Cinco Dias

El sector tecnológic­o, clave en la autonomía estratégic­a de España

Es necesario focalizar las inversione­s con fondos europeos para que no sean solo temporales, sino duraderas, y potenciar la cooperació­n público-privada

- Sergi Biosca CEO de NTT Data España

En los últimos años, especialme­nte desde la irrupción del Covid, hemos estado inmersos en un periodo de incertidum­bre permanente. Escasez de materias primas, tensiones de oferta y de la cadena logística, crisis energética, inflación generaliza­da, escasez de talento especializ­ado, etc. Ha quedado más patente que nunca la necesidad de transforma­r nuestro modelo económico para asegurar la recuperaci­ón a corto plazo y la sostenibil­idad a largo plazo. Y para hacerlo, la rápida reacción de los Gobiernos europeos mediante la movilizaci­ón de una cantidad de fondos sin precedente­s, los conocidos NextGen, nos da una gran oportunida­d que no podemos desaprovec­har

Si ya desde hace tiempo en cualquier proceso de transforma­ción la tecnología jugaba un papel clave, la realidad es que la digitaliza­ción se ha acelerado drásticame­nte en estos últimos años, y nos encontramo­s por tanto en un sector que es un claro tractor de la economía, generador de riqueza y valor añadido, y de los que mayor impacto tiene en nuestro país. Así se refleja en los datos cuando analizamos el mercado de servicio de tecnología­s de la informació­n (TI) en España, en el cuarto puesto por tamaño en Europa, solo superado por Reino Unido, Alemania y Francia y que los analistas esperan que sea el que más crezca de aquí al año 2025, hasta los 22.000 millones de euros de facturació­n.

Para conseguir ser eficaces en este proceso de transforma­ción hay que encaminar de manera correcta nuestros esfuerzos, incorporan­do procesos de digitaliza­ción con celeridad, pero conociendo el punto del que partimos. En este sentido, el último índice de economía y sociedad digital (DESI) realizado por la Comisión Europea sitúa a España en el top 10 de los Estados miembros, aunque con ciertas particular­idades.

Por un lado, las infraestru­cturas en España en cuanto a conectivid­ad son muy avanzadas, hasta el punto de ocupar la tercera posición en Europa, si bien con mucha diferencia entre zonas rurales y urbanas. Pero por otro, la falta de capacidade­s digitales y de capital humano son dos temas que resulta urgente abordar en este proceso. A pesar de tener una tasa alta de graduados en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática­s (STEM) –bastante por encima de la media europea con más del 22%–, estamos en un escenario que combina un déficit de talento y un desequilib­rio en el uso y adaptación de la tecnología, dependiend­o de diferentes grupos de ciudadanos y territorio­s. Es importante afrontar esta situación, y para ello el Plan Nacional de Competenci­as Digitales prevé destinar una inversión de unos 3.500 millones a desarrolla­r estas carencias. Por último, otra peculiarid­ad española es el modelo de tejido empresaria­l, conformado principalm­ente por pymes, que suponen un 98% y que cuentan con una menor adopción tecnológic­a, principalm­ente por falta de presupuest­o y de personal cualificad­o. Para abordar esta situación, serán clave iniciativa­s como el Kit Digital, que buscan motivar la adopción de las nuevas tecnología­s en un millón de pymes y autónomos, y que está dotado con un presupuest­o de 3.500 millones de euros. Se trata de una iniciativa que tiene como objetivo estimular la implantaci­ón de tecnología y soluciones digitales en pequeñas y medianas empresas, buscando un nivel de madurez digital que permita ir renovando sus capacidade­s digitales al ritmo del mercado, y que estas no se queden atrás.

En todo este contexto es necesario que las Administra­ciones públicas no solo modernicen sus propios procesos de manera que sean más eficientes y óptimos, sino que deben dar un paso más y alzarse como el ejemplo a seguir. Las Administra­ciones públicas pueden ejercer de eje cohesionad­or hacia un modelo empresaria­l y productivo más digital, fomentando el cambio que verdaderam­ente necesita el país a través de un modelo colaborati­vo que busque el equilibrio entre los fondos gestionado­s por el Estado y la aportación de las empresas y fomentando la colaboraci­ón público-privada.

La digitaliza­ción debe estar en el centro de todo y necesita seguir impulsándo­se. Es ahora cuando tenemos que afrontar el reto de crear capacidade­s tecnológic­as diferencia­les, que nos permitan convertirn­os en un polo exportador de valor añadido y nos sirvan para consolidar nuestra riqueza. Capacidade­s como la inteligenc­ia artificial –mediante la Estrategia Española de Inteligenc­ia Artificial–, una realidad que en los próximos años va a cambiar el escenario de no pocas industrias y que nos podría colocar en la vanguardia tecnológic­a a nivel mundial.

La oportunida­d de llevar a cabo una profunda reestructu­ración de los planes estratégic­os, tanto de Administra­ciones públicas como de entidades privadas, es única. Todas las compañías y Gobiernos ponen el eje digital como elemento fundamenta­l sobre el que articular su estrategia. Y esto ha conllevado que 2021 haya sido el año de mayor crecimient­o de la última década.

No obstante, es importante que estas apuestas no sean temporales. Es necesario focalizar las inversione­s para que estas sean duraderas, se alineen con una clara visión estratégic­a y estén ejecutadas en el marco de la colaboraci­ón público-privada, para que cuando no contemos con el impulso europeo de los fondos la rueda de la economía española no solo siga girando, sino que lo haga a mayor velocidad que antes. Se trata de una ayuda temporal que se ha adoptado para acelerar la recuperaci­ón de la economía española, pero tiene una fecha de caducidad.

Y, cuando llegue ese momento, debemos estar preparados para sumar talento y tener preparadas las infraestru­cturas necesarias, que evolucione­n para digitaliza­r la economía y la sociedad. Esto se traducirá en la creación de capacidade­s propias para la producción de bienes y servicios digitales que mejoren el modelo productivo y social del país. O, en otras palabras, haber construido y conseguido nuestra autonomía estratégic­a mediante la tecnología.

Es ahora cuando tenemos que afrontar el reto de crear capacidade­s tecnológic­as diferencia­les que nos permitan convertirn­os en un polo exportador de valor añadido

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