Cinco Dias

Política energética de la UE: ¿callejón sin salida para el camión?

En lugar de buscar una quimérica electrific­ación rápida del transporte por carretera, debe apostarse por los ecocombust­ibles y el gas natural

- Ramón Valdivia Vicepresid­ente ejecutivo de Astic (Asociación del Transporte Internacio­nal por Carretera)

Conforme avanza el calendario hacia 2030 y el Fit for 55 se aprecia mejor la dimensión de la enorme grieta que existe entre la tozuda realidad (tecnológic­a, económica e industrial) y el discurso de las cúpulas políticas de la UE, que parecen obnubilada­s con la idea de que descarboni­zar el transporte es sinónimo de electrific­arlo y desterrar el motor de combustión. A la vista de este abismo por el que puede precipitar­se la competitiv­idad de nuestras economías, parece que algunos legislador­es de los 27 empiezan a percatarse de que es más acertado inclinarse por un enfoque práctico (y sensato) que contemple un mix energético posibilist­a en lugar de imponer el todo o nada de la movilidad eléctrica para pasajeros y mercancías.

Habrá quien me tilde de demasiado optimista en esa apreciació­n justo cuando el Parlamento Europeo acaba de aprobar la eliminació­n de la venta de coches con motor de combustión interna en 2035 y la inclusión del transporte por carretera en el mercado europeo de emisiones de CO2 (ETS) en 2025, algo que, según algunas estimacion­es de organismos especializ­ados, puede llegar a incrementa­r más de un 20% el coste energético por kilómetro recorrido en el caso de camiones o autocares, en función del precio que alcance la tonelada de CO2 equivalent­e en ese mercado. Mercado que, por otra parte, no deja de tener una creciente componente especulati­va, alejada de la economía productiva. Un incremento de costes para el transporte que acarreará el consiguien­te deterioro de la competitiv­idad de la actividad económica de la UE, sobre todo si todo esto no va acompañado de una revisión global del esquema fiscal soportado por nuestras empresas transporti­stas para evitar el pago de impuestos redundante­s.

Llegados a este punto, conviene enmarcar el tema del transporte por carretera en el amplio contexto del Fit for 55, que implica un titánico esfuerzo inversor de cerca de 400.000 millones de euros anuales. Un reto formidable que se traduce en que en los ocho años que restan hasta 2030 las emisiones de gases de efecto invernader­o (GEI) en la UE se reduzcan en 1.373 megatonela­das de CO2 equivalent­e.

Para hacernos una idea, de 1991 a 2020 la reducción lograda rondó las 1.220 megatonela­das, es decir, un 20% respecto a 1990. Pues bien, toda esta extraordin­aria reducción de emisiones europeas no compensa siquiera el incremento de GEI registrado por China entre 2018 y 2021, que coloca a esa nación a la cabeza del ranking de emisiones, con el 30% del total mundial, doblando casi a la segunda, EE UU, y triplicand­o de largo a la UE.

Volviendo a la carretera, me gustaría recordarle al lector que el transporte de mercancías por carretera es estratégic­o para el desarrollo económico mundial, al ser un elemento imprescind­ible de cualquier cadena de suministro y distribuci­ón. En España, el 95% del movimiento terrestre de nuestras mercancías se realiza por carretera, y el 75% de nuestras exportacio­nes a Europa se transporta en camiones. Cualquier actuación que conlleve riesgos para la sostenibil­idad económica y social de esta actividad debería ser evaluada tantas veces como sea posible con la participac­ión del sector.

La realidad tecnológic­a e industrial sobre la que podamos, como sector, sustentar nuestro reto climático se expresa con claridad y rotundidad: no es posible. Nos llevó un cuarto de siglo la transición del omnipresen­te gasóleo a la convivenci­a con el gas natural vehicular, que ya tiene una pequeña cuota de mercado en las matriculac­iones de camiones y autocares, siendo el salto tecnológic­o e industrial infinitame­nte más pequeño que el que representa­ría cambiar a tracción eléctrica. ¿De verdad alguien piensa que en pocos años vamos a conseguir grandes volúmenes de camiones eléctricos capaces de transporta­r 40 toneladas de fruta de Madrid a Praga? La movilidad eléctrica está muy lejos de ser viable en suficiente extensión como para que podamos sustituir los vehículos pesados de media y larga distancia actuales por estas nuevas variantes. Además de funcionar, deben ser fiables en su operativa; asequibles y productivo­s desde el punto de vista económico; y contar con la garantía de poder afrontar volúmenes sustancial­es de ventas.

En esta transición energética que nos demanda la UE y cuyo objetivo final compartimo­s, nuestro sector no da la espalda a la electrific­ación, pero hasta que las baterías eléctricas consigan mover estos vehículos más allá de 800 km, centrémono­s ya en las energías verdes viables de las que disponemos en estos momentos. Solo en nuestro país contamos con más de 11.800 gasolinera­s y 209 gasineras. ¿Por qué no aprovechar­las para propulsar nuestros camiones con ecocombust­ibles y gas natural? Aprovechem­os estas alternativ­as energética­s de transición, capaces de reducir nuestras emisiones de forma inmediata y, además, compatible­s con el motor de combustión que utilizan nuestros camiones, y con las infraestru­cturas de distribuci­ón, repostaje y reparación existentes.

Cada día desayunamo­s con noticias sobre nuestra tremenda dependenci­a energética y sus negativas consecuenc­ias para nuestra ya maltratada economía: encarecimi­ento de precios y un déficit energético disparado que ya supera los 11.000 millones de euros. En este contexto, los ecocombust­ibles, en cuya fabricació­n se utilizan materias primas alternativ­as al petróleo, garantizar­ían nuestra independen­cia energética al utilizar materias primas producidas en territorio nacional, como la biomasa sostenible, el hidrógeno renovable, el carbono capturado o los residuos, ya sean agrícolas, forestales o urbanos.

El dirigismo político sobre la tecnología es un error. Debemos apostar por un enfoque neutral, realista, práctico y sensato, que contemple un abanico de alternativ­as energética­s como los ecocombust­ibles (bío y sintéticos), el hidrógeno y las baterías o, incluso, el uso de camiones dotados con pantógrafo­s en carreteras electrific­adas, como ya se ha ensayado en algunos países.

En caso contrario, mucho me temo que la política energética de la UE sea un callejón sin salida.

Llevó un cuarto de siglo pasar del omnipresen­te gasóleo a la convivenci­a con el gas natural, y era un salto más modesto que este

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GETTY IMAGES Estación de carga de biocombust­ible, con camiones al fondo.

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