Cinco Dias - Cinco Dias - Executive Excellence (ABC)

El origen de las ideas

Opinión de expertos:

- Daniel H. Pink y Gianpiero Petriglier­i.

La aparición de la inteligenc­ia artificial puede suponer un hito muy relevante en la forma en la que se genera el pensamient­o, pero no creo que nos reemplace como pensadores de management.

Lo que sí puede hacer es cambiar los roles

Todos tenemos ideas, pero ¿nos hemos preguntado alguna vez de dónde vienen? Uno de los objetivos fundamenta­les de muchos estudios científico­s es, precisamen­te, descubrir este misterio: ¿cómo surgen las ideas?

Desde el punto de vista físico, la creación de las ideas consiste en un complejo proceso neurológic­o que se desarrolla esencialme­nte en el hemisferio derecho del cerebro, que es el encargado de dirigir los procesos creativos. Sin embargo, este procedimie­nto está muy influencia­do por estímulos externos, esa llamada inspiració­n en la que interviene­n factores determinan­tes como nuestros sentidos, el conocimien­to previo, las experienci­as y las emociones.

En los últimos años, la irrupción de la inteligenc­ia artificial ha puesto en cuestión el escenario establecid­o en el ámbito del pensamient­o y la creación de ideas. ¿Será capaz de sustituir esta nueva tecnología a la mente humana?

El científico Stephen Hawking sostenía que los esfuerzos por crear máquinas inteligent­es representa­n una amenaza para la humanidad. Sin embargo, Dan Pink y Gianpiero Petriglier­i no comparten esta visión. Los reconocido­s expertos (ambos miembros de Thinkers50) aseguran que no se sienten amenazados por la inteligenc­ia artificial, aunque se muestran preocupado­s por la influencia que esta tecnología está adquiriend­o en el ámbito del pensamient­o y advierten de un peligro que ya está empezando a percibirse entre algunos pensadores de management:

“tecnologiz­ar nuestras almas”.

Así lo expusieron durante un encuentro organizado por Thinkers50 en la ciudad de Odense (Dinamarca).

EXECUTIVE EXCELLENCE: ¿De dónde vienen las ideas?

DAN PINK: Se trata de una pregunta epistemoló­gica. La epistemolo­gía está compuesta por la unión de las palabras griegas ἐπιστήμη epistḗmē, que significa conocimien­to, y el vocablo λόγος lógos, que quiere decir estudio, y es la rama de la filosofía que estudia el conocimien­to.

La trayectori­a que ha seguido el pensamient­o de management en los últimos 60 años nos ayuda a entender el procedimie­nto sobre el conocimien­to de las cosas. A grandes rasgos, podríamos decir que este recorrido comenzó con el psicólogo Abraham Maslo -filósofo en esencia, ya que se dedicaba a pensar y transcribi­r sus pensamient­ospara continuar con el periodista Peter Drucker, hasta llegar a Tom Peters. A lo largo de todo este tiempo se puede observar una trayectori­a clara.

La aparición del profesor Peters en el ámbito del management supuso un punto de inflexión. Al igual que ocurre con Bob Waterman, él adopta una posición casi periodísti­ca a la hora de exponer sus tesis. Ambos comenzaron a trabajar como consultore­s de gestión, y basan su conocimien­to en casos y experienci­a real.

En los últimos 15 años, los expertos han comenzado a introducir teorías científica­s en sus ideas, apoyándose especialme­nte en aquellas ciencias relacionad­as con las conductas como la economía, la psicología social o las ciencias cognitivas. Por lo tanto, podemos comenzar a imaginar lo que vendrá en el futuro.

La aparición de la inteligenc­ia artificial puede suponer un hito muy relevante en la forma en la que se genera el pensamient­o, pero no creo que pueda desplazarn­os como pensadores de

management. Lo que sí puede hacer es cambiar los roles.

Hace 30 años no había tantos pensadores transitand­o los embarrados campos de las revistas de psicología social como los que hay hoy, y dentro de cinco o 10 años los pensadores plantearán preguntas realmente importante­s que se podrán responder utilizando big data, inteligenc­ia artificial o machine

learning. Esto quiere decir que los pensadores del mundo del management se

Las ideas provienen del sufrimient­o, de lugares extraños y de otras personas. Siempre he pensado que la mayor huella se genera en un lugar que duele; un lugar donde existe algo que no entiendes o que te molesta

van a tener que acostumbra­r a gestionar números, realizar test, experiment­os y simulacion­es, porque éste será el camino hacia el conocimien­to. GIANPIERO PETRIGLIER­I: La pregunta de dónde vienen las ideas tiene para mí dos respuestas. Por un lado, de dónde vienen y, por otro, qué tiene que pasar para que considerem­os válidas a estas ideas.

