“Francia no debería copiar el IGFEI español”, según AEFYT
Presentado como un impuesto medioambiental, después de tres años de cargo con tipo impositivo reducido y a seis meses de su aplicación con el tipo impositivo completo, el Impuesto sobre Gases Fluorados de Efecto Invernadero (IGFEI) no ha cumplido este supuesto objetivo. Así lo ha expresado Roberto Solsona, presidente de la Asociación de Empresas del Frío y sus Tecnologías (Aefyt) en un comunicado dirigido a los medios de comunicación. “Los datos que manejamos desde Aefyt indican que la pérdida de ventas de gases HFC ha sido del 50%, al tiempo que el incremento del mercado negro suma entre 3.000 y 4.000 toneladas”, puntualiza Solsona.
En su opinión, cuando la Oficina Española del Cambio Climático habla de la aplicación del IGFEI como un éxito, olvida presentar el cálculo de las emisiones no controladas, procedentes de los gases vendidos ilícitamente y que provienen de mercados como Francia, Portugal e Italia entre otros, que genera este mercado ilegal. “Es una actividad ilegal en la que Seprona, la Unidad de Protección del Medio Ambiente de la Guardia Civil, invierte mucho tiempo y recursos para frenarla, con resultados mínimos o muy limitados debido a la falta de infraestructura”, señala el presidente de Aefyt.
“Pensar que el IGFEI español es un ejemplo a seguir en Francia se deriva de una interpretación poco rigurosa o sesgada de la realidad que vive la industria del frío en España”, dice Solsona. A su juicio, ésta sufre los efectos de la pérdida de competitividad en Europa por parte de las empresas que cumplen con la ley frente a las que la eluden; del intrusismo no profesional, con el consiguiente riesgo de manejo inadecuado de refrigerantes y, por tanto, de seguridad, y del desconocimiento real de las emisiones y su impacto ambiental, al no estar controladas. “Desde Aefyt nos sentidos orgullosos de los ‘casos de éxito' de los que presume la Oficina Española del Cambio Climático, pero recordamos que no se derivan de la acción del Impuesto –que sí ha contribuido a frenar inversiones-, sino de la adaptación tecnológica y del esfuerzo innovador de la industria y, simplemente, siguiendo los estándares europeos a los que obliga la F-gas”, concluye Solsona.