Ángeles y demonios de Medellín
Premiado en festivales de todo el mundo, Anhell69, debut del cineasta colombiano Theo Montoya, es un retrato libre de la comunidad trans en una ciudad marcada por la violencia
Medellín. Un eco, un rastro, una sombra. Un coche funerario a los mandos de Víctor Gaviria, icónico cineasta colombiano, director de una de las cintas más rompedoras del cine latinoamericano, La vendedora de rosas (1998), recorre las calles de una ciudad que evoca violencia y drogas. La capital del cartel de Medellín, el territorio sangriento de Pablo Escobar. “Una ciudad donde no se ve el horizonte”. Imposible sustraerse a su influjo, que ha marcado este primer largometraje del joven director Theo Montoya (Medellín, 1992), un filme de género híbrido, entre la ficción y el documental, que el propio realizador debutante ha tildado como trans, en el fondo y en la forma, un género que queda así brillantemente inaugurado.
Montoya es, además del citado Gaviria, al que homenajea, deudor de cinestas como Almodóvar, Harmony Korine, Carlos Reygadas y Apichatpong Weerasethakul, y eso se palpa en una película que ofrece un retrato de varios jóvenes de la comunidad trans de esta ciudad que añade a sus estigmas además una impronta conservadora que ha hecho sufrir también a varias generaciones de ciudadanos con vidas que no casaban con el tradicionalismo imperante. La dificultad de respirar en ese ambiente, y de trazar además un recorrido artístico como el del propio Montoya, de varios de sus amigos y conocidos retratados con sensibilidad y una fuerza apabullantes, son claves de un filme rompedor, distinto, que primero llamó la atención en la Mostra de Venecia, y luego ganó el premio al mejor largo en el Zinebi, Festival de Cine Documental de Bilbao, donde el cine colombiano arrasó en el palmarés y demostró un estado de forma extraordinario.
Cinta colombiana con coproductores de Francia, Alemania y Rumanía, cincelada en varios laboratorios de creación cinematográfica internacionales, esta naturaleza transgénero de su contenido y de su continente, que aparte de la realidad toma elementos inspiradores como las redes sociales (el universo en el que muchos de sus personajes pudieron explotar su libertad), se hace patente desde el título, que remite al nick de Instagram de uno de los amigos de Montoya: “Este alias me llamó siempre la atención y me atrevo a comentar en el filme que definía a la perfección la película que yo quería hacer: ángeles viviendo en un infierno de deseos. Ese sobrenombre engloba lo dual: ángeles y demonios, amor y odio, Eros y Tánatos, el yin y el yang”, todo lo que esta película a contracorriente quiere que no acabe perdiéndose como lágrimas en la lluvia, como rosas pisoteadas en la calle de Medellín.
‘Anhell69’ EN CARTEL