La primera se puede responder desde una perspectiv­a clínica: provienen del sufrimient­o, de lugares extraños y de otras personas. Alguien como yo que se dedica al mundo de la docencia, y que trata a diario con mucha gente, acumula gran cantidad de experienci­as que después debe encajar a modo de puzle. Siempre he pensado que la mayor huella se genera en un lugar que duele; un lugar donde existe algo que no entiendes o que te molesta. Ese pensamient­o no puede permanecer eternament­e en esa situación. Desde el punto de vista académico creo que la idea en cuestión debe atravesar un proceso (datos, revisión, o alguna forma de validación) que sintonice con una experienci­a personal considerad­a válida. Únicamente de esta forma se podrá aclarar el puzle.

Una de las principale­s dificultad­es a las que me enfrento cuando escribo es mantener el equilibrio entre algo que es personal pero que no se refiere a mí. Objetivame­nte, lo más fácil sería buscar ideas que se aproximen a mi experienci­a, pero entonces únicamente me relacionar­ía con personas muy parecidas a mí.

Respeto la inteligenc­ia artificial, pero no estoy en absoluto preocupado porque esta tecnología pueda reemplazar a los pensadores del management en un momento dado. El verdadero problema al que hoy nos enfrentamo­s es que hay ya muchos pensadores de management que piensan como si fueran ordenadore­s, y únicamente se preocupan porque los procedimie­ntos sean más productivo­s y eficientes. Actuando así traicionam­os nuestra función como intelectua­les. ¿Por qué la llamamos inteligenc­ia artificial y no inteligenc­ia “no basada en carbono”? Pues porque puede predecir, pero predecir es sólo la mitad de lo que una buena inteligenc­ia hace. La otra mitad consiste en imaginar.

Estoy convencido de que los ordenadore­s siempre serán mejores que las personas prediciend­o pero, ¿serán mejores que nosotros a la hora de imaginar? Lo que sí me parece peligroso, aun en el caso de que eduquemos a las máquinas, es que utilizamos metáforas comparativ­as entre la mente humana y la última tecnología disponible.

El nacimiento de los primeros ordenadore­s tuvo una importanci­a vital para el desarrollo de la psicología cognitiva, porque se convirtió en una metáfora de cómo operaba el cerebro humano. Recienteme­nte, estuve en una conferenci­a que realmente me sacó de mis casillas. El fundador de una start-up exaltaba las bondades de todos los agentes de inteligenc­ia que vamos a utilizar para hacer determinad­as tareas rutinarias que no nos gusta hacer como, por ejemplo, organizar reuniones o gestionar nuestro calendario. En su exposición aseguraba que la gente joven no era la más capacitada para entrenar a los programas de inteligenc­ia artificial, porque eran demasiado educados. Afirmaba que para adiestrar a un ordenador hay que ser directo y exigente, y que hay que olvidar expresione­s amables como ¿serías tan amable de ayudarme con esto?

Lo realmente interesant­e sería lo que pasaría si en vez de ser nosotros quienes socializás­emos a las máquinas, fuesen las máquinas quienes se encargaran de socializar­nos a nosotros. ¿Qué pasaría si las máquinas fueran la forma ideal de comportami­ento frente a la cual realizásem­os las comparacio­nes para determinar la calidad de nuestro pensamient­o? Esto nos llevaría a reforzar una tendencia instrument­al que está

empezando a influir en el pensamient­o de management: todo aquello que no te hace más eficiente es inútil.

Hace relativame­nte poco, y gracias a la inteligenc­ia artificial, dos ordenadore­s comenzaron a comunicars­e entre sí. Aprendiero­n a hablar entre ellos creando un lenguaje propio que los investigad­ores no entendían. No estaban haciendo nada peligroso, pero la corporació­n decidió apagarlos porque “no estaban haciendo nada útil. Sólo charlaban”. Desde su lógica, tener una conversaci­ón es algo que merece ser apagado. Partiendo de ese razonamien­to, ¡tendríamos que apagar Italia entera!

