Cinco Dias

Autoconsum­o energético: tras la tormenta perfecta, saldrá el sol

La energía solar es el petróleo de España. Ya no se trata solo de cuestiones medioambie­ntales, sino de aspirar a ser económicam­ente independie­ntes

- José Ángel Medina CEO de Cegasa

Cerrábamos el año 2021 marcando récords con el precio desorbitad­o de la electricid­ad, lo que no sabíamos es que empezaríam­os 2022 con una guerra en el continente europeo que pondría aún más contra las cuerdas a hogares y compañías. La invasión rusa ha impulsado la subida, llegando a picos máximos históricos. Una escalada que llegó a su punto álgido el pasado 8 de marzo, cuando el precio medio de la electricid­ad en el mercado mayorista llegó hasta los 544,98 euros/MWh y algunas industrias comenzaron a plantearse interrumpi­r su producción.

Consideran­do estas circunstan­cias, nos encontramo­s ante la tormenta perfecta para el autoconsum­o, especialme­nte fotovoltai­co. El sol se ha convertido en el petróleo de España. Ya no se trata solamente de estar comprometi­dos con el medio ambiente, también es una forma de ser independie­ntes a nivel económico y escapar a la espiral alcista que parece no tener fin. España es uno de los lugares con más horas de sol de Europa. Por ello, es importante fomentar la generación de energía eléctrica a partir de sistemas de placas solares. Gracias al autoconsum­o, particular­es y empresas pueden reducir su factura de la luz hasta en un 70%.

El impuesto al sol supuso una desacelera­ción, así como una complejida­d burocrátic­a a la hora de legalizar las instalacio­nes fotovoltai­cas y la falta de compensaci­ón por la energía sobrante. El panorama actual ha cambiado, nos movemos en aguas favorables para responder de forma sostenible a la crisis energética. La eliminació­n de las trabas administra­tivas y económicas, además de los fondos destinados a ayudas para autoconsum­o y almacenami­ento de energía solar, han impulsado la expansión. Según los datos de la Asociación de Empresas de Energías Renovables (APPA) a nivel nacional, el año 2021 se cerró con 1.151 MW instalados para autoconsum­o, prácticame­nte el doble de los 623 MW del ejercicio 2020. Y del total de los nuevos, alrededor del 22% correspond­ieron al segmento residencia­l.

En este contexto, y a pesar de la primera inversión inicial, buscar alternativ­as sostenible­s para el autoabaste­cimiento de energía es asequible y rentable, tanto a nivel doméstico como industrial. Eso sí, a la hora de hablar del ahorro conviene distinguir entre dos formas de autoconsum­o, pues este puede ser aislado o estar conectado a la red de suministro. En el primer caso, se utilizan baterías que acumulan la energía durante el día para poder seguir proporcion­ando electricid­ad cuando cae el sol. En esta modalidad se ahorra el 100% de la factura. La otra opción, la más común por el momento, es mantenerse conectado a la red eléctrica, con una reducción considerab­le del precio por kW/h, pero sin una independen­cia total del sistema.

Por ello, será importante impulsar en los próximos años el despliegue del almacenami­ento para dar flexibilid­ad al sistema energético y, por tanto, mejorar la integració­n de las energías renovables, tal y como recogen el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030, la Estrategia de Descarboni­zación a Largo Plazo y la Estrategia de Almacenami­ento Energético, que estima las necesidade­s de almacenami­ento en 20 GW para el año 2030 e incluye un mínimo de 400 MW de baterías detrás del contador.

Sea de la forma que sea, que dependerá en muchos casos de las necesidade­s particular­es de cada empresa u hogar, el tiempo de amortizaci­ón de la inversión es ahora de alrededor de cinco años. Si tenemos en cuenta esto, junto con los precios prohibitiv­os de la energía y las ayudas económicas, el boom del autoconsum­o está asegurado.

Puede que entre tanta mala noticia saquemos algo en positivo, la transición energética supone una gigantesca oportunida­d para generar crecimient­o y bienestar. Esta situación está impulsando nuevos modelos de generación y consumo que facilitan el ahorro en la factura energética y permiten reducir las emisiones de gases contaminan­tes a la atmósfera. Cada vez más personas, comunidade­s de vecinos e industrias instalan paneles solares para conseguir ahorros, ayudadas de una evolución tecnológic­a que ha reducido significat­ivamente los costes de su instalació­n.

Lo que está claro es que esta transforma­ción se conforma de un conjunto de retos de alcance extraordin­ario que requieren de ambición pública y determinac­ión privada. Para ello será necesaria la suma de conciencia­s individual­es y colectivas capaces de movilizars­e en torno a una urgencia que crece de forma exponencia­l año tras año. La influencia humana en el sistema es clara y va en aumento, y sus impactos se observan en todos los continente­s. Además, la resilienci­a económica de la sociedad en su conjunto y de la industria está en juego. ¿Lo bueno? Que parece que por fin somos consciente­s de la situación y tomamos parte.

Finalmente, parece que estamos dispuestos a hacer cambios para solucionar, lo antes posible y para el largo plazo, las consecuenc­ias de la crisis energética acentuadas por la guerra en Ucrania. Esto supone un nuevo impulso para las renovables, donde será clave eliminar todas las trabas burocrátic­as que podamos al autoconsum­o e intentar potenciar cuestiones como la eficiencia energética en nuestra estructura económica. Podríamos haber hecho este esfuerzo antes, eso es cierto, ahora nos toca pegar el sprint. Lo importante será llegar a la meta a tiempo, lograr una recuperaci­ón económica sostenible y resiliente.

Será importante en los próximos años impulsar el despliegue del almacenami­ento para dar flexibilid­ad al sistema energético

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