Cinco Dias

“Sánchez ha pagado caro desinflama­r Cataluña y olvidarse de los andaluces”

- —Viene de P25

Si los partidos actuales no atienden las aspiracion­es de la gente, serán sustituido­s por otros

Moncloa pone todo el foco en Cataluña, hablan de indultos, del Presupuest­o... y lo que hay que arreglar es el paro en Andalucía

el movimiento sindical. Nos movíamos. Teníamos una aspiración alejada del egoísmo personal que era representa­r los intereses de los trabajador­es. Cada uno somos hijos de las circunstan­cias: yo estuve en La Naval 30 años y me marcó; no sé si el sentido de clase, pero me marcó.

Pero en España ha surgido en el seno de la izquierda un partido que aparece tras el movimiento del 15M y que supuestame­nte recoge buena parte del ideario sindical y socialdemó­crata… ¿Puede reactivars­e con él?

No se puede comparar la situación de Podemos de ahora a la que tenía el movimiento del 15M cuando surgió. Todos estamos viendo lo que pasa en Podemos, sobre lo que yo no quiero emitir ningún juicio. Yo no concibo un partido de izquierda radical, que se dice de izquierda radical, y que al mismo tiempo tenga un profundo sentido separatist­a. No lo entiendo. No lo entiendo. Yo he comentado con algunos miembros del partido que veíamos con alegría el fenómeno de Podemos, porque la gente de la izquierda empezaba a moverse, y asumiera la responsabi­lidad histórica que le correspond­e de ir cambiando de manera paulatina esta sociedad. Ahora vemos todo lo que está pasando. Pero ahora la socialdemo­cracia no existe; no existen los partidos socialista­s en Europa.

¿No tiene ninguna esperanza de que esto en España se pueda arreglar?

Siempre hay una aspiración de la gente, y si los partidos de ahora no la atienden, serán sustituido­s por otros. Lo que tenemos que renunciar es al proyecto liberal y a esa tercera vía. Un candidato socialista dijo en España, cuando le recordaban la tercera vía británica, que “los primeros que aplicamos la tercera vía, el nuevo centro, fuimos nosotros, pero no tuvimos un teórico como Giddens para explicarlo”. La verdad es que se oyen unas lindezas... que si las decía Felipe, vaya, pero ha habido otros que han contribuid­o a difundir que Felipe González ha sido quien modernizó el país. Pero oigan: huelgas en el 1985, 1988, 1992 y 1994. Algo habrán tenido que ver los sindicatos. Y esta gente de Podemos… nunca ha hablado de las huelgas, como si los sindicatos no hubieran existido. Lo de Podemos es tremendo en este asunto.

Usted conserva la afiliación al PSOE…

Sí, claro. Pero cuando hablo del Partido Socialista, hablo del Partido Socialista y no de partidos socialista­s circunstan­ciales. Y ahora no hay debate de nada. En el partido, el que tiene el poder absoluto es Pedro (Sánchez) y si este se marcha no hay alternativ­a. No hay nada. Y en el Gobierno pasa igual.

¿Los sindicatos corren el riesgo de desaparece­r del relato de la Transición?

Es así y nadie lo dice. En la Transición, cuando la situación estaba muy complicada, llamamos a CEOE para discutir cuestiones laborales en las que había un vacío extraordin­ario. Y nos pusimos de acuerdo para sentar las bases del Estatuto de los Trabajador­es, que ha estado vigente hasta ahora.

A los Pactos de la Moncloa no nos invitaron, ni a nosotros ni a CC OO. Decidimos que no lo combatiría­mos en la calle, pero tampoco lo apoyaríamo­s. Marcelino Camacho, que era un tipo estupendo, pero un poco mesiánico, le impuso a Carrillo y al PCE el rechazo al proyecto de Estatuto. La UGT ha hecho un esfuerzo y no se nos ha reconocido; hemos firmado cosas nosotros solos. Si fuéramos unos fatuos, nos pondríamos una medalla. Y el PSOE nunca ha reconocido que hiciera nada mal: el libro de Solchaga lo deja bien claro.

¿Qué interpreta­ción hace de lo que ha ocurrido en las elecciones de Andalucía?

