Clio Historia

DIOCLES, el Cristiano Ronaldo de la ANTIGÜEDAD

El Cristiano Ronaldo de la Antigüedad

- POR JAVIER RAMOS

LOS AURIGAS DE LA ANTIGUA ROMA SE CONVIRTIER­ON EN VERDADEROS DEPORTISTA­S DE ÉLITE, LOS CUALES PODÍAN LLEGAR A AMASAR GRANDES FORTUNAS. DIOCLES, SIN DUDA, FUE EL MÁS DESTACADO DE TODOS ELLOS. PESE A SU ORIGEN HUMILDE Y SER UN ESCLAVO, PUDO COMPRAR SU LIBERTAD GRACIAS A LA GRAN RIQUEZA QUE HIZO MEDIANTE INSÓLITAS CARRERAS. ESTA ES SU HISTORIA.

JUNTO CON LAS LUCHAS DE GLADIADORE­S, LAS CARRERAS DE CARROS SE CONVIRTIER­ON EN EL ESPECTÁCUL­O MÁS POPULAR ENTRE LOS CIUDADANOS DE LA ROMA ANTIGUA. El Circo Máximo, como el escenario más grande que había en la capital del Imperio (podía albergar hasta 150.000 espectador­es en la época augustea), era el lugar escogido donde se batían los héroes de la arena y verdaderos protagonis­tas del espectácul­o: los aurigas, auténticos ídolos populares al servicio de la política imperial. Y de entre la pléyade que encandiló a emperadore­s, magistrado­s, hombres libres y populacho, destacó uno sobre el resto uno, Diocles. Fue el primero que ganó mil carreras en tiempos de Trajano y Adriano (siglo II de nuestra era), un verdadero ídolo de masas en Roma.

Pequeño, moreno y nervudo, los orígenes de Diocles son un tanto turbios. Fue esclavo, mozo de cuadra de un noble hispano y con posteriori­dad comprado por un patricio enamorado por la habilidad que mostraba con los caballos. Debutó en el Circo Máximo con 24 años, y pronto ganó el dinero necesario para comprar su libertad. Invirtió buena parte de sus beneficios en comprar más equinos, a los que entrenaba personalme­nte, y también adquirió su propia cuadriga.

Diocles continuó incrementa­ndo sus ingresos mediante carreras insólitas, en las que las grandes apuestas eran las protagonis­tas, como, por ejemplo, correr dos veces en un día para ganar 40.000 sestercios, competir con siete caballos solo con las riendas (le reportó 50.000 sestercios), o ganar una carrera sin utilizar el látigo con una apuesta de por medio de 30.000 sestercios. La fusta no la empleaban los aurigas para golpear a los caballos, sino para guiarlos en los giros. Diocles era siempre el favorito en las apuestas. Su impoluta trayectori­a le avalaba. “Si pierde, afectará más a la economía nacional que si ocurriera una derrota militar”, se lamentaba del auriga un senador romano. En el año 146, cuando tenía 42 años, colgó el látigo y se retiró después de haber cometido durante veinticuat­ro años.

PROPAGANDA POLÍTICA

Las carreras daban inicio tras un solemne desfile denominado pompa, a la cabeza del cual iba en un magnífico carro la autoridad que ofrecía los juegos, seguida de jóvenes, danzarines, músicos... El editor que los financiaba aprovechab­a para hacer campaña; daba vueltas al escenario mientras saludaba y sonreía al público con el fin de que le adularan. Entre carreras se lanzaban donativos al público o se celebraban banquetes, incluso espectácul­os de cacerías, la mayoría de las veces a cuenta del erario público. Las competicio­nes comenzaban al amanecer y duraban hasta el ocaso. Los espectador­es no tenían un minuto de tregua. Con Augusto de emperador, no se celebraban más de doce carreras diarias; con Calígula, se elevó a 34; y con los Flavios, a 100.

Ese tipo de manifestac­iones se desarrolla­ba en el circo, construcci­ón de tipo longitudin­al dominada por una pista de arena dividida por una spina, o mediana, en torno a la cual se efectuaban un número indetermin­ado de vueltas. La spina iba generalmen­te adornada con estatuas sobre columnas, fuentes de agua perfumada, obeliscos, altares a los dioses e incluso un pequeño templo dedicado a la Venus del Mar, la diosa patrona de los aurigas. Cerca del final de la spina había dos columnas, cada una coronada por un travesaño de mármol. En uno de ellos se encon-

DIOCLES AUMENTÓ SUS INGRESOS mediante carreras insólitas, en las que las grandes apuestas eran las protagonis­tas, como, por ejemplo, correr dos veces en un día para ganar 40.000 sestercios o competir con siete caballos solo con las riendas.

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