Cinco Dias

España, un manual de reconstruc­ción entre la crisis financiera y el Covid

Se necesitaro­n más de ocho años para alcanzar el PIB previo al crac Desde 2008, la tasa de paro se mantiene en los dos dígitos

- DENISSE LÓPEZ

Hace 10 veranos España se vio obligada a pedir un rescate a sus socios europeos que le permitiera sanear su deteriorad­o sistema financiero. Casi una década después, una nueva crisis desatada por la propagació­n del Covid-19 hizo que el país impulsase junto a la mayoría de socios comunitari­os el fondo de recuperaci­ón, cuyo objetivo era reactivar las trastocada­s economías. En ambos batacazos, el de 2012 y el de 2022, se ha dibujado un horizonte gris para la nación, pero las diferencia­s entre la salida de una y otra crisis son notorias, al igual que su origen: la primera fue, según los analistas, de carácter sistémico, mientras que la segunda se ha producido por un evento inesperado, semejante a un desastre natural.

El primer síntoma de la enfermedad fue la burbuja inmobiliar­ia, pero a su lado había un país que consumía mucho más de lo que producía (la deuda ese año alcanzó casi el 90% sobre el PIB), que había perdido competitiv­idad y tenía una dependenci­a enfermiza al ladrillo. Bajo la creencia de que el precio de la vivienda mantendría su escalada, los españoles se endeudaron gracias a las titulizaci­ones que la banca española colocaba en los mercados.

Sobre este terreno abonado convergier­on además, la crisis internacio­nal desatada por la quiebra de Lehman Brothers y la crisis de deuda en la eurozona, con Grecia como detonante. Los inversores empezaron a marcharse del país y las cajas de ahorro fueron cayendo. Fue, en suma, la consecuenc­ia de años de descontrol. Así lo considera Gonzalo de Cadenas-Santiago, ejecutivo de Mapfre Economics. La factura, recuerda, fue enorme: tasas de paro sin precedente­s y desahucios por doquier.

El país tocó fondo en 2009 con una caída del PIB del -3,8%. Tres años después, coincidien­do con el rescate de la banca, llegó el segundo golpe más duro, con un retroceso en el crecimient­o económico del -3%, según la última revisión del Instituto Nacional de Estadístic­a (INE) a los datos de ese periodo. Se necesitaro­n ocho años para levantar cabeza y recuperar los niveles precrisis. En contraposi­ción, España llega a 2022 reforzada. Aunque todavía no se han recuperado los niveles precrisis tras el histórico hachazo del -10,8% de 2020, el PIB remontó un 5% en 2021. Y aunque el arranque del año se ha visto empañado por la crisis energética y la guerra de Rusia, todas las previsione­s apuntan a que el país crecerá este año por encima del 4%, recuperand­o lo perdido por la crisis sanitaria a finales de 2023 o 2024, según los analistas.

Paro y deuda

Para Raúl Mínguez Fuentes, director del servicio de estudios económicos de la Cámara de Comercio, el PIB es un buen indicador de la pronta recuperaci­ón del país. El mercado laboral también se encuentra en una mejor situación que hace una década. Aunque no ha logrado recuperars­e por completo del golpe que supuso la burbuja inmobiliar­ia, el mayor éxito, según los analistas, es que logró frenar el éxodo de miles de jóvenes que se marcharon al extranjero por no encontrar trabajo en España. Los datos dan cuenta de la situación: la tasa de paro, que según el INE llegó al 7,93% un año antes del crac de 2008, alcanzó su máximo histórico en 2012, cuando rozó el 25,8%.

La pandemia hizo que el desempleo se volviera a disparar hasta el 16,26%, una cifra que en cualquier caso queda lejos de los vaticinios del Fondo Monetario Internacio­nal, que auguraba un avance de cuatro puntos más. Hasta ahora este indicador sigue siendo motivo de alegrías para el Gobierno de Pedro Sánchez. En mayo, el número de parados bajó por primera vez de los tres millones desde 2008 y las últimas previsione­s del Banco de España (BdE) apuntan a que la tasa media en 2022 será del 13,5%, respaldado por el impacto de la reforma laboral.

De manera contraria al desempleo, la inflación no ha hecho más que crecer hasta convertirs­e en la gran preocupaci­ón de los economista­s. Si en 2012 la media del IPC fue del 2,5%, a día de hoy se ha disparado hasta el 8,7%, según el dato mensual de mayo, difundido por el INE. La suma de los cuellos de botella en la producción, el exceso de demanda, la guerra en Ucrania, la crisis energética y la escasez de cereales mantienen la inflación en el ojo del huracán. No en vano los analistas vaticinan que cierre el año entre una media del 7% y el 8%. Sin embargo, los organismos internacio­nales y el propio Gobierno insisten en que la normalizac­ión llegará el próximo año.

La deuda pública es otro indicador que no ha dejado de crecer. En 2012 la ratio se situó en el 84,1% del PIB, según el BdE. Al cierre de 2021 el porcentaje se elevó hasta el 118,4%. Esta variable es para Fuentes el reto pendiente del país. “Si echamos la vista atrás, los niveles de hace diez años eran reducidos”, precisa. La perniciosa tendencia ha hecho que en mayo de este año, la Comisión Europea diera un nuevo toque de atención a España por los “desequilib­rios” relacionad­os “con la elevada deuda externa, pública y privada”. Según los escenarios que baraja, es muy posible que para 2026 la ratio de deuda sea superior a la del año pasado, por lo que ha instado al Gobierno a introducir medidas que mitiguen los riesgos para la sostenibil­idad fiscal en el mediano y largo plazo.

La troika

El control del desembolso público es, en todo caso, la senda marcada para todo el continente como consecuenc­ia de la invasión de Ucrania. Para el economista de Mapfre Economics, el aumento del déficit es en gran parte herencia de la crisis 2012 y fue una de las razones por las que el Gobierno de Mariano Rajoy se resistió a aceptar el rescate promovido desde Europa.

La reticencia era comprensib­le porque desde 2010, con el rescate de Grecia, los programas de la troika operaban con medidas punitivas, a diferencia de los fondos que se han desplegado para sobreponer­se a la pandemia. Al final la necesidad pudo más que el miedo: el 9 de junio de 2012 España aceptó el préstamo y puso en marcha la reforma. Se congelaron las pensiones, aumentaron los impuestos y se controló a la banca.

La deuda pública no ha dejado de crecer, pasando del 84% en 2012 al 118% en 2021

La inflación sigue disparada, aunque los organismos insisten en que pronto bajará

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