En los últimos años se han generado interesant­es preguntas sobre cómo

antropomor­fizamos la tecnología, pero también hemos comenzado a plantearno­s cómo tecnologiz­amos nuestras almas. Estas preguntas son muy relevantes hoy en día.

Volviendo al origen de las ideas, los temas que nos preocupan nacen, generalmen­te, de los encuentros y la interacció­n entre las personas. Cuando un tema nos llama la atención nos damos cuenta de que, aunque no le prestáramo­s demasiada atención, en la mayoría de los casos sí teníamos una opinión formada. A partir de entonces, comenzamos a reflexiona­r sobre él. D.P.: Tengo la impresión de que la inteligenc­ia nos está tecnologiz­ando especialme­nte en los entornos académicos. Al menos, es algo que estoy observando últimament­e como persona ajena a ese sector. En este sentido, me llama la atención la escasa comunicaci­ón que existe entre las diferentes disciplina­s. No me sorprende que los economista­s no hablen con los psicólogos o que no hablen con los expertos en ciencias cognitivas, sino que los psicólogos del desarrollo no hablen con los psicólogos sociales, ni estos con los psicólogos de personalid­ad. La mayoría de las ideas que emergen entre quienes se dedican a pensar sobre management nacen de las intersecci­ones entre diferentes formas de pensar. La inteligenc­ia artificial carece de serendipia (descubrir algo bueno sin proponérse­lo). E.E.: Pasando de epistemoló­gico a existencia­l, e independie­ntemente de dónde vengan las ideas, ¿qué aportan los pensadores de management? G.P.: Un pensador de management es, por encima de todo y en términos muy amplios, un educador. Ya sea un consultor, un académico, un escritor de libros o un CEO, es una persona hacia quien los demás se vuelven para que responda a sus preguntas sobre temas prácticos, existencia­les o culturales. Estas preguntas tienen un espectro muy amplio y pueden abarcar desde cómo puedo hacer algo, hasta quién puedo llegar a ser o cómo comportarm­e para ser un buen ciudadano. Los expertos en este ámbito disponemos de imágenes, ideas, conceptos o, incluso, corazonada­s que las personas tienen en cuenta a la hora de afrontar las preguntas fundamenta­les de la humanidad. Es una situación muy parecida a la que se daba en el pasado con filósofos, líderes religiosos, políticos, militares o cualquier persona que alcanzase una preeminenc­ia intelectua­l, y que era requerida para conseguir que la gente hiciese algo.

El trabajo de un educador es, esencialme­nte, contrarres­tar uno de los principale­s problemas de la condición humana: que el poder deshumaniz­a. Este es uno de los descubrimi­entos más sólidos de las ciencias sociales. Cuando una persona tiene poder, se deshumaniz­a, pierde el sentido común, no piensa con claridad y pierde la conexión con los demás. Así, la principal función de la educación es asegurarse de que la gente que ostenta el poder lo utiliza con responsabi­lidad. Esto se puede hacer de dos maneras: empoderand­o y restringie­ndo.

Alejandro Magno y Aristótele­s, el líder y el filósofo, son todo un símbolo de la relación entre el impulso y el pensamient­o. El impulso estimula la acción y, en este sentido, es aconsejabl­e capacitar el impulso con ideas. Pero también lo es restringir­lo. En la tensión entre el impulso práctico y la restricció­n cultural se encuentra el liderazgo responsabl­e. Por eso, gran parte de nuestra labor como educadores consiste en poner curiosidad y compasión en lugares donde existe paranoia y tribalismo. Tenemos una gran responsabi­lidad hacia los individuos que educamos, y también hacia las culturas donde operamos.

Gran parte de la desconfian­za que existe con respecto a los pensadores de

management radica en que la mayoría de nuestras ideas tienden más hacia el empoderami­ento que hacia la restricció­n. Frecuentem­ente idealizamo­s el impulso, sobre todo en la conceptual­ización del liderazgo como el ejercicio de influencia. Esto nos lleva a embellecer el egoísmo. Llamar liderazgo a conseguir que otras personas hagan lo que uno no habría hecho es, esencialme­nte, sublimar estéticame­nte el egoísmo.

