Juan Latino
El esclavo catedrático
LA VIDA DEL ESCLAVO JUAN LATINO (1518-1596), QUE LLEGÓ A SER UN HUMANISTA DESTACADO EN LA GRANADA DEL SIGLO XVI, APENAS FUE CONOCIDA. EL MÉRITO DE ESCAPAR DE SU BAJA CONDICIÓN, PARA SITUARSE EN LA CÚSPIDE DE LA SOCIEDAD EN LA QUE VIVIÓ, HA SIDO MOTIVO DE RIGUROSA INVESTIGACIÓN POR PARTE DEL TRATADISTA JIENENSE EDUARDO SOLER FIÉRREZ, AUTOR DEL LIBRO “JUAN LATINO. EL ESCLAVO CATEDRÁTICO” (EIRENE EDITORIAL, 2014). Y ES QUE, PESE HABER SIDO UNA DE LAS VIDAS MÁS SINGULARES Y FUERA DE LO COMÚN DEL SIGLO XVI, NO HA DEJADO LA HUELLA QUE SE ESPERABA EN LOS LIBROS DE HISTORIA.
NACIDO DE UNA MUJER DE ORILLAS DE NÍGER, JUAN LATINO NACIÓ EN BAENA Y ESTUVO LIGADO A LA CASA DE LOS SESSA DEL QUE TOMÓ, EN UN PRIMER MOMENTO, EL NOMBRE DE SUS DUEÑOS: JUAN DE SESSA. Desde niño, acompañó al Duque de Sessa, nieto del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba (1520- 1578), en sus juegos: cargaba con sus libros y escuchaba con interés las lecciones que su noble amo recibía de sus maestros.
Lope de Vega, en “La Dama Boba”, y Cervantes lo nombran, sin embargo, la obra del dramaturgo del siglo de oro Diego Ximénez de Enciso (1585-1634) “La comedia famosa de Juan Latino” muestra una fiel biografía del esclavo catedrático, y le define como a un hombre sin complejos, que parece sacado de una novela picaresca, lleno de perspicacia y ocurrencias, con gran dominio de la lengua castellana y latina, así como una profunda formación cristiana. De gran atractivo personal, culto y sabio, Juan Latino fue también poeta y escribió en latín y castellano. Tenía dotes para las letras y la música; tradujo a Horacio y Terencio y dedicó obras literarias a sus dueños mentores, entre las que destacó “La Austriada”, un elogio a Don Juan de Austria (1545 o 1547– 578).
La expulsión de los moriscos y las guerras encarnizadas fueron el escenario en el que se desarrolló parte de la vida de Juan Latino, que fue maestro de Doña Ana de Cardobal con la que se casó en 1548, no sin antes conseguir la libertad, concedida, como otros tantos privilegios, por parte de los Sessa. Un matrimonio entre un esclavo negro y una mujer blanca considerado “contra natura” en la Granada del siglo XVI, terminó por ser aceptado, al igual que la obtención de su licenciatura
universitaria y el acceso a la Cátedra de Gramática que alcanzó por sus méritos en 1556 y que ejerció en la Iglesia Catedral ubicada en el Colegio Real, gracias al apoyo de los duques de Sessa y al arzobispo Guerrero, que siempre se mostró sensible a los talentos de origen humilde.
En Granada se consideró a Juan Latino como un “Magister Latinus”. Enseñó durante 60 años y sus métodos didácticos, de corte renacentista, hicieron sus clases cada vez más numerosas y atractivas para sus alumnos.
La historia de Juan Latino parece cosa de película… Un esclavo negro que lejos de toda lógica se convierte en catedrático de Gramática y uno de los escritores más reconocidos del Renacimiento español y europeo.
LABOR DETECTIVESCA
–¿Cuál ha sido su labor detectivesca como tratadista de Juan Latino, el esclavo catedrático?
