LA PRIMERA CATEDRAL GÓTICA
La catedral de Chartres marcó un hito en el desarrollo del gótico, iniciando así una fase de plenitud en cuanto a la técnica y a la evolución del estilo.
las vidrieras para liberar al hombre de las oscuras tinieblas en las que se veía envuelto en el interior de las iglesias románicas. Se dice que la conjunción de la luz procedente de las vidrieras, la existencia de indescifrables símbolos e incluso la melodía de unas extrañas piezas musicales, hoy perdidas, producía entre los fieles una experiencia religiosa, una catarsis, que leS llevaba a trascender de la realidad.
EL APOGEO DEL GÓTICO FRANCÉS
Poco a poco, el éxito de esta arquitectura gótica permitió su extensión por los más importantes reinos cristianos. La construcción de la abadía de SaintDenis, en París (Francia), comenzada en 1135, marca el inicio de esta nueva moda que se extiende rápidamente por Francia, en donde se levantan las catedrales de Noyon, Notre Dame de París o Chartres. Esta última es la primera en la que se despliegan airosos arbotantes con los que se transmite el peso de las bóvedas hasta los contrafuertes exteriores, mientras que en su interior desaparece la típica alternancia entre pilares y columnas por un conjunto de columnillas que se abren de modo orgánico y ascienden hasta las bóvedas para invitarnos a levantar nuestras cabezas y mirar hacia el cielo.
El apogeo del gótico francés continúa con la construcción de las vigorosas catedrales de Reims, Amiens y Beauvais, en la primera mitad del prodigioso siglo XIII. Todos estos edificios se caracterizan por la disposición central de su crucero, por la presencia de capillas radiales dispuestas a lo largo de la girola o deambulatorio. En su parte exterior destacan las enormes torres que flanquean las grandes puertas que se corresponden con las naves interiores.
A finales del siglo XIII la estructura de la catedral gótica queda fijada, por lo que a partir de este momento los avances técnicos serán escasos. Los nuevos templos destacarán por la reducción de su verticalidad y el aumento del elemento ornamental, especialmente los grandes rosetones y la decoración menuda integrada en el muro que en el siglo XV evolucionará hacia las formas típicas del gótico flamígero.
Entrar en una catedral gótica es hacerlo en un mundo próximo pero desconocido, en el que la conjunción de elementos decorativos con el juego de luces y sombras configura una especie de mapa de espiritualidad con una serie de mensajes con un significado muy concreto, pero que no somos capaces de descifrar.
Un libro importante para tratar de conocer la naturaleza y la simbología de las catedrales góticas es El misterio de las catedrales, del enigmático Fulcanelli, en el que se intenta vincular a los constructores de las catedrales con el Antiguo Egipto y con los secretos de la alquimia, la cábala y el saber esotérico. Lamentablemente, la mayor parte de las referencias alquímicas presentes en el interior de las catedrales han ido desapareciendo como consecuencia del paso del tiempo y las múltiples restauraciones que cambiaron su fisionomía.
Esto es lo que habría ocurrido en la catedral parisina de Notre Dame, en donde la práctica totalidad de estas referencias desaparecieron, aunque allí aún podemos deleitarnos con un medallón que representa una extraña figura sujetando una escalera que pretende conectar la Tierra con el Cielo. Este sería, según Fulcanelli, un símbolo del trabajo alquímico representado con la intención de equiparar la materia terrestre con la celestial a través del conocimiento alquímico.
GÓTICO ESPAÑOL
En el caso del gótico español, frente a la obsesión francesa por dotar a sus templos de una altura desmedida, vamos a encontrar edificios especialmente anchos, con una estructura no condicionada por los elementos que subrayan el carácter vertical del mismo. En la Península Ibérica, durante el siglo XIII, el protagonismo lo tienen los reinos de Castilla y León. La catedral de Cuenca es la más antigua, ya que se termina
SE DICE QUE LA CONJUNCIÓN DE LA LUZ procedente de las vidrieras, la existencia de indescifrables símbolos e incluso la melodía de unas extrañas piezas musicales, hoy perdidas, producía entre los fieles una experiencia religiosa, una catarsis, que les llevaba a trascender la realidad.
a principios este siglo XIII, pero a diferencia de las que veremos a continuación no presenta un estilo totalmente definido, tal y como había quedado fijado en las construcciones francesas. La catedral de Cuenca presenta una extraña disposición del triforio con respecto a los ventanales, así como unos arcos ligeramente lanceolados que otorgan un cierto exotismo al templo. La influencia francesa es patente, esta vez sí, en la catedral de León, hasta el punto que se ha llegado a pensar en la presencia de un maestro constructor de origen galo a la hora de establecer la traza original del edificio. El primer arquitecto del que tenemos noticias es Enrique, que a principios del siglo XIII también trabaja en Burgos. En la catedral leonesa su principal preocupación es la búsqueda de la luz a partir de un conjunto de vidrieras que es uno de los más espectaculares de Europa.
Casi al mismo tiempo que la catedral de León, en 1221 se pone la primera piedra de la de Burgos durante el reinado de Fernando III el Santo, en un momento en el que el peligro de invasión almohade ya se había disipado merced a la decisiva victoria de las Navas de Tolosa. En este caso las conexiones con los templos catedralicios de Reims y Bourges son más que evidentes, especialmente en lo que se refiere a la fachada. No obstante, frente al ideal francés, en Burgos observamos una altura más proporcionada, menos acusada, aunque la sensación desde el interior es de monumentalidad. No se conoce el primer maestro constructor de la catedral, aunque sí los que le sucedieron, entre ellos el maestro Enrique y sus dos hijos, responsables de introducir en el edificio claves simbólicas y místicas.
Frente a las anteriores, la catedral gótica más genuina de España, al menos
del siglo XIII, es la de Toledo iniciada, al igual que en el caso de Burgos, durante el reinado de Fernando III el Santo, pero en esta ocasión en 1226. Durante los primeros años trabajó en la obra el maestro Martín, y, posteriormente, Petrus Petri, de origen español, que dejó su impronta por las modificaciones que introduce de marcado carácter hispano. El conjunto destaca por su gran anchura y su relativa altura (menor que las francesas), también por el tamaño reducido del coro y el uso de arquillos lobulados y cruzados en el triforio. Para los amantes de los enigmas históricos, la catedral es un en enclave de obligada visita. El edificio se levanta sobre uno de los centros de poder más importantes de Europa, en una ciudad que durante siglos sirvió de refugio para todo tipo de brujos, alquimistas y magos.
En el siglo XIV español el protagonismo en la construcción de estas espectaculares catedrales góticas, pasa de Castilla a Cataluña, en donde se desarrolla un estilo marcadamente mediterráneo y con predominio de la horizontalidad, con edificios alargados y con una distribución interna muy inteligente, al igual que una simplicidad sobrecogedora que proporciona una gran solemnidad al conjunto. Estas características las podemos apreciar en la catedral de Barcelona, comenzada en el 1298, ya que, a pesar de no tener grandes dimensiones, es capaz de impresionarnos gracias a la esbeltez de sus pilares y el reducido tamaño de sus capiteles. En Gerona encontramos un caso original, un sorprendente edificio con una colosal nave de 22 metros de anchura resultado de la simplificación del proyecto original que pasa de tener tres naves a solo una. No obstante, será la colegiata de San María del Mar, en Barcelona, junto a la catedral de Palma de Mallorca, los edificios más sobresalientes del siglo XIV español, por la disposición armónica de sus elementos constructivos y por la calidad de las soluciones externas como la utilización de poderosos contrafuertes para soportar el peso de unas construcciones en donde, ahora sí, vuelve a destacar la altura y la línea vertical (Santa María del Mar es la segunda edificación gótica de Europa tras la catedral de Beauvais).
Como en el caso francés, en el siglo XV los avances no son técnicos, sino estilísticos y decorativos en buena medida por la influencia de los Países Bajos en nuestra arquitectura. Esta la época de Juan Simón de Colonia, de Juan Guas, quienes trabajan en Burgos y en Toledo, ofreciendo a los nuevos edificios un carácter plenamente español. Con los Reyes Católicos se producen nuevas transformaciones, ya que la grandiosidad vuelve a predominar sobre las formas decorativasb tal y como observamos en la iglesia de San Juan de los Reyes en Toledo, pero serán las catedrales de Salamanca, Segovia y Sevilla los últimos grandes ejemplos del gótico hispano, todas ellas de espectaculares dimensiones pero sin recurrir a las diferencias de altura entre las naves. En ellas, la nueva forma de trabajar los espacios y la luminosidad anticipan la llegada de un estilo novedoso y el espíritu renacentista.