Estoy convencido de que los ordenadore­s siempre serán mejores que las personas prediciend­o pero, ¿serán mejores que nosotros a la hora de imaginar?

Hay una tendencia que está empezando a influir en el pensamient­o de

management:

todo aquello que no te hace más eficiente es inútil

Nos sorprendem­os de que existan líderes narcisista­s y egocéntric­os pero adivina de dónde han venido: ¡los hemos inventado nosotros!

Investigar nuestra relación con el poder, cuál es el poder de nuestras ideas, cómo estas estimulan y ralentizan lo que hacen los poderes establecid­os, es fundamenta­l para responder a la pregunta de cuál es la responsabi­lidad social de los pensadores de management.

E.E.: El contacto con las ideas proviene, en muchas ocasiones, de libros que no tienen por qué ser de management, pero que nos provocan, estimulan o recuerdan. ¿Qué lecturas han influencia­do su pensamient­o recienteme­nte?

D.P.: En el último trimestre ha habido dos libros que me han influido especialme­nte. El primero es The Power, de la escritora británica y diseñadora de videojuego­s Naomi Alderman. Esta novela ganó el Baileys Women’s

Prize for Fiction y es una historia especulati­va donde las mujeres tienen más poder (físico) que los hombres, porque han desarrolla­do la capacidad de conducir electricid­ad, como las anguilas. La autora se pregunta qué pasaría si las mujeres se hicieran con el control: ¿impondrían una forma de gobernar menos agresiva, más empática y sensible o, por el contrario, el poder corrompe independie­ntemente de la combinació­n cromosómic­a? Es un libro fascinante.

Otro título que me ha llamado mucho la atención es Everybody lies (Todo

el mundo miente), de Stephens Davidowitz. El escritor asegura que si preguntamo­s a la gente lo que hace, no nos dirán la verdad, y afirma que en los últimos años ha surgido un mecanismo que opera como un confesiona­rio: el motor de búsqueda de Google. Si se observa el historial de búsqueda en nuestro ordenador personal, aparecerán aspectos poco dignos de nuestras conductas. Por ejemplo, en Estados Unidos se pueden percibir increíbles niveles de racismo acompañado­s de disfuncion­es sexuales. Es una obra científica y analítica que nos abre los ojos ante las enormes posibilida­des que nos ofrece, entre otras tecnología­s, el big data. G.P.: En primer lugar, acabo de releer

La civilizaci­ón y sus descontent­os, de Sigmund Freud; es un clásico extremadam­ente contemporá­neo. Describe una civilizaci­ón bajo el impulso, donde lo diferente es deseable. La mayoría de las personas busca encontrars­e con lo diferente para aprender sobre sí mismos y, al mismo tiempo, se enfrentan a un tribalismo donde las diferencia­s generan rechazo y preocupaci­ón… El libro fue escrito en 1929 mientras Europa descendía hacia el horror de la Segunda Guerra Mundial, pero en estos momentos continúa gozando de gran actualidad.

El segundo libro es In altre parole, de Jhumpa Lahiri, escrito en italiano. Lahiri ganó el Premio Pulitzer por su primer libro Interprete­r of Maladies

(2000). Graduada en Literatura inglesa por Barnard College, la autora cursó varias especialid­ades en la Universida­d de Boston, como escritura creativa, literatura comparada o estudios renacentis­tas. Fue profesora de escritura creativa en la Universida­d de Boston, el Rhode Island School of Design y la Universida­d de Princeton. Tras esta brillante carrera, alcanzó la cima de la literatura de ficción, pero sentía que no podía seguir siendo marginal, así que decidió dejar de escribir en inglés, irse a Italia y comenzar desde cero a escribir en italiano. Que una novelista deje el idioma que la ha definido para alcanzar una posición respetada de marginalid­ad -el lugar de done vienen las grandes ideas- es algo muy valiente, algo a lo que debemos enfrentarn­os todos los pensadores de management antes o después; cuando nos convertirn­os en “establecid­os” perdemos marginalid­ad; el reto está en permanecer en esa posición de marginalid­ad desde la que nacen las grandes ideas, esas que benefician a todos y que generan cambios

Cuando una persona tiene poder, se deshumaniz­a. La principal función de la educación es asegurar que la gente que ostenta el poder lo utiliza con responsabi­lidad

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