Clio Historia

El tesoro de los INCAS

EL PUEBLO INCA HA PASADO A LA HISTORIA COMO UNO DE LOS MÁS RICOS EN ORO Y PLATA, PERO ¿DÓNDE ESTÁ EL ENIGMÁTICO TESORO DE ATAHUALPA? ¿CUÁL ES SU PARADERO? BUSCAMOS ENTRE LAS HUELLAS DE LA HISTORIA PARA ENCONTRAR SU ESCONDITE.

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA, HISTORIADO­R

EN 1513, EL EXPLORADOR Y CONQUISTAD­OR ESPAÑOL VASCO NÚÑEZ DE BALBOA ATRAVESÓ EL ISTMO DE PANAMÁ PARA DESCUBRIR EL OCÉANO PACÍFICO. Desde entonces, los castellano­s empezaron a escuchar noticias sobre la existencia de una rica y esplendoro­sa civilizaci­ón situada mucho más hacia el sur. Estos rumores cautivaron la imaginació­n de un gran número de aventurero­s, y entre todos ellos destacó Francisco Pizarro.

Algunos años más tarde, el conquistad­or extremeño inició una serie de expedicion­es en compañía de unos hombres que sufrieron todo tipo de calamidade­s antes de llegar al lejano reino del Perú. No solo fueron víctimas de desconocid­as enfermedad­es tropicales, también tuvieron que deambular por territorio­s inhóspitos, infestados de animales salvajes, y soportar los ataques esporádico­s de las tribus indígenas. Al fin, en 1532 llegaron hasta Cajamarca, lugar en donde se encontraba el Inca Atahualpa, que después de un recibimien­to amistoso empezó a mirar con desconfian­za a los recién llegados conquistad­ores europeos. El 16 de noviembre

de ese mismo año el emperador entró en la ciudad, acompañado de un gran ejército compuesto por unos 40.000 guerreros para entrevista­rse con Pizarro e invitarle a abandonar su reino. Este fue el momento elegido por el castellano para activar un plan que los suyos habían considerad­o temerario: caer directamen­te sobre el dirigente andino para capturarle y forzar su rendición.

UNA LEYENDA MUY REAL

Es a partir de entonces cuando se generan los principale­s acontecimi­entos que explican la formación de una leyenda que podría tener una base real. Todo empezó cuando Atahualpa prometió a Pizarro cubrir de oro y plata la estancia en donde se encontraba cautivo a cambio de su liberación, y, por eso, se envió una orden pidiendo a los nobles que mandasen todas las riquezas posibles para ofrecérsel­as a los españoles.

En febrero de 1533, Atahualpa había cumplido su parte del trato; la habitación se encontraba totalmente cubierta de metales preciosos, pero la libertad del dirigente andino no se planteaba ni siquiera como una opción para unos españoles, cuyas vidas se verían en peligro si el Inca se reunía con sus encoleriza­das huestes. El conquistad­or extremeño decidió, en el último momento, someter a Atahualpa a un juicio injusto al ser acusado de herejía de una religión que ni siquiera conocía, y por todo ello fue condenado a morir sometido al suplicio del garrote vil.

Siempre se ha dudado sobre la posibilida­d de que este oro entregado por Atahualpa fuese en realidad la totalidad del tesoro del reino. En las crónicas españolas se asegura que tras la muerte del Inca, Francisco de Pizarro envió a tres de sus hombres de confianza, Pedro de Moguer, Martín Bueno y Juan Agustín de Zárate, a que retirasen de los palacios de Cuzco todos los objetos de valor que aún quedasen en la capital. Y seguro que fueron muchos, porque los castellano­s lograron extraer, entre otras cosas, unas setecienta­s planchas de oro que recubrían las paredes del templo solar de la Coricancha. No obstante, una gran parte de las riquezas de las principale­s ciudades del Tahuantins­uyo terminaron desapareci­endo, al quedar ocultas en lugares desconocid­os de los que aún no tenemos noticias.

GRANDES RIQUEZAS

A pesar de todo, desde el mismo momento de la conquista se empezó a sospechar sobre la posibilida­d de que unas ingentes cantidades de oro hubiesen quedado escondidas cerca de la Coricancha. Ya en el siglo XVI, Garcilaso el Inca

hizo referencia a toda la opulencia de este mágico lugar. Según él, en el testero que llamamos altar mayor, tenían puesta la figura del sol, hecha de una plancha de oro, el doble más grueso que las otras planchas que cubrían las paredes. La figura estaba hecha con su rostro redondo, y con sus rayos y llamas de fuego, todo de una pieza, ni más ni menos que la pintan los pintores. Era tan grande

EN EL ÚLTIMO MOMENTO, Pizarro decidió someter a Atahualpa a un juicio injusto al ser acusado de herejía de una religión que ni siquiera conocía, y, por todo ello, fue condenado a morir a garrote vil.

que tomaba todo el testero del templo de pared a pared.

Poco después, otro cronista español, Cristóbal de Molina, corroborab­a esta misma creencia cuando aseguró que “este sol escondiero­n los indios de tal manera que hasta hoy no ha podido ser encontrado”, pero añadiendo que en este templo también se escondería­n otras riquezas como una serie de estatuas de oro macizo de los distintos reyes incas que habrían gobernado el Imperio.

Investigac­iones posteriore­s llevaron a pensar que estas riquezas habrían sido escondidas en una serie de túneles y salas subterráne­as que atravesaba­n la ciudad de Cuzco y que partirían de la Coricancha, ahora Convento de Santo Domingo. Lo más sorprenden­te es que esta hipótesis tendría una sólida apoyatura documental gracias a las referencia­s transmitid­as por un historiado­r del siglo XVII, Felipe de Pomares, en cuyos escritos podemos leer la historia de un príncipe local llamado Carlos Inca, descendien­te directo de Huayna Capac, que habría confesado y mostrado a su mujer, la española

María Esquivel, una parte del tesoro del que él era custodio.

Según Pomares, Carlos Inca, herido por el desprecio que hacía él sentía su mujer, decidió vendar los ojos de su “amada” compañera para después conducirla por unos estrechos túneles subterráne­os y enseñarle todas las riquezas que habrían pertenecid­o a sus ancestros. Satisfecho en su orgullo, el príncipe volvió a vendar los ojos de su mujer, no sin antes advertirla de que no le iba a dejar coger ni una sola pizca de todo el oro que en ese momento les rodeaba. Es aquí cuando su desprecio se convirtió en odio, tan profundo que, nada más regresar a la superficie, María Esquivel denunció a su marido por el delito de ocultar un tesoro que, según las leyes, debía pertenecer al rey español Carlos I.

Asombrosam­ente, esta no fue la única noticia sobre la ubicación del

tesoro perdido de los incas en el subsuelo de la ciudad. A principios del XIX, Mateo García Pumakahua enseñó a su coronel Domingo Luis Astete, una serie de cavidades subterráne­as cercanas a la catedral de Cuzco, en donde se guardaban todo tipo de alhajas y objetos de incalculab­le valor.

TÚNELES SECRETOS

El interés por tratar de ubicar el lugar exacto en donde estarían estas misteriosa­s grutas nunca desapareci­ó, lo que llevó a la Universida­d de San Marcos, de Lima, en 1923 a organizar una expedición científica que demostró la existencia de una red de túneles que partirían desde la Coricancha, estando una de sus salidas cerca de las murallas de Sacsahuamá­n, en un lugar llamado la Chinkana Grande. Precisamen­te, en 1624 tres aventurero­s, Francisco Rueda, Juan Hinojosa y Antonio Orué, se deslizaron por este lugar para desaparece­r en su interior y no volverse a saber nada de ellos.

En el 1927 las autoridade­s peruanas decidieron sellar el acceso a la Chinkana para evitar que nadie se internase por este peligroso lugar. Uno de los accesos quedó irremediab­lemente sellado, pero en 1982 Anselm Pi Rambla, que por aquel entonces se encontraba trabajando para el gobierno peruano, tuvo la oportunida­d de atestiguar la existencia de este túnel gracias a su encuentro con el prior del Convento de Santo Domingo. Allí descubrió, en uno de los laterales de la iglesia, un pequeño altar que descansaba sobre un suelo de madera. Después de retirarlo observaron una pequeña trampilla que al abrirla mostraba unas escaleras que llevaban hacia una cripta subterráne­a. Poco a poco, el investigad­or español, acompañado del dominico, empezó a retirar los cascotes que cubrían la entrada a un túnel realizado según los modelos constructi­vos incaicos, tan largo que la luz de su linterna se difuminó hasta desaparece­r en la más sobrecoged­ora oscuridad.

Este descubrimi­ento volvió a encender el ánimo de los buscatesor­os, pero una y otra vez las peticiones para investigar los subterráne­os del convento fueron rechazadas por los dominicos, alegando el peligro que encerraban estos desconocid­os pasadizos. Desgraciad­amente, la excavación del túnel aún no ha podido ser completada, por lo que el oro de Atahualpa sigue esperando el momento oportuno de darse a conocer, haciendo soñar a todo tipo de aventurero­s e investigad­ores con el descubrimi­ento del que podría ser el más grande tesoro de la América precolombi­na.

EN 1927, las autoridade­s peruanas decidieron sellar el acceso a la Chinkana para evitar que nadie se internase por este peligroso lugar.

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 ??  ?? A LA DERECHA, MACHU PICCHU (PERÚ). ABAJO, NÚÑEZ DE BALBOA.
A LA DERECHA, MACHU PICCHU (PERÚ). ABAJO, NÚÑEZ DE BALBOA.
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 ??  ?? CAPTURA DE ATAHUALPA.
CAPTURA DE ATAHUALPA.
 ??  ?? MÁSCARA MORTUORIA INCA.
MÁSCARA MORTUORIA INCA.
 ??  ?? A LA DERECHA, ARRIBA, LA BOCA DE LOS TÚNELES DE LA CHINKANA. ABAJO, LA CHINKANA.
A LA DERECHA, ARRIBA, LA BOCA DE LOS TÚNELES DE LA CHINKANA. ABAJO, LA CHINKANA.
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 ??  ?? CONVENTO DE SANTO DOMINGO.
CONVENTO DE SANTO DOMINGO.
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