MITOLOGÍA: Hadas españolas
COMO OTROS SERES DEL MUNDO INVISIBLE, LAS HADAS SE CONSIDERARON EN EL PASADO COMO UNA RAZA A MITAD DE CAMINO ENTRE LOS HOMBRES Y LOS ÁNGELES. ESTAS SON SUS PECULIARIDADES A LO LARGO DE LA HISTORIA.
EN EL FOLCLORE OCCIDENTAL EL HADA SIEMPRE HA SIDO CONSIDERADA UNA CRIATURA FANTÁSTICA Y SUTIL, protectora de la naturaleza, resultado de un conjunto de creencias en donde se mezclaban todo tipo de tradiciones que hablaban sobre el fabuloso mundo de los elfos, duendes, sirenas y gigantes. Según Chrétien de Troyes, autor del siglo XII, serían seres de gran belleza, poseedoras de enormes riquezas y casi siempre se encontraban vinculadas con densos e impenetrables bosques o con ríos, lagos, fuentes o alguna gruta secreta en la que pudieron esconder enormes tesoros anhelados por los humanos.
Tal y como relatan las tradiciones gallegas, estas hadas, o mouras, tenían sus hogares en el mundo subterráneo, cerca de los antiguos castros, y allí guardaron sus riquezas. Las hadas también destacaban por sus conocimientos de las plantas, piedras y cualquier otro elemento de la naturaleza, motivo por el cual desarrollaron todo tipo de conjuros para aumentar su riqueza material y sus encantos.
En cuanto al aspecto físico de las hadas, especialmente en el ámbito céltico, no se corresponde con la imagen que tenemos de ellas como seres diminutos y con alas, sino que su apariencia estaría más cercana a la de los elfos, bellos y con los cabellos largos, y en la literatura medieval es común verlas suspirando por el amor de un hombre con el que desean contraer matrimonio y formar una familia. No siempre lo conseguían, a pesar de su exuberante belleza, y de la gracia con la que danzaban durante las noches de luna llena o de su dulzura a la hora de tocar instrumentos musicales para encantar a los humanos.
Como otros seres del mundo invisible, las hadas se consideraron como una raza a mitad de camino entre los hombres y los ángeles, mucho más antiguas que los seres humanos y según algunas leyendas vivirían en una especie de isla de la eterna juventud en la que no existía la muerte ni la enfermedad. Curiosamente, el escritor James Barrie, en su obra Peter Pan, habría dado fama literaria a este mundo mágico cuando describió su Neverland, la isla en la que los niños perdidos nunca envejecían.
UN MUNDO FEÉRICO
El origen de la creencia en la existencia del mundo feérico, por lo menos como lo consideramos en nuestros días, se remonta a la mitología céltica y centroeuropea, cuyo recuerdo aún seguiría vivo en la tradición oral de la Edad Media, tal y como se puede detectar en el ciclo artúrico en personajes como la Dama del Lago, Morgana o el hada Nimue o Viviana. Para Chrétien de Troyes, la Dama del Lago mostraba todas las características de las hadas mitológicas, aunque nunca menciona este nombre, algo que sí hace cuando la relaciona con Viviana.
Durante la Baja Edad Media otro autor francés, Jean D’Arras, empleó la palabra hada para referirse a la ascendencia mitológica de los duques de Lusignan.
En Inglaterra también tenemos un desarrollo de leyendas celtas (Fairy Folk) como seres semidivinos, cuya vida se desarrolla entre el mundo de los hombres y el de los espíritus, pero no aparecen como seres pequeños con alas de mariposa, sino con aspecto humano, con tez blanca y ojos claros. El conocimiento de estas tradiciones está presente en la obra de Tolkien, al igual que el mítico reino donde habitan, Tir na N’Ong, otra isla de la eterna juventud, que el prolífico autor inglés refleja en su Tierra Media.
TRADICIÓN ESPAÑOLA
En lo que se refiere a la mitología española, la creencia en el mundo de las hadas está presente en diversas regiones y constituye uno más de los muchos elementos que unen culturalmente a diversos pueblos peninsulares. En la mitología asturiana y leonesa reciben el nombre de xanas, unas mujeres de gran belleza, vestidas
TAL Y COMO RELATAN LAS TRADICIONES GALLEGAS, estas hadas, o mouras, tenían sus hogares en el mundo subterráneo.
con túnica y de larga cabellera que pasaban una buena parte de su tiempo peinándose y viendo cómo su imagen se reflejaba en el lago de aguas cristalinas en donde solían vivir. Como su nombre indica las xanas estaban estrechamente relacionadas con las anjanas cántabras, hadas con trenzas adornadas con lazos y finas cintas de seda, ceñidas a la cabeza y resaltadas por hermosas coronas de flores silvestres. La piel de las anjanas era nívea y su mirada serena, mientras que su cuerpo estaba cubierto por finas y largas túnicas blancas y mantos azules. En sus manos solían llevar una varita mágica con la que golpeaban la tierra, el agua y objetos inanimados para hacer sus encantamientos.
Otro elemento que distingue a las hadas de la mitología española es su carácter bondadoso y apacible (frente a las de tradición europea que en ocasiones dan rienda suelta a sus más bajos instintitos), por eso no es extraño verlas en las antiguas narraciones dando consuelo a los más necesitados, a los más humildes y seres de buen corazón, mientras que, al mismo tiempo, utilizaban sus magníficos tesoros guardados en sus palacios subterráneos para confundir, tentar y castigar a los más soberbios y codiciosos. Tampoco era infrecuente verlas pasear por las sendas de los bosques que rodeaban las aldeas campesinas, y no dudaban en ayudar a los animales heridos o a los árboles quebrados por el viento o por el rigor de una tormenta. Es más, su bondad llegaba a tal extremo que cuando pasaban por los pueblos de los hombres solían dejar regalos a los que más lo hubiesen merecido.
Además de con las xanas, las anjanas están relacionadas con las mouras gallegas, las mariu de la mitología vasca o las goljas de Cataluña, un conjunto de seres con la misma naturaleza pero adaptadas a los entornos culturales de las distintas regiones peninsulares, poniendo de manifiesto la riqueza y generosidad de los tradiciones mitológicas en España.