Ya no son los ayuntamientos los que dopan el fútbol, ahora son los jeques
La inyección estimulante de dinero público siempre ha tenido un papel importante, cuando no fundamental, en el fútbol: véanse las recalificaciones de terrenos para construir estadios, o las cesiones de los campos municipales para uso de clubes privados. Es verdad que en los últimos años, al menos en España, se ha racionalizado y profesionalizado este deporte-espectáculo, limitando los desmanes y despilfarros de gestores anteriores (aunque casos como el del Barcelona, con la directiva de Bartomeu en su momento, parezcan desmentirlo). Por eso es ahora la patronal de los equipos españoles, LaLiga, la que se siente agraviada ante la avalancha de petrodólares que inunda el balompié. Los jeques, como otrora los ayuntamientos, hacen malabarismos con las normas para engordar sus juguetes, sean el PSG o el Manchester City. Y aunque la propia UEFA los ha sancionado nominalmente, al final, por unas cosas u otras, los tribunales acaban dando la razón a los nuevos –y no tan nuevos– ricos llegados al deporte rey.