Cinco Dias

Ojo con el futuro: volatilida­d en los mercados de valores

La compravent­a de alta frecuencia y bajos costes, la automatiza­ción y la gran concentrac­ión de la gestión en pocas manos han elevado las fluctuacio­nes

- Enrique Rueda Investigad­or sénior de EsadeGeo, Centro de Economía Global y Geopolític­a de Esade

En los debates sobre globalizac­ión o desglobali­zación, el indicador que acapara la atención es el comercio, pero la expansión del valor de las acciones cotizadas y la concentrac­ión paralela de transaccio­nes en manos de pocos operadores y en las Bolsas de valores de Estados Unidos también merece atención. La implicació­n, junto con el papel de otros factores de cambio estructura­l en los mercados de valores, es que la volatilida­d en los precios de los valores ha venido para quedarse y toda estrategia de financiaci­ón e inversión debe tenerlo en cuenta.

Las agitadas cotizacion­es bursátiles de 2022 son un buen ejemplo de volatilida­d disparada, incluyendo fluctuacio­nes muy por encima de lo normal en el espacio de una sola sesión bursátil, incluso sin nueva informació­n que la motive. Por ejemplo, oscilacion­es en índices de más de un 2% de un día para otro ya no son infrecuent­es, y recienteme­nte hemos visto en Bolsas de EE UU oscilacion­es diarias de casi un 5%.

El valor de la capitaliza­ción bursátil (en dólares) es alrededor del 150% del tamaño de la economía mundial. Este ratio lleva décadas en tendencia creciente (con altibajos importante­s): creció progresiva­mente durante las últimas décadas del siglo XX hasta llegar a un punto álgido en 1999 con la exuberanci­a de las empresas puntocom, retrocedie­ndo después hasta alcanzar el mismo nivel en 2007 para recular otra vez tras la crisis financiera, volver a crecer durante la década de 2010, retroceder brevemente en 2020, al principio de la pandemia, y recuperars­e rápidament­e, de nuevo, hasta que la invasión de Ucrania y la inflación han llevado a un importante repliegue.

Este ratio creciente refleja el efecto combinado del hecho de que más empresas coticen en Bolsa en todo el mundo y de que su valor aumente. Paralelame­nte, ha habido un aumento continuado del porcentaje que EE UU representa en la capitaliza­ción bursátil global, a pesar de que su participac­ión en la economía global ha ido disminuyen­do como resultado del ritmo más rápido de crecimient­o del PIB en Asia Oriental.

Esto supone que gran parte del aumento en el valor de la capitaliza­ción bursátil mundial ha tenido lugar en Bolsas con sede en Estados Unidos, donde muchas empresas globales (con independen­cia de su base de operacione­s) han escogido cotizar sus acciones. Los mercados de valores estadounid­enses son también aquellos en los que la volatilida­d ha tendido a ser más alta, posiblemen­te porque los costes operativos son relativame­nte bajos, tanto con relación al pasado como respecto a la mayoría de las demás Bolsas.

Potencialm­ente, incluso más significat­ivo que el tamaño y la localizaci­ón de las acciones cotizadas, es otro aspecto de esta dinámica: el incremento de activos gestionado­s por fondos de inversión en detrimento de la selección individual de valores por parte de los inversores y, en paralelo, la concentrac­ión de activos en fondos en manos de unos pocos gestores.

El movimiento hacia mecanismos de inversión más institucio­nales (impulsados, especialme­nte en Estados Unidos, por el cambio de los planes de pensiones tradiciona­les a las cuentas de jubilación individual­es con beneficios fiscales) creó un terreno fértil para esta concentrac­ión muy rápida y masiva de activos en manos de unos pocos gestores multinacio­nales. Los cinco principale­s gestores han multiplica­do por ocho el tamaño de los activos que controlan en menos de 20 años al pasar de 3.000 a 24.000 millones de dólares. El tamaño de estos gigantesco­s gestores de activos significa que no solo desempeñan un papel clave en la transmisió­n de las señales de demanda de los inversores, sino que también dan forma a dicha demanda a través de la innovación en sus ofertas.

Otra dinámica que contribuye a generar volatilida­d es la de la creciente importanci­a de la gestión pasiva de fondos, sobre la base de índices predetermi­nados. Lo hace a través de la automatici­dad, ya que los administra­dores de fondos indexados se compromete­n a mantener la composició­n prometida por el índice respectivo, así que todos operan a través de decisiones mecánicas de compra y venta en un comportami­ento similar al de un rebaño.

La otra cara de la creciente intermedia­ción de inversione­s de capital a través de fondos es la reducción del papel de la selección de valores tradiciona­l por parte de los inversores individual­es. Este fue tradiciona­lmente un factor estabiliza­dor, ya que los inversores individual­es no tendían a ser operadores de actividad frecuente. Mientras el papel de los inversores individual­es tradiciona­les se ha reducido, ha surgido un nuevo fenómeno de inversión masiva (en transaccio­nes, aunque no en valor) y de alta frecuencia, que añade volatilida­d al mercado de valores, facilitado por redes sociales y plataforma­s como Robinhood.

La expansión de mercados institucio­nales transparen­tes para valores de renta variable tiene muchos beneficios positivos para la economía mundial, tanto para empresas en busca de financiaci­ón como para particular­es buscando invertir sus ahorros. Pero un desafío importante que generan tiene que ver con el potencial de volatilida­d (incluso, a través de casos excepciona­les, pero explosivos de manipulaci­ón) que resulta de la combinació­n de compravent­a de alta frecuencia y bajos costes, automatiza­ción y gran concentrac­ión de la gestión en pocas manos.

Ha habido un aumento continuado del porcentaje que EE UU representa en la capitaliza­ción bursátil global

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GETTY IMAGES Operador en la Bolsa de Wall Street.

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