–El libro Juan Latino. El esclavo catedrático responde a la necesidad de dar a conocer una figura tan singular como esta, un humanista del siglo XVI del que se conocía muy poco. ¿Mis pesquisa tras Juan Latino? A este esclavo me llevó la lectura del libro La esclavitud en las Españas, del profesor
J. A. Piqueras, en el que encontré este párrafo: “Luis Fernández de Córdoba […] poseía un grupo de esclavos guineos, entre ellos un niño que llevó por nombre Juan Latino. Su historia resulta excepcional. Su dueño le proporcionó una educación esmerada y le hizo asistir con su hijo a la Universidad, donde se recibió de bachiller y licenciado; después lo manumitió cercano a la edad de 30 años y, según algunos, le permitió llevar el nombre de Juan de Sessa, por
uno de los títulos de sus amos. El arzobispo lo amparó concediéndole la cátedra de gramática y lengua latina de la catedral, que más adelante desempeñó en la Universidad de Granada”. Y poco más dice el citado historiador sobre este esclavo tan excepcional, salvo que su historia ha sido poco difundida. Esta falta de conocimiento fue la que me impulsó a mí a emprender su búsqueda. Por entonces cursaba un Máster en la
Universidad Autónoma de Madrid y tenía que pensar el tema para mi TFM que me iba a dirigir el profesor José Miguel López García, con el que hacía la asignatura de “Historia de la esclavitud”. Le hablé del tema de Juan Latino y me animó a emprender la investigación. El apoyo que me dio este profesor y mi natural inclinación por comprobar hasta donde pueden llegar los efectos de una buena preparación me hicieron
abordar el tema que en un principio me parecía arduo. El Tribunal que calificó esta investigación le otorgó la máxima calificación y me animó a seguir completándola. Así surgió el libro que lleva por título: Juan Latino. El esclavo catedrático; (Eirene Editorial).
–¿Quién fue Juan Latino? ¿De dónde surgió la “chispa”, el interés por abordar un tema tan complicado como el de preparar el TFM con el que alcanzó la nota más alta a base de estudiar una figura tan desconocida hasta usted?
–Juan Latino fue un esclavo excepcional, uno de esos hombres que con su esfuerzo y preparación consiguieron llegar a la cima de la sociedad de su época al pasar de esclavo a catedrático. Tal aventura vital, cuyo sustento estuvo en la educación, fue lo que me movió a conocerle. Cuando vi la ocasión para su estudio en el Trabajo de Final del Máster que estaba cursando no la desaproveché. Desde que seguí las clases del profesor José Miguel López me empezó a interesar mucho la historia de la esclavitud. Sobre la figura de Juan Latino apenas había estudios, lo más serio era la tesina del profesor Marín Ocete que fue rector de la Universidad de Granada, que yo había conocido porque di clases particulares a su hijo menor. Esta rara y breve publicación me la había regalado un historiador amigo Juan Rivero que la encontró en una librería de viejo de Brasil.
UN DESTINO ÚNICO
–¿Cómo pudo acceder a la educación un esclavo y ser tan brillante? Y, sobre todo, ¿cómo un esclavo sujeto a la voluntad de sus dueños llega a ser catedrático?
–Juan Latino fue un esclavo de vientre de los duques de Sessa de una edad semejante a la del tercer duque (se llamaba como su abuelo materno, Gonzalo Fernández de Cordoba), así que se crió con él. En su palacio de Baena no había otros niños porque el duque no tenía hermanos varones, y Juan lo acompañaba en sus juegos, en sus lecciones y estaba todo el día junto a su futuro amo. Estas fueron las circunstancias que hicieron posible su carrera: el ser esclavo de una familia de la alta nobleza andaluza y tener a un futuro duque de compañero y amigo de infancia.
Cuando el III Duque de Sessa pasó, ya viviendo en Granada, a cursar estudios en la Universidad, lo acompañó su esclavo para llevarle los libros y útiles necesarios, además de auxiliarle en todo lo
que necesitara para sus clases. Y Juan Latino en lugar de dedicarse a jugar, con otros esclavillos que merodeaban por allí, mientras su amo estaba recibiendo lecciones en las aulas universitarias, procuraba enterarse lo que estaba ocurriendo en donde le estaba vedado entrar; así llegó a saber más que los que tenían el derecho a sentarse en los bancos de las clases. Cuando su fama se extendió, le pusieron el sobrenombre de Latino y empezó a correr su nombre. Los Duques de Sessa lo aceptaron como uno de los bienes más preciados de la familia, y lejos de obstaculizar sus estudios le ayudaron a que los siguiera. Sabían muy bien que la posteridad se hablaría de Juan Latino como parte del patrimonio de los Sessa.