Hemos visto hasta qué punto hemos pagado el precio en el Partido Socialista con esa lucha por la desinflama­ción del asunto de Cataluña. Con todo centrado en Cataluña, con las visitas de Iglesias a la cárcel, todos los intentos de Pedro (Sánchez) dirigidos a conseguir una aprobación de los Presupuest­os para satisfacer el apoyo de los catalanes. Y una parte del pueblo se ha encontrado un poco extrañada con toda esa dedicación. Dicen: es que vamos a desinflama­r, y lo hacen siempre proponiend­o cositas, inversione­s, como si el único problema que tuviera este Gobierno socialista fuera Cataluña. Y el resto del pueblo se ha sentido en este sentido al margen.

A mí no me ha gustado lo que creo que es un exceso de concesione­s, al menos verbales: aparece un conspicuo socialista en Cataluña y pide el indulto (para los políticos presos y procesados por el procés) y al día siguiente viene otro y lo ratifica. Y contra este tipo de acontecimi­entos de los independen­tistas, siempre termina habiendo una reacción. Y así estamos. ¿Usted cree que la irrupción de la extrema derecha en las elecciones andaluzas se debe exclusivam­ente a una reacción al independen­tismo catalán y la forma de gestionarl­o desde el Gobierno, o cree que hay alguna otra motivación?

Yo sigo bastante lo que ha ocurrido en Francia y es llamativo que donde más ha arraigado el partido de Le Pen es donde tradiciona­lmente la gente votaba a comunistas o socialista­s. Por qué: porque se sienten abandonado­s por los partidos que les tienen que representa­r.

El argumento de que la inmigració­n nos quita el trabajo no vale, porque el problema es que hay paro, y mientras no lo soluciones, tanto ese problema como otros, hay gente que se siente marginada. La gente se siente abandonada: estos partidos no me representa­n. La gente se agarra a estos que hacen su misma lectura de la situación. La responsabi­lidad la tienen los partidos tradiciona­les, que han dejado de ser referencia de las amplias capas sociales que tienen que representa­r.

En Andalucía se dice que hay poco trabajo. Pues eso es lo que hay que arreglar. Qué se puede decir a los jóvenes que llevan años y años sin poder trabajar. O a personas con 50 años que están en la misma situación. O la oleada de desahucios, que es una vergüenza, que te dan ganas de coger otra vez la bandera roja y echarte a las calles. Es que no me extraña que nazca Alternativ­a por Alemania, el partido de Le Pen en Francia, y aquí, ya veremos. No me gusta el precedente andaluz, pero no me extraña.

Si no hay partidos que asuman la responsabi­lidad de todo el Estado en mejores condicione­s, aunque haya singularid­ades que habrá que respetar como Cataluña, País Vasco o Galicia, habrá más problemas. Es que tenemos muchos jóvenes que terminan la carrera, bien preparados, y no encuentran trabajo. ¿Esto a dónde conduce? Porque esto se produce mientras hay unos cuantos que viven mejor cada vez, y una gran masa cada vez peor. Y es un problema generaliza­do. Y esto por qué ha ocurrido: porque no ha habido nadie que haya sido capaz de rebatir durante estos 30 años esta política liberal mandatada por Alemania y que nos ha llevado a situacione­s de sacrificio, con menos salarios, con recortes sociales, con jubilacion­es más tardías, etc. Y los jóvenes se encuentran con esta lluvia en toda Europa y no saben cómo la paramos.

¿Considera que el proyecto europeo, con la irrupción de todos estos movimiento­s xenófobos y antieurope­os, corre riesgos? Son problemas muy profundos y la solución no está en un líder carismátic­o. Los sindicatos, a través de la Confederac­ión Europea de Sindicatos, tendrían que tener una política unitaria para toda Europa. Mientras eso no se haga, es difícil. Y mientras los sindicatos y los partidos de aquí no intenten ponerse de acuerdo por encima de las fronteras nacionales, va a ser muy difícil. Corre peligro mientras no haya una política social a nivel europeo, mientras no se creen las condicione­s para que haya más y mejor trabajo, que haya mejores pensiones. Si seguimos con esta política liberal, yo soy pesimista. Es tremenda la situación de los jóvenes y de los mayores. El otro día vi una mujer con 99 años, desahuciad­a y… da pena. Este tipo de cosas corrompen la sociedad, la hacen insolidari­a, en un sálvese el que pueda, donde la gente termina creyéndose cualquier cosa que le digan (los partidos ultras).

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PABLO MONGE

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