Cinemanía

Donde se secan los monstruos

La cineasta granadina Jocío Mesa incorpora en Secaderos un potente elemento fantástico a la realidad de una zona rural que vive la transforma­ción del paisaje vinculado al cultivo de tabaco

- Carlos Marañón POR

Desde pequeña, Rocío Mesa (Granada, 1983) veía guaridas de monstruos esparcidas por doquier en el paisaje de la Vega granadina, la tierra de su familia. Este rastro de la imaginació­n de su directora vinculado a los secaderos de las plantacion­es de tabaco de esta zona de España ha cuajado años después en una película que abre el ángulo de la mirada del cine español reciente (Alcarràs, Suro, El agua...) a la vida rural. Tras su primer largometra­je documental (Orensanz, 2013), Mesa, que reside en Los Ángeles y trabaja en proyectos audiovisua­les al margen de la industria de Hollywood, vuelve a sus orígenes con un filme que retrata la realidad a través de una original mirada con un toque fantasioso el cual, sin embargo, ayuda a digerir lo real desde la primera secuencia. Los secaderos, en desuso para un cultivo del tabaco en remisión, son reductos para el ocio campestre, para el juego de los niños y el escape de los jóvenes. Mesa ha querido protegerlo­s con un ser extraordin­ario.

“El germen de la película era reflexiona­r sobre lo malo y lo bueno de los pueblos. Secaderos se plantea como un viaje doble: lo liberador de la cercanía de naturaleza y a la vez esa especie de terror a quedar atrapado en un lugar sin oportunida­des a veces, y donde tienes la sensación de estar atrapado”. Esa doble condición se refleja en las dos protagonis­tas.

Una niña de ciudad que pasa las vacaciones felices en el pueblo y una adolescent­e con angustia de la vida rural. “Son casi dos películas”, reconoce Mesa, dos visiones de lo bueno y lo malo, pero no como polos opuestos, positivo y negativo, sino como componente­s necesarios de lo real: “Ese balance entre dos universos tan diferentes, es, en realidad, lo que nos mantiene vivos”. Los ojos de la niña y la adolescent­e que fue Mesa se plasman en esos dos personajes femeninos, a los que guían otras mujeres fuertes (las madres, la abuela) y hombres que se salen de cliché habitual y las acompañan con comprensió­n. A esa visión se añade el conocimien­to adulto de la cineasta, que también denuncia sin maniqueísm­os “el escarnio de la expansión inmobiliar­ia de la zona”.

El potentísim­o monstruo del filme, que remite a la adaptación de Spike Jonze del libro Donde viven los monstruos, de Maurice Sendak, e incluso al gigante de Toni Erdmann, es una idea de la propia directora, que convenció a los oscarizado­s David Martí y Montse Ribé (El laberinto del fauno) para afrontar el reto de crear una criatura nueva y bondadosa en un filme de menos de un millón de euros que te gana por su acercamien­to a la realidad a través de una fantasía que convierte el terror en ternura.

‘Secaderos’ ESTRENO 2 DE JUNIO

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