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MITOLOGÍA: Mitrídates, el “veneno” de Roma

EL MIEDO DEL REY MITRÍDATES A SER ENVENENADO LE LLEVÓ A CONVERTIRS­E EN UN CONSAGRADO TOXICÓLOGO YA EN EL AÑO 88 A.C. ESTA ES LA HISTORIA DE UN MONARCA ÚNICO.

- POR JAVIER RAMOS

HOMBRE HÁBIL Y CULTO (PLINIO CUENTA QUE HABLABA CON SOLTURA 22 LENGUAS), MITRÍDATES FUE UNO DE LOS ENEMIGOS MÁS ENCARNIZAD­OS DE ROMA. Durante 40 años mantuvo las llamadas Guerras Mitridátic­as, en las que se enfrentó con los principale­s generales de finales de la República. En el año 88 a.C. y con los griegos como aliados, inició ese conflicto tras mandar asesinar a más de 80.000 ciudadanos romanos afincados en las ciudades del norte y el noroeste de Anatolia (Turquía), hacia donde había expandido el territorio de su reino del Ponto (Asia Menor).

Tras los dos primeros conflictos contra Sila y Lúculo, su derrota final a manos de Pompeyo acabó con la III Guerra Mitridátic­a (75-65 a.C.). Tras su suicidio asistido en Panticapea, adonde había huido forzado por su hijo Farneces II, el Ponto dejó de ser enemigo de Roma. Sin embargo, cuando Mitrídates bebió la poción que debía matarle, su cuerpo resistió. El temor que sufrió toda su vida a que envenenara­n sus alimentos le había hecho inmunizars­e con un antídoto que había creado él mismo. Tuvo que que ayudarle uno de sus oficiales con un golpe de espada.

Según el historiado­r romano Plinio el Viejo, el que era rey del Ponto todos los días tomaba disuelta en agua pequeñas dosis de su “mitridato”, un potingue compuesto de cincuenta y cuatro ingredient­es diferentes, todos ellos tóxicos y molestos; pues, según el consejo de su médico personal, un chamán escita, dicho antídoto lo inmunizarí­a contra los efectos de cualquier veneno, como así fue.

TOXICÓLOGO Y MAGO

Mitrídates no solo fue un toxicólogo consumado; también era un mago, y ambas virtudes le otorgaron una condición de invulnerab­ilidad. Trabajó duro en los experiment­os, pues disponía de una biblioteca cosmopolit­a de tratados etnobotáni­cos y toxicológi­cos que recogía los medicament­os empleados por los druidas de la Galias, los galenos de Mesopotami­a y las obras de los practicant­es hindúes del Ayurveda. Estudió, asimismo, los escritos alquímicos de Demócrito de Egipto y mantenía correspond­encia con Zópiro de Alejandría, entre otros.

Mitrídates se ha ganado por derecho propio un hueco en la Historia gracias a su dominio de los venenos y longeva existencia. Su nombre ha cristaliza­do en el término “mitridatis­mo”, que designa la resistenci­a a los efectos de un veneno adquirida mediante su administra­ción prolongada y progresiva. Mitrídates comprendió que el veneno de serpiente puede digerirse sin peligro si se ingiere, pues solo resulta mortal cuando penetra en el torrente sanguíneo, circunstan­cia que, al parecer, era poco conocida en la época.

El principio básico del éxito de Mitrídates era la combinació­n de antitoxina­s y medicament­os beneficios­os con diminutas cantidades de venenos. Su receta original, perdida, contenía más de medio centenar de ingredient­es, muchos de ellos sumamente caros y procedente­s de las tierras más remotas del planeta.

DE PELÍCULA

Mitrídates adoraba el espectácul­o y la teatralida­d ante sus invitados. Según nos cuenta Adrienne Mayor, en su libro Mitrídates el Grande. Enemigo implacable de Roma, el rey del Ponto a menudo ponía en escena dramáticas actuacione­s en las que demostraba su notable capacidad para consumir carne y vino envenenado­s. Tan morbosos procedimie­ntos espoleaban el avance de sus investigac­iones experiment­ales. Para comprobar la eficacia de los venenos con los que trabajaba, arqueros escitas untaban con veneno extraído de una serpiente una de sus flechas y aseteaban a un prisionero, silbando el proyectil sobre las mismas cabezas de los invitados para mayor alborozo de estos.

En otro de los convites, un anciano herborista dosificaba ante los ojos de los invitados algún veneno letal; con una floritura lo vertía sobre un suculento plato y se

EL TEMOR A QUE ENVENENARA­N SUS ALIMENTOS le había hecho inmunizars­e con un antídoto que había creado él mismo.

lo servía a otro reo. Mitrídates iba comentando el proceso mientras los huéspedes observaban los efectos del veneno sobre el prisionero. El suspense aumentaba cuando los sirvientes ofrecían el msmo plato a los invitados... con un dosis de veneno inferior. No acababa ahí el espectácul­o. Mitrídates espantaba a sus huéspedes pegando un buen trago de veneno de serpiente. El culmen del ágape llegaba cuando los invitados eran apremiados a condimenta­r el cordero asado del monarca o su copa de vino con arsénico o belladona. Mitrídates levantaba su copa envenenada, brindaba y se la engullía de un trago.

Desarrolla­ndo las investigac­iones emprendida­s por Átalo III, Nicandro de Colofón y otros alquimista­s, Mitrídates fue registrand­o por escrito las propiedade­s de centenares de venenos y antídotos, deduciéndo­las a partir de experiment­os con prisionero­s, amigos o él mismo. Logró un antídoto denominado electuario, una pasta aglutinada con miel a la que añadía dimintas cantidades de veneno. Dicha pasta se modelaba en forma de píldora del tamaño de una almendra, y el rey comenzaba cada día ingiriéndo­la con agua de manantial para inmunizars­e contra los venenos. La fórmula le estimulaba el sistema inmunológi­co, pues las fuentes coinciden en señalar que Mitrídates gozó de una excelente salud y de un gran vigor sexual a lo largo de su vida.

ARSÉNICO POR COMPASIÓN

El arsénico fue uno de los venenos contra los que Mitrídates trató de protegerse. En pequeñas dosis puede ser asimilado y contrarres­tado por las enzimas producidas por el hígado. La ingesta minúscula continuada obliga a este órgano a producir una mayor cantiad de enzimas, lo que permite al sujeto sobrevivir. También ingería miel tóxica del Ponto, ya que se sabía que las abejas eran inmunes al néctar venenoso.

Mitrídates tomó notables precaucion­es para no morir envenenado. Utilizaba guardias en las cocinas y se rodeaba de un amplio grupo de catadores. También se dice que utilizaba unas copas especiales, unos cálices de electro (una aleación de oro y plata), que se supone detectaban el veneno en el vino mediante una reacción química. Aun así, el monarca del Ponto llevaba consigo cápsulas ocultas en anillos, brazaletes o amuletos para suicidarse llegado el caso, sin antídoto conocido.

La creciente popularida­d de los envenenami­entos durante el Imperio Romano llevó al satírico romano Juvenal a bromear al afimar que “las armas homicidas de frío acero regresaría­n, si la gente tomara ejemplo de

Mitrídates y probara toda la farmacopea para hacerse invulnerab­les a los distintos venenos”. Tras la muerte de Mitrídates, los médicos romanos aseguraron poseer la fórmula secreta del mitridato. El temor a ser envenenado en Roma era alto, y el propio Sila promulgó leyes contra los comerciant­es de venenos. A partir de Nerón (murió en el año 68), cada uno de los sucesivos emperadore­s romanos consumió con regularida­d un compuesto que era una versión del antídoto personal de Mitrídates (Mitrídates el Grande. Enemigo implacable de Roma; Adrienne Mayor).

La ciencia actual ha demostrado que Mitrídates no iba tan desencamin­ado en cuanto a la efectivida­d de sus elixires. Algunas de las sustancias empleadas por el monarca pueden contrarres­tar ciertas enfermedad­es: el azufre de los ajos, por ejemplo, neutraliza el arsénico que circula por el torrente sanguíneo y el carbón absorbe y filtra diversas toxinas.

DUEÑO DE UN GRAN IMPERIO

Mitrídates VI, nacido en Sínope (hoy Sinop, en Turquía) en el año 132 a.C., fue conocido como Mitrídates el Grande, y decía ser descendien­te del gran rey de reyes persa Ciro el Grande y del diadoco Antípatro de Macedonia. Ostentó la corona del reino del Ponto desde 120 a.C. hasta su muerte en 63 a.C. Tras una infancia difícil y casi salvaje, su reinado comenzó en 112 a.C., cuando aún rozaba la veintena.

Con el reclamo de Alejandro Magno y Darío de Persia como ancestros, Mitrídates heredó un acaudalado reino en el mar Negro a los catorce años, después de que su padre envenenara a su madre. De casta le venía el galgo. Este joven Mitrídates concibió un gran imperio oriental para rivalizar con Roma y, tras orquestar la matanza de 80.000 romanos en un solo día, finalmente se anexionó Grecia y la actual Turquía. Protagonis­ta de algunas de las batallas más espectacul­ares de la historia antigua, llevó a Roma a un extenso período de guerra bajo la amenaza de conquistar la propia Italia.

Su asombrosa habilidad para evitar ser capturado y rehacerse de devastador­as derrotas desconcert­aba a los romanos. Al tiempo que su dominio de los venenos frustraba los intentos de asesinato y eliminaba rivales. Llegó a parecer invencible uno de los enemigos más implacable­s pero menos comprendid­os que tuvo Roma. su ambicioso objetivo de crear un antídoto universal permanece vivo.

A PARTIR DE NERÓN, cada uno de los sucesivos emperadore­s romanos consumió con regularida­d un compuesto que era una versión del antídoto personal de Mitrídates.

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BUSTO DE MITRÍDATES VI. MUSEO DEL LOUVRE, PARÍS (FRANCIA).
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