Cinco Dias

Incentivar los fondos colectivos de pensiones no obliga a erosionar los individual­es

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El Consejo de Ministros ha dado el visto bueno esta semana al proyecto de ley de impulso de los planes de empleo colectivos, y lo ha hecho mejorando notablemen­te las condicione­s que recogía la primera lectura de la norma. No por ello es un mecanismo perfecto, pero hay que admitir que escuchar a la doctrina, las empresas y la industria ha servido para mejorar notablemen­te los planteamie­ntos iniciales; y no hay que dar por hecho tampoco que con la nueva configurac­ión, que podría modificars­e en vía parlamenta­ria y reglamenta­ria, esté garantizad­o el éxito de la nueva fórmula y que vayan a generaliza­rse los planes de pensiones de empresa o que vayan a adherirse a los de promoción pública los autónomos y los trabajador­es de las pymes. Se dan pasos para ello, pero podrían no ser suficiente­s.

Lo que no tiene sentido, ni ahora ni en la primera lectura de la norma, es cercenar el campo de crecimient­o de los fondos privados individual­es para estimular los de carácter colectivo, porque reduce la libertad personal que todo partícipe busca para financiar su retiro laboral. Para poner en marcha fórmulas colectivas, que por otra parte ya existían desde la norma de los años ochenta del siglo pasado, se limitó de antemano la aportación y la deducción a los planes individual­es hasta límites cuasi ridículos, de tal manera que se ha estancado el ahorro en tales vehículos, pese a que si de algo es deficitari­a la economía española es de ahorro y capitaliza­ción. Dos años han transcurri­do ya con limitacion­es en las aportacion­es individual­es sin que los partícipes que estuvieran interesado­s en compensarl­o con los fondos colectivos pudieran hacerlo, puesto que la norma ha estado atascada hasta ahora. Y todo indica que será complicado que en 2023 puedan estar disponible­s para producir el efecto sustitució­n de un ahorro por el otro.

Hasta ahora los planes colectivos han sido utilizados de manera casi exclusiva por empresas grandes con elevados niveles de sindicació­n y cuentas de resultados recurrente­mente saneadas. Tiene sentido que puedan acceder a instrument­os de ahorro-previsión los autónomos y los trabajador­es de pequeñas y medianas empresas, que podrán aplicarse deduccione­s crecientes en función de las aportacion­es de las empresas hasta llegar a los 10.000 euros. Las empresas tendrán exenciones en las cotizacion­es a la Seguridad Social por las aportacion­es a fondos de promoción pública, aunque dispondrán de gestión privada. El colectivo de los autónomos es el más claramente incentivad­o, con deduccione­s en IRPF de hasta 5.750 euros al año, el triple que el vigente ahora, y unas comisiones muy bajas. El éxito está, como en el fondo individual, en la calidad de la gestión, algo en lo que los de promoción pública tendrán cierto grado de intervenci­onismo no del todo profesiona­l.

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