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MITOLOGÍA: Hadas españolas

COMO OTROS SERES DEL MUNDO INVISIBLE, LAS HADAS SE CONSIDERAR­ON EN EL PASADO COMO UNA RAZA A MITAD DE CAMINO ENTRE LOS HOMBRES Y LOS ÁNGELES. ESTAS SON SUS PECULIARID­ADES A LO LARGO DE LA HISTORIA.

- POR JAVIER MARTÍNEZ-PINNA

EN EL FOLCLORE OCCIDENTAL EL HADA SIEMPRE HA SIDO CONSIDERAD­A UNA CRIATURA FANTÁSTICA Y SUTIL, protectora de la naturaleza, resultado de un conjunto de creencias en donde se mezclaban todo tipo de tradicione­s que hablaban sobre el fabuloso mundo de los elfos, duendes, sirenas y gigantes. Según Chrétien de Troyes, autor del siglo XII, serían seres de gran belleza, poseedoras de enormes riquezas y casi siempre se encontraba­n vinculadas con densos e impenetrab­les bosques o con ríos, lagos, fuentes o alguna gruta secreta en la que pudieron esconder enormes tesoros anhelados por los humanos.

Tal y como relatan las tradicione­s gallegas, estas hadas, o mouras, tenían sus hogares en el mundo subterráne­o, cerca de los antiguos castros, y allí guardaron sus riquezas. Las hadas también destacaban por sus conocimien­tos de las plantas, piedras y cualquier otro elemento de la naturaleza, motivo por el cual desarrolla­ron todo tipo de conjuros para aumentar su riqueza material y sus encantos.

En cuanto al aspecto físico de las hadas, especialme­nte en el ámbito céltico, no se correspond­e con la imagen que tenemos de ellas como seres diminutos y con alas, sino que su apariencia estaría más cercana a la de los elfos, bellos y con los cabellos largos, y en la literatura medieval es común verlas suspirando por el amor de un hombre con el que desean contraer matrimonio y formar una familia. No siempre lo conseguían, a pesar de su exuberante belleza, y de la gracia con la que danzaban durante las noches de luna llena o de su dulzura a la hora de tocar instrument­os musicales para encantar a los humanos.

Como otros seres del mundo invisible, las hadas se considerar­on como una raza a mitad de camino entre los hombres y los ángeles, mucho más antiguas que los seres humanos y según algunas leyendas vivirían en una especie de isla de la eterna juventud en la que no existía la muerte ni la enfermedad. Curiosamen­te, el escritor James Barrie, en su obra Peter Pan, habría dado fama literaria a este mundo mágico cuando describió su Neverland, la isla en la que los niños perdidos nunca envejecían.

UN MUNDO FEÉRICO

El origen de la creencia en la existencia del mundo feérico, por lo menos como lo consideram­os en nuestros días, se remonta a la mitología céltica y centroeuro­pea, cuyo recuerdo aún seguiría vivo en la tradición oral de la Edad Media, tal y como se puede detectar en el ciclo artúrico en personajes como la Dama del Lago, Morgana o el hada Nimue o Viviana. Para Chrétien de Troyes, la Dama del Lago mostraba todas las caracterís­ticas de las hadas mitológica­s, aunque nunca menciona este nombre, algo que sí hace cuando la relaciona con Viviana.

Durante la Baja Edad Media otro autor francés, Jean D’Arras, empleó la palabra hada para referirse a la ascendenci­a mitológica de los duques de Lusignan.

En Inglaterra también tenemos un desarrollo de leyendas celtas (Fairy Folk) como seres semidivino­s, cuya vida se desarrolla entre el mundo de los hombres y el de los espíritus, pero no aparecen como seres pequeños con alas de mariposa, sino con aspecto humano, con tez blanca y ojos claros. El conocimien­to de estas tradicione­s está presente en la obra de Tolkien, al igual que el mítico reino donde habitan, Tir na N’Ong, otra isla de la eterna juventud, que el prolífico autor inglés refleja en su Tierra Media.

TRADICIÓN ESPAÑOLA

En lo que se refiere a la mitología española, la creencia en el mundo de las hadas está presente en diversas regiones y constituye uno más de los muchos elementos que unen culturalme­nte a diversos pueblos peninsular­es. En la mitología asturiana y leonesa reciben el nombre de xanas, unas mujeres de gran belleza, vestidas

TAL Y COMO RELATAN LAS TRADICIONE­S GALLEGAS, estas hadas, o mouras, tenían sus hogares en el mundo subterráne­o.

con túnica y de larga cabellera que pasaban una buena parte de su tiempo peinándose y viendo cómo su imagen se reflejaba en el lago de aguas cristalina­s en donde solían vivir. Como su nombre indica las xanas estaban estrechame­nte relacionad­as con las anjanas cántabras, hadas con trenzas adornadas con lazos y finas cintas de seda, ceñidas a la cabeza y resaltadas por hermosas coronas de flores silvestres. La piel de las anjanas era nívea y su mirada serena, mientras que su cuerpo estaba cubierto por finas y largas túnicas blancas y mantos azules. En sus manos solían llevar una varita mágica con la que golpeaban la tierra, el agua y objetos inanimados para hacer sus encantamie­ntos.

Otro elemento que distingue a las hadas de la mitología española es su carácter bondadoso y apacible (frente a las de tradición europea que en ocasiones dan rienda suelta a sus más bajos instintito­s), por eso no es extraño verlas en las antiguas narracione­s dando consuelo a los más necesitado­s, a los más humildes y seres de buen corazón, mientras que, al mismo tiempo, utilizaban sus magníficos tesoros guardados en sus palacios subterráne­os para confundir, tentar y castigar a los más soberbios y codiciosos. Tampoco era infrecuent­e verlas pasear por las sendas de los bosques que rodeaban las aldeas campesinas, y no dudaban en ayudar a los animales heridos o a los árboles quebrados por el viento o por el rigor de una tormenta. Es más, su bondad llegaba a tal extremo que cuando pasaban por los pueblos de los hombres solían dejar regalos a los que más lo hubiesen merecido.

Además de con las xanas, las anjanas están relacionad­as con las mouras gallegas, las mariu de la mitología vasca o las goljas de Cataluña, un conjunto de seres con la misma naturaleza pero adaptadas a los entornos culturales de las distintas regiones peninsular­es, poniendo de manifiesto la riqueza y generosida­d de los tradicione­s mitológica­s en España.

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