–Al parecer Juan Latino fue un hombre de buena planta que enamoraba a las mujeres con facilidad. Un hombre sin complejos de raza. Con atractivo personal, culto y sabio. ¿Cómo era Juan Latino en su opinión y cómo enamoró a Ana de Carlobal, la que más tarde sería su esposa?
–Juan Latino tenía una personalidad muy atractiva, era desenvuelto y sin complejos de ningún tipo. Su sentido del humor era tal que hasta se reía de su propia sombra, esto es literal. Nunca renunció a su raza y a su origen “etíope”. Al ser un hombre culto y con una serie de competencias que gustaban mucho a los que lo trataban: tenía una voz melódica, tocaba el vigüela y algún otro instrumento, recitaba muy bien y era muy desenvuelto, solía participar en tertulias con otros poetas y en reuniones familiares de la gente más distinguida de Granada invitado para exhibir sus habilidades. Esto hizo que fuera muy conocido y admirado. Había una tertulia literaria que se celebraba en la casa del alcaide del Generalife, Alonso de Granada, a la que acudían los más relevantes poetas del momento: Hernando de Acuña, Barahona de Soto, Diego Hurtado de Mendoza, Gregorio Silvestre y Gaspar de Baeza, y Juan Latino era uno de los tertulianos y el que amenizaba la tertulia recitando e incluso poniendo música a algunos de los versos. Las damas granadinas lo invitaban también a sus tertulias para que las amenizar e instruyera.
La “conquista” de la que sería su mujer, Ana de Carlobal, no debío ser fácil. El padre de Ana era el administrador del Ducado de Sessa y uno de los veinticuatro de Granada, pero, a pesar de la cer-
canía del padre con los duques, Juan Latino entró en contacto con ella para darle clases particulares de gramática, literatura y música. En estas clases surgió un amor apasionado que acabó en matrimonio. Las vicisitudes de este amor se las puede imaginar cualquiera que conozca un poco la sociedad del momento: un esclavo negro pretendiendo a una mujer blanca de las más distinguidas de Granada. Pero Juan Latino tenía de su parte al arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, que le allanó mucho todos los problemas de este proceso amoroso para que tuviera un final feliz. La vida de Juan Latino merecería una película.
EXPERTO PEDAGOGO
–Juan Latino enseñó durante 60 años Gramática y Lengua Latina. ¿Cómo podrían haber sido sus clases para suscitar tanto interés? Desde su punto de vista como experto en pedagogía, ¿Juan Latino fue un gran pedagogo?
–Yo conozco muy bien los escenarios granadinos que frecuentó Juan Latino. He estudiado en Granada paseado por las orillas de los ríos Darro y Genil, visitado con mucha frecuencia la Alhambra, así como el Palacio Arzobispal, la Curia, etc. Juan Latino tenía una indudable vocación por la enseñanza, la vivía. Esto hizo que se convirtiera en uno de los pocos maestros que hicieron escuela. Las generaciones posteriores a él le debían mucho a su magisterio y no olvidaron al que había sido su maestro predilecto. Dominaba muy bien la materia que enseñaba, tenían sus clases el atractivo de que recitaba maravillosamente, especialmente a su poeta preferido, Terencio. Sacaba sus clases a la calle empleando los métodos peripatéticos, cosa a que invitan el clima y la belleza de la ciudad de Granada. Aprovechaba todos los recursos que estaban a su alcance. Hizo resucitar al latín, ya considerado como una lengua muerta. Era también un buen músico, y esto contribuyó a animar sus enseñanzas. Más que un buen pedagogo se le puede considerar como un innovador de las enseñanzas de las lenguas clásicas, y un hombre renacentista.
Ya muy viejo y ciego seguía paseando por las calles de Granda ayudado por los discípulos que siempre lo acompañaban para que pudiera seguir declamando los versos que en su voz, aunque cascada por el paso de los años, seguían cautivándolos.