EL DATO
NO DEBE SORPRENDERNOS QUE CARLOS III (1716-1788) acogiera la propuesta de buen grado y diