Catedrales GÓTICAS
AL HABLAR DE ARTE GÓTICO ES IMPOSIBLE QUE NO NOS VENGAN A LA MEMORIA LOS NOMBRES DE LAS GRANDES CATEDRALES DE MEDIA EUROPA. LAS MÁS DESTACADAS SON LAS FRANCESAS, EN LAS QUE SE FIJARÁN LAS ESPAÑOLAS PARA REINVENTAR ESTE ESTILO ARQUITECTÓNICO.
LA MASONERÍA, TAL Y COMO LA ENTENDEMOS EN NUESTROS DÍAS, SURGE EN INGLATERRA A PRINCIPIOS DEL SIGLO XVIII CON LA CREACIÓN DE LA GRAN LOGIA EN LONDRES EN 1717. Desde este momento los masones se convirtieron en una hermandad formada por una serie de individuos con un espíritu tolerante, identificados con los principios de la Ilustración que participaron, en ocasiones, de forma muy activa, en los movimientos revolucionarios liberales como la independencia de los Estados Unidos o en la Revolución Francesa.
ARQUITECTURA Y MASONERÍA
En lo que se refiere a sus orígenes es muy poco lo que sabemos, tan poco que las teorías que han surgido para explicar su nacimiento parecen estar más cerca de la leyenda y la fantasía que de la realidad. En general, se define a la masonería como un ciencia comprometida con la búsqueda de la verdad, a partir del desarrollo moral e intelectual del ser humano mediante una serie de ritos y el conocimiento de unos símbolos que les permitirían conocer la naturaleza de la divinidad, de ese Gran Arquitecto del Universo, tan estrechamente relacionado con los maestros constructores de las catedrales góticas.
Dentro de la vertiente esotérica asociada a la masonería, muchos han querido relacionar el origen de esta orden con la construcción del mítico Templo de Salomón en la ciudad santa de Jerusalén. Como imaginará el lector, no existe ningún tipo de prueba documental que nos permita dar validez a este tipo de especulaciones. No podemos dudar, en cam-
bio, de la existencia de la masonería en los siglos centrales de la Edad Media, ya que, según la mayor parte de los historiadores, esta estuvo relacionada con la edificación de las grandes catedrales y con los gremios de constructores que atesoraban incontables conocimientos técnicos y arquitectónicos. Pero, si fue así, cabe preguntarnos por la forma en la que se habría accedido a estos secretos necesarios para levantar estas complejas catedrales. Se dice que los masones viajaron hasta Tierra Santa después del aparente triunfo de la Primera Cruzada y que fue entonces cuando pudieron aprender los ancestrales conocimientos de la construcción del Templo de Salomón. De ser así, es lógico pensar (aunque no existe ningún tipo de referencia documental) que de una manera u otra habrían entrado en contacto con los templarios, ya que estos habían ocupado la mezquita de Al-Aqsa (erigida sobre las ruinas del templo) para convertirla en su principal centro de operaciones.
DEL ROMÁNICO AL GÓTICO Al margen de este tipo de fabulaciones, sabemos que a partir del siglo XII asistimos a un progresivo proceso de transformaciones económicas y sociales que van a tener un claro reflejo en el ámbito artístico y cultural. Poco a poco, las formas típicas del románico fueron desplazadas por nuevas pautas en la que se reflejan los gustos y creencias religiosas de la burguesía emergente. Las iglesias románicas, definidas por Gombrich como "poderosos y casi retadores cúmulos de piedra erigidos en tierras de campesinos y de guerreros… expresan la idea misma de la Iglesia militante, esto es, la idea de que aquí, sobre la tierra, la misión de la Iglesia era combatir contra las fuerzas oscu-
LA MASONERÍA estuvo relacionada con la edificación de las grandes catedrales y con los gremios de constructores que atesoraban incontables conocimientos técnicos y arquitectónicos.
ras hasta que la hora del triunfo suene en el día del Juicio Final", fueron sustituidas por nuevas catedrales con las que se pretende proporcionar a los creyentes un reflejo de lo que sería el otro mundo, esa Jerusalén celestial, con sus joyas inapreciables y sus calles de oro y vidrio transparente de a que solo había oído hablar en himnos y sermones.
Desde el punto de vista arquitectónico, el estilo gótico tiene su manifestación más característica en la catedral, cuya grandiosa monumentalidad la convierte en la imagen más representativa de una etapa en la que se adivinan las formas típicas del mundo moderno. Las artes plásticas rompen con las tradiciones del románico, con unas representaciones que ganan en naturalidad y delicadeza, tendiendo hacia formas más expresionistas, alejadas del simbolismo románico, y con un realismo que nos acerca al humanismo renacentista.
En este sentido, ya en el siglo XIII, San Francisco de Asís introduce una nueva concepción del hombre, no ya como el soporte imperfecto del alma, sino como una obra maravillosa de Dios, hecho a su imagen y semejanza, y, por tanto, como algo que se debía respetar y valorar. LA LUZ DE DIOS
El nuevo concepto de religiosidad cristiana establece una relación directa y filosófica entre el concepto de Dios y el simbolismo de la luz. El amor a Dios y a la naturaleza, algo que posteriormente desarrollarán los humanistas del siglo XVI, requerirá de soluciones técnicas que permitan levantar catedrales góticas de colosales dimensiones y elocuente grandiosidad. Así, la concepción interior del templo cristiano tratará de responder a estos criterios, diseñándose unos espacios que se llenan de luz, y, por lo tanto, de Dios.
Es en estos mismos momentos cuando se produce el éxito de la orden del Císter, estimulada por San Bernardo para combatir el relajamiento espiritual de la Iglesia. Entre las innovaciones que propone la Orden están las instrucciones que se debían seguir para la construcción de los nuevos templos, eliminando la importancia de la decoración a favor de las soluciones estructurales y puramente técnicas, permitiendo el desarrollo de la ingeniería arquitectónica que alcanza su madurez en el siglo XIII, en el que se produce la definitiva eclosión de las catedrales góticas por el continente europeo.
La aplicación de estas técnicas permite abrir los muros para dejar entrar una luminosidad que envuelve a los fieles que se congregaban en su interior. Los nuevos arquitectos entienden que los pilares bastaban para sostener el peso de las bóvedas, por lo que los muros situados entre ellos resultaban superfluos, innecesarios para mantener los elementos sostenidos del templo. Lo único eran los delgados pilares y los estrechos nervios que se alzan hacia el cielo, por lo que la arquitectura gótica empezará a definirse por su empeño de elevación y verticalidad a partir de la utilización de estas columnas, el arco ojival y la bóveda de crucería, cuyos apoyos recaen sobre pilares fasciculados mucho más complejos que los del románico. Esto permite a los arquitectos reducir drásticamente el tamaño de los muros, haciendo posible el uso de