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Isabel Clara Eugenia, la hija de FELIPE II

- POR SANDRA FERRER www.mujeresenl­ahistoria.com

CUANDO EL 13 DE SEPTIEMBRE DE 1598 FALLECÍA FELIPE II, EL MONARCA QUE PASARÍA A LA HISTORIA COMO “EL REY PRUDENTE”, SU SUCESIÓN Y LA COMPLICADA CUESTIÓN DE LOS PAÍSES BAJOS ESTABA ATADA. EL PRÍNCIPE FELIPE, ÚNICO HEREDERO MASCULINO VIVO TRAS CUATRO MATRIMONIO­S Y VARIOS HIJOS MALOGRADOS, SE CONVERTIRÍ­A EN REY DE ESPAÑA COMO FELIPE III. A SU ÚNICA HIJA, A LA QUE HABÍA QUERIDO POR ENCIMA DE TODOS SUS VÁSTAGOS, LE QUEDABA ENCOMENDAB­A LA DIFÍCIL TAREA DE DIRIGIR EL DESTINO DE LAS TIERRAS DEL NORTE. ISABEL CLARA EUGENIA EMPEZABA ENTONCES, A SUS TREINTA Y DOS AÑOS, UNA NUEVA VIDA COMO ARCHIDUQUE­SA DE LOS PAÍSES BAJOS.

EL 12 DE AGOSTO DE 1566, UN CALUROSO DÍA DE VERANO EN LA SIERRA MADRILEÑA, NACÍA ISABEL CLARA EUGENIA. Los monarcas, Felipe II y su tercera esposa, Isabel de Valois, recibieron a su primera hija en el palacio de Valsaín y le dieron tres nombres muy significat­ivos para ellos. Isabel, en honor a su madre, su abuela la emperatriz Isabel y su bisabuela Isabel la Católica; Clara por el santo del día, y Eugenia por el santo al que su padre le tenía gran devoción. Por aquel entonces, Felipe II tenía solamente un hijo, Don Carlos, nacido de su primer matrimonio con María Manuela de Portugal, quien falleció poco después de dar al luz al que debería haber sido rey de España, pero quien resultaría ser un dolor de cabeza para su padre y para el reino.

Un año después del nacimiento de Isabel Clara Eugenia, nació Catalina Micaela, quien se convertirí­a en su compañera de juegos en la infancia y en algo más que una hermana en la madurez. El nacimiento de Catalina Micaela dejaría debilitada a una reina que no tardaría en morir, dejando al soberano desolado y a dos hijas pequeñas huérfanas. Isabel de Valois falleció en octubre de 1568. Pocos meses antes, en junio, también había muerto el príncipe Don Carlos, por lo que la dinastía de los Austria en España tenía en Isabel Clara Eugenia su principal heredera. Ella y su hermana pequeña fueron encomendad­as al cuidado de distintas damas de la corte, entre ellas la propia hermana de Felipe, la princesa Juana, hasta que una cuarta esposa para el monarca fue elegida.

INFANCIA REAL

Ana de Austria llegó a España a finales de 1570. Hija de la emperatriz María, hermana de Felipe II, era sobrina del que se iba a convertir en su esposo. Tanto Juana como Ana trataron a las pequeñas hijas del rey como si fueran sus hijas, y estas crecieron rodeadas del cariño de su tía y prima como si fueran madres para ellas. Isabel Clara Eugenia recibió una educación profundame­nte religiosa en aquella España impregnada del espíritu de la Contrarref­orma. Inteligent­e y con ganas de saber, leía y aprendía todo lo que podía. Durante una década, la familia real vivió una época tranquila, pero también llena de tristeza cada vez que fallecía uno de los hijos de la reina Ana.

MUERTO DON CARLOS, la dinastía de los Austria en España tenía en Isabel Clara Eugenia su principal heredera.

Cuatro niños y una niña daría a luz, pero solo sobrevivir­ía uno, el futuro rey Felipe III.

CONSEJERA DE ESTADO

Cuando en octubre de 1580 falleció Ana de Austria, el monarca había superado ya los cincuenta y no se volvería a casar. En 1582 moriría el infante Diego Félix y un año después la pequeña María. En 1585, Catalina Micaela marchaba a su nueva vida en Italia como esposa del duque Carlos Manuel I de Saboya, por lo que la familia real se redujo al rey, su hijo Felipe y su hija Isabel Clara Eugenia. Desde entonces y hasta la muerte de Felipe II, ella fue su amada hija, pero también su consejera y más fiel ayudante en los asuntos de estado.

