El vacío de la maternidad
Ilena Trapé viaja del Berlín de Las distancias a La Vall Fosca de Els encantats para reflexionar sobre el duelo de la primera separación de una madre y su hija
Una niña llora en el asiento trasero de un coche. No la vemos. La cámara enfoca a su madre, cada vez más pequeña según su hija se aleja. Es la primera vez que se separan y del vacío que deja en ella este alejamiento habla Els encantats, la tercera película de Elena Trapé que se estrena ahora tras su paso por el Festival de Málaga, donde el filme conquistó el premio al mejor guion. “La maternidad y cómo se supone que la tienes que vivir acarrea unas consecuencias de culpabilidad en la vida de la madre –reflexiona la directora de Las distancias cuando la entrevistamos–. Yo lo he vivido así y mi entorno también. La paternidad viene con premio y cuando el padre se implica es una fiesta. En nuestro caso es lo contrario. Cualquier intento de espacio propio se castiga”.
Esa culpa invade a Irene (Laia Costa) cuando ve marchar a su hija en el fin de semana que le toca con su padre, de quien se ha separado hace no mucho. En las horas posteriores pone en orden su nueva casa, queda con antiguos amigos, pero nada le llena. Entonces intenta buscarse en sus raíces, en el pueblo de los Pirineos de donde procede su familia. Tampoco allí encuentra consuelo. Ni en el paisaje espectacular de Antist, en La Vall Fosca, donde rodar en otoño fue bastante complicado según cuenta la directora. Ni en los curiosos personajes secundarios que pueblan ese paraje aislado.
Ainara Elejalde (hija de Karra, de casta le viene al galgo) interpreta a una superviviente de cáncer que, a pesar de su juventud, es mucho más madura que Irene. “Ha tenido la valentía de tomarse el tiempo y recomponerse después de una experiencia muy dura”, explica Trapé. Daniel Pérez Prada, en una subtrama que alivia la tensión dramática del filme, es ese ligue que representa “una nueva intimidad que no es el momento de poder construir”. Aina Clotet y su familia perfecta “es la amiga de toda la vida que tiene una vida de postal”. Y no falta la madre de Irene, en off, esa voz que “no puedes acallar, que se queda resonando en tu cabeza hasta que terminas repitiendo el mismo patrón”.
Los días en Antist deberían ser apacibles. Pero Irene no consigue ser feliz ni en las caminatas ni en los chapuzones en preciosos estanques. Algo que la directora nos transmite con un lenguaje subjetivo y minimalista. “Pensé que si la rodaba de manera más realista, cámara en mano, el conflicto de la protagonista iba a parecer muy endeble, y lo que quería era darle un peso al tiempo y a los espacios para que como espectador lo vivas como lo vive el personaje: cómo puede parecer que el tiempo transcurre tan despacio, cómo un entorno idealizado puede parecer hostil...”.
‘Els encantats’ ESTRENO 2 DE JUNIO