El palacio del saber de la abogacía
► Frescos. De las paredes de la Biblioteca y Archivo del Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM) cuelgan frescos de los últimos decanos de la institución. También una Inmaculada Concepción, un retrato de Alfonso XIII, otro del rey emérito Juan Carlos I y una escena de un juicio de Salomón. Más de 120.000 obras y 35.000 documentos de archivo duermen entre los muros de la que fuera la Casa-Palacio del Marqués de Portazgo. El enclave es ahora una de las sedes del colegio y alberga la biblioteca de la abogacía madrileña.
► Sangre. José Mario Barabino lleva 30 años trabajando en este lugar, los últimos 15 como director. Reconoce que empiezan a tener “un problema de espacio” porque cada año ingresan entre 2.000 y 3.000 nuevos volúmenes. En los sótanos del antiguo palacete, los libros no expuestos –algunos del siglo XV– colman las estanterías en salas refrigeradas. Aquí se guardan los expedientes de limpieza de sangre del siglo XVIII, de la época en la que la institución exigía árboles genealógicos y escudos nobiliarios a los nuevos ingresados. “Era importante investigar el origen del solicitante para mantener el prestigio de la institución”, explica Barabino.
► Préstamos. La biblioteca del ICAM, inaugurada en 1852, cumple 170 años. En la actualidad asiste a los más de 75.000 colegiados, además de jueces, estudiantes y otros profesionales jurídicos. Barabino lamenta que la pandemia ha terminado de vaciar las salas que hace unos años vivían acostumbradas al trasiego. Las herramientas digitales han ganado peso, pero la maquinaria no para. Hay mucho que digitalizar y muchas consultas. “Cada año realizamos 20.000 préstamos”, atestigua. De ellos, la mitad son obras digitalizadas.