VASCO DE QUIROGA, y los derechos del NUEVO MUNDO
Entre la utopía y la realidad
EN LA NUEVA ESPAÑA Y DURANTE EL VIRREINATO LAS LEYES DEL REY SE ACATABAN, PERO NO SE CUMPLÍAN. ESTE FAMOSO DICHO QUE SE CONVIRTIÓ CASI EN REFRÁN POPULAR EN MÉXICO FUE PRODUCTO DE UNA SERIE DE COMPLEJAS CIRCUNSTANCIAS QUE SE DIERON EN EL IMPERIO ESPAÑOL Y SUS COLONIAS Y QUE COMO UNA MONEDA, TUVO DOS CARAS.
LA CARA MALDITA FUE UN CONJUNTO DE ATROPELLOS Y ABUSOS, QUE AUNQUE DEBEN SER ANALIZADOS Y VISTOS DENTRO DE LA PERSPECTIVA HISTÓRICA Y NO DESDE LA ÓPTICA DE HOY DÍA, tuvieron una parte importante de sus orígenes en el hecho de que una gran mayoría de los colonos fueron –al igual que en ocupaciones de otros países– reos condenados en presidios, en los que en las Cartas Pueblas para la fundación de ciudades se les liberaba de su condena en la Península a condición de que fundasen colonias y repoblasen en ultramar. Definitivamente, una gran parte de estos colonos eran personas con pocos escrúpulos, algunas ya condenadas por los mismos delitos y abusos que siguieron cometiendo en un lugar de destino, donde la fiscalización y control de sus comportamientos quedaban muy diluidas por la lejanía de la metrópoli y la relajación de la ley.
REPOBLACIÓN COLONIAL
Esta herramienta de repoblación colonial se utilizó en España, al igual que en otros países europeos, y fue en su mayor parte la culpable de que una cierta clase de hombre llegase a las Américas, el cual no era el español común de a pie. La cara buena de esta moneda, sin embargo, fueron unas leyes –cuyo principal reflejo es el testamento de Isabel la Católica- elaboradas dentro de una corriente humanista que en ese momento ya ha-
bía permeado España. Las sucesivas cortes de Isabel I, Juana I y Carlos I habían sido una incubadora perfecta para las corrientes humanistas defensoras de derechos considerados naturales, no solamente la propia reina Católica sino juristas y prohombres que más tarde mencionaré, y entre estos hombres se encontraba uno que tuvo la fortuna de llegar a la Nueva España como funcionario del virreinato, Vasco de Quiroga.
TATA VASCO
Vasco Vázquez de Quiroga y Alonso de la Cárcel nació en España, en Madrigal de las Altas Torres. No se sabe con certeza el año de su nacimiento, pero se sitúa entre 1477 y 1488. Estudió leyes en Salamanca y se conoce que en 1513 fue nombrado Visitador de la Real Audiencia y Chancillería de Valladolid, posteriormente Juez en Oran y que representó a la corona española en el tratado de paz con el rey de Tremecén, hoy Argelia. Fueron sus méritos desempeñando estos cargos los que llamaron la atención del Obispo de Badajoz, que lo recomendó a la corona para que desempeñase el cargo de Oidor en la Audiencia de la Nueva España, donde se instaló en 1531.
Si tuviera que definir a don Vasco de Quiroga, diría que fue el ejemplo de funcionario que hizo su trabajo como debía, que acató esas leyes que muchos otros ignoraban, y que, además, las acató con sentido común, con una humanidad entrañable y con un amor por la Nueva España y sus gentes, que hizo que los indios Tarascos, una de las tribus más feroces de
DEDICÓ TODA SU VIDA a la defensa de los derechos indígenas, a las restitución de una dignidad y a la planificación justa y vanguardista de un futuro para los pueblos autóctonos dentro del nuevo orden que traería la conquista.
Mesoamérica, lo llamasen Tata Vasco, que en su lengua –el purépecha–quiere decir Papá Vasco.
Dedicó toda su vida a la defensa de los derechos indígenas, a la restitución de una dignidad y a la planificación justa y vanguardista de un futuro para los pueblos autóctonos dentro del nuevo orden que traería la conquista.
LOS DERECHOS DE LOS INDÍGENAS
En ese caos y adversidad que llegó a México una vez consumada la conquista del Nuevo Mundo, Tata Vasco consiguió el reconocimiento para los Tarascos de esos derechos establecidos por Isabel I, derechos que hoy día se ven claro, pero que en aquel lejano siglo XVI ni siquiera llevaban el nombre de derechos, y no hubo ningún país del mundo conocido en aquella época que hubiera hecho tal reconocimiento en sus colonias o sus conquistas.
