Cinemanía

30 AÑOS SIN MANUEL SUMMERS... ¡E DEMASIAO!

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Preguntado por cómo definiría su cine, Manuel Summers admitió no tenerlo muy claro. En cambio, siempre tuvo interés por que cada película suya fuese distinta de la anterior. Logró, en un momento en el que la industria pedía a gritos un cambio, insuflar modernidad a la gran pantalla, apadrinand­o así un ‘Nuevo cine español’; adelantars­e al landismo, cuya fiebre explotaría después; sacar la cámara oculta a la calle y convertirs­e en uno de los nombres más importante­s de la cultura audiovisua­l del país. No obstante, también ha quedado como uno de los grandes olvidados de nuestro cine. Una injusticia que tiene como solución disfrutar de sus películas. Empezando por los relatos generacion­ales con los que Summers, tirando de negrura humorístic­a, plasmó los sentimient­os y vivencias de los españoles. Como El juego de la oca (1965), que, en plena dictadura del nacionalca­tolicismo, trataba un tema tabú: el adulterio. Drama envuelto en comedia, reflejaba los engaños en el seno del intocable matrimonio ante la imagen de mujer-objeto en el plano social y sexual.

Curiosamen­te, la película logró burlar la censura. Una suerte que no tuvo el proyecto que posteriorm­ente estrenó el sevillano, y que hoy es considerad­o una obra de culto: Juguetes rotos (1967). A través de este documental que sufrió decenas de cortes, Summers rindió homenaje a las figuras que aparecían en los cromos que colecciona­ba de pequeño, pero que al llegar a la vejez fueron condenadas al ostracismo. A pesar del buen arranque y la excelente crítica que obtuvo con sus primeras películas, estas no le trajeron alegrías en el plano económico, por lo que decidió reinventar­se. Con No somos de piedra (1968) se inició en las comedias erótico-festivas para después darle una imaginativ­a vuelta de tuerca con el descubrimi­ento sexual en la adolescenc­ia. Así surgió Adios, cigüeña, adiós (1971), donde los escarceos amorosos de unos críos sirvieron al director para mostrar una sociedad mojigata, carente de cualquier tipo de educación sobre sexualidad. El gran éxito del filme condujo a una secuela: El niño es nuestro (1973), que también funcionó en taquilla.

Estos títulos llamaron la atención del exterior, lo que brindó a Summers la oportunida­d de rodar en EEUU. A su regreso, el sevillano se embarcaría en su famosa trilogía de cámara oculta formada por ¡To er mundo e güeno! (1981), To er mundo e… ¡Mejó! (1982) y To er mundo e… ¡Demasiao! (1985). En dichas películas, el realizador captaba con disimulo la reacción del ciudadano de a pie ante absurdas situacione­s, una fórmula que copiarían las television­es.

La comicidad y originalid­ad que derrochaba en cada película ha situado a Summers como uno de los directores más importante­s e interesant­es del panorama nacional. El 12 de junio se cumplen 30 años del fallecimie­nto del director, y no hay mejor homenaje que disfrutar de todas estas películas, disponible­s en la plataforma Flixolé, junto con el retrato autobiográ­fico Me hace falta un bigote (1986).

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 ?? ?? Arriba, El juego de la oca y Summers en pleno rodaje.
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Arriba, El juego de la oca y Summers en pleno rodaje. Abajo, una estampa de Juguetes rotos y Summers en Me hace falta un bigote.

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