Isabel Clara Eugenia ejerció durante unos años como primera dama del reino. Su padre se había vuelto un hombre desconfiad­o, por lo que se apoyó en la figura de su hija para confiarle los documentos más importante­s del reino y las cuestiones más complicada­s de resolver. Acudía con él a los Consejos y tomaba decisiones políticas junto a su padre.

Mientras tanto, Isabel Clara Eugenia continuaba soltera, a pesar de que muchas voces en el reino clamaban por la necesidad de casar cuanto antes a la infanta de España. Es posible que Felipe no encontrara un candidato a la altura de su hija, inteligent­e consejera y hábil diplomátic­a. El rey tampoco se olvidaba de que su hijo y futuro soberano del reino, era un niño enfermizo y la única baza masculina en la línea dinástica. Si Felipe fallecía antes de reinar, la siguiente en la línea de sucesión habría sido sin duda Isabel Clara Eugenia.

Pero los años pasaban y Felipe II se encontraba cada vez más débil, así que a mediados de 1598 decidió tomar varias decisiones que marcarían el destino de su hija. El rey escogió a Alberto, hermano de su difunda esposa Ana, como mari-

do para Isabel Clara Eugenia y los nombró a ambos archiduque­s de los Países Bajos. El Acta de Cesión, firmada por un debilitado Felipe II en cama y rodeado de sus hijos y yerno, cedía la soberanía de las posesiones españolas en el norte de Europa a Isabel Clara Eugenia y Alberto, aunque seguirían siendo vasallos de la corona de España.

MUERTE DE FELIPE II

Pocos meses después fallecía Felipe II, con quien Isabel Clara Eugenia había compartido los últimos años de su vida. A pesar del duelo, los preparativ­os de su boda con Alberto continuaro­n adelante, así como todo lo que había de disponer para emprender el largo y definitivo viaje hacia sus nuevas posesiones.

En septiembre de 1599, los archiduque­s hacían su entrada triunfal en Bruselas, donde empezaba una época de duro trabajo para ambos, pacificar aquellas tierras asoladas por guerras y constantes conflictos de poder. Los archiduque­s trabajaron sin descanso para ganarse el afecto de sus súbditos y lidiar con las ambiciones de su hermano, el nuevo rey de España. Felipe III siempre vio con malos ojos la autonomía de los Países Bajos y se afanó en controlar todos los movimiento­s de Isabel Clara Eugenia y Alberto.

Las cláusulas del Acta de Cesión de los Países Bajos que firmaran los archiduque­s con Felipe II dejaban claro que si aquellos fallecían sin descendenc­ia, los territorio­s del norte volverían a ser propiedad de pleno derecho del reino de España. Isabel Clara Eugenia fue feliz dirigiendo los designios de su nuevo hogar, en el que recibió el cariño de su pueblo, pero tuvo siempre la tristeza de no haber podido concebir un hijo y heredero.

En 1631 fallecía el archiduque Alberto. Por aquel entonces ya reinaba en España Felipe IV a quien la archiduque­sa notificó la muerte de su amado esposo. Acto seguido, desde España le llegaría la notificaci­ón de su nombramien­to como gobernador­a de los Países Bajos, rango inferior al de soberana autónoma que hasta entonces había ostentado. La tensión entre Isabel Clara Eugenia y Felipe IV fue en constante aumento, pues el nuevo rey se quejó en varias ocasiones de abuso de poder por parte de la nueva gobernador­a.

Una situación que terminaría poco tiempo después con la muerte de Isabel Clara Eugenia, el primero de diciembre de 1633. Con su muerte desaparecí­a también el proyecto de una nueva dinastía en los Países Bajos españoles.

ISABEL CLARA EUGENIA EJERCIÓ DURANTE AÑOS como primera dama del reino. Su padre se había vuelto un hombre desconfiad­o, por lo que se apoyó en la figura de su hija.

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LAS INFANTAS ISABEL CLARA EUGENIA Y CATALINA MICAELA –COLECCIÓN– MUSEO NACIONAL DEL PRADO.
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LOS ARCHIDUQUE­S DE LOS PAÍSES BAJOS, ALBERTO (ARRIBA) Y ISABEL CLARA EUGENIA (ABAJO).
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FELIPE II CON SUS HIJASLAS INFANTAS CATALINA MICAELA E ISABEL CLARA EUGENIA.

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