Fue una época dolorosa, donde la depresión en la población autóctona hizo que incluso la elevada tasa de natalidad que tenían decreciese, epidemias post-guerra y enfermedades nuevas para ambas razas se mezclaron de un pueblo a otro diezmando la población, y, aunque el ejercito de Cortés fue apoyado por varios pueblos precolombinos sometidos a la tiranía azteca con anterioridad a la llegada de los españoles, como fueron los Tlaxcatecas, lo que vino una vez consumada la conquista no era lo que ellos esperaban.
A pesar de ese profundo dolor que implica toda guerra de conquista, España fue una pionera en el reconocimiento jurídico de una serie de derechos naturales que fueron el germen para lo que hoy día conocemos como derechos humanos.
Y es que, aunque la cuestión de la existencia de un alma en los naturales del continente americano no se decretó hasta la Bula Sublimis Deus, después de la Controversia de Valladolid, en 1537 –de la que hablo en mi novela El Secreto de la Tritona (Ediciones B)–, ya estaba claro para los juristas humanista españoles, desde el primer viaje de Colón, que los indios americanos
tenían alma. Esto ya se había discutido y defendido anteriormente por juristas de la talla de Francisco de Vitoria, y esta realidad se plasmó en el testamento de Isabel la Católica y en las últimas voluntades de la monarca española.
EL ALMA DE LOS ABORÍGENES
Aunque es difícil sustraerse como observador-lector, al momento en el que se vive y a las creencias, uno debe sumergirse en el tiem- po y el espacio para entender en profundidad los acontecimientos históricos. Isabel de Castilla, una reina muy vilipendiada –más por desconocimiento y prejuicio que por la línea de gobierno de su reinado–, plasmó por escrito las libertades y derechos de los habitantes de las Américas, en una época donde a monarcas de otros imperios coloniales ni se les pasaba por la cabeza conceder derechos a los habitantes de las tierras que colonizaban, y un claro ejemplo de ello fue la colonización de la parte de América del Norte hecha por franceses e ingleses.
Isabel es una reina polémica, si bien no era una santa –y eso lo sabemos– sí era una humanista, y como tal estableció que los naturales de estas tierras descubiertas por el Almirante Colón tenían de pleno derecho estatuto de ciudadanos castellanos, ni más ni menos que un ciudadano de Valladolid o Zamora. Ya en 1473 obligó al papa Alejandro VI, Rodrigo Borja, a emitir la Bula de Guinea para la Catedral de Sevilla, en la que se les reconocía un alma a los habitantes aborígenes de Guinea, cuando se estableció en África la colonia en la Guinea Española, esto no mucha gente lo sabe.
Existe, además, una cláusula también desconocida para muchos, en el testamento de Isabel la Católica que otrogaba ciertos derechos a los aborígenes. Y si bien no es justificación ni negación de la cantidad de excesos y abusos que se dieron en una realidad de guerra de conquista, sí debe ser motivo de reconocimiento a la reina y a aquellos juristas de la época, vanguardistas como en ninguna otra nación.
No en vano, Isabel la Católica deja claro en su testamento lo siguiente: "Y no consientan ni den lugar que los indios reciban agravio alguno en sus personas y sus bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados, y si algún
ESPAÑA FUE UNA PIONERA en el reconocimiento jurídico de una serie de derechos naturales que fueron el germen para lo que hoy día conocemos como derechos humanos.
agravio han recibido, lo remedien". Vasco de Quiroga, fue el claro ejemplo de hombre de conquista que llevó a cabo en La Nueva España la Ley tal y como fue concebida en la Península.
EL LEGADO DEL CONQUISTADOR
Si uno actualmente viaja a Pátzcuaro, en el estado de Michoacán, de Ocampo en México, y transita por sus alrededores y pueblos, como podrían ser Tzintzuntzan o la isla de Janitzio, se encontrará con un modelo de sociedad productiva peculiar: cada pueblo es autosuficiente en aquello que es básico, y además tiene un oficio, y este oficio es complementario al del pueblo de al lado, y viven en una armonía productiva comprando entre ellos las producciones de los pueblos vecinos, que representan bienes que no son absolutamente necesarios para la subsistencia.
Hoy en pleno siglo XXI, este modelo de producción, que data ni más ni menos que del siglo XVI y fue obra de Vasco Vázquez de Quiroga, sigue vigente y es más efectivo que nunca.
En Santa Clara del Cobre se trabaja el cobre; en Tzintzuntzan, las hermosas vajillas de barro vidriado en verde; en el pueblo de al lado los telares; y así sucesivamente se ha creado una economía complementaria basada en el intercambio comercial entre pueblos y aldeas vecinos. Es muy probable que el modelo que ideó Vasco de Quiroga fuera inspirado en la Utopía, de Tomás Moro, y la República, de Platón, aunque hay quien lo discute. Lo cierto es que su modelo ha sido objeto de estudio durante todos estos siglos y hoy sigue siendo la forma de vida y producción de los habitantes de zonas rurales de Michoacán, donde de forma cariñosa se sigue recordando a a este hombre de bien, don Vasco Vázquez de Quiroga, como Tata Vasco, el padre de los indios Tarascos.