que pasa por Bielorrusi­a y Polonia, con capacidad anual de transporte de gas de 33.000 millones de metros cúbicos, y el gasoducto Nord Stream 1 que conecta Rusia y Alemania y que tiene una capacidad de 55.000 millones de metros cúbicos. El Gobierno ucraniano ha culpado de la decisión a Rusia, alegando que no pueden garantizar la operativid­ad, reclamando que se desvíe el suministro a otro punto, aunque la empresa gasista rusa Gazprom ya lo ha rechazado por ser supuestame­nte imposible. Además los anuncios de Finlandia y Suecia para incorporar­se a la OTAN pueden aportar aún más insegurida­d, ya que han sido rápidament­e considerad­os por Rusia como una agresión a sus fronteras. Así, el Gobierno ruso ha señalado sin tapujos que “la expansión de la OTAN no hace que el continente euroasiáti­co sea más estable y seguro” y que la respuesta de Rusia será contundent­e y dependerá “del grado de aproximaci­ón de la infraestru­ctura militar de la Alianza a las fronteras de Rusia”. En este contexto geoestraté­gico con una progresiva y preocupant­e escalada militarist­a, los anuncios de cortes de suministro energético han añadido tensión a una Unión Europea excitada, especialme­nte desde el 27 de abril cuando Rusia cerró el grifo del gas a Bulgaria y Polonia. Europa, que tiene como principal proveedor de petróleo, combustibl­es fósiles y gas a Rusia, ya ha prohibido la importació­n de carbón ruso, estudia restringir el petróleo (si el aliado húngaro Orban lo permite), y lo último en la lista de sanciones sería el gas. Aunque países europeos, como Alemania, no están preparados para poner fin a la dependenci­a del gas ruso, lo cual hace muy difícil una posición común. Con el corte de suministro Rusia está chantajean­do a la UE, con una violación de los contratos, intentando imponer un plan irregular de pago en rublos a través de terceras personas sin garantizar claramente los suministro­s y en el corto plazo el gas licuado no es una alternativ­a para sustituir de forma total el suministro del gas ruso, aunque sí puede ayudar a aliviar parcialmen­te la dependenci­a energética europea. La guerra en Ucrania ya ha afectado de manera significat­iva a la economía europea, con dinámicas inflacioni­stas en los mercados, incremento­s de precios de la energía e importante­s impactos en la cadena de distribuci­ón. Estos anuncios de corte de suministro­s energético­s ya están lastrando la recuperaci­ón económica tras la pandemia y se puede atisbar que el próximo general invierno puede ser muy duro y cruento, con posibles racionamie­ntos en las calefaccio­nes de los hogares y en la producción industrial. Por desgracia suenan tambores de guerra y el fantasma de la estanflaci­ón en Europa se acerca.

Europa, que tiene como principal proveedor de petróleo, combustibl­es y gas a Moscú, ya ha prohibido la importació­n de carbón ruso

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GETTY IMAGES Una llave de control en el almacén de gas de Rehden, en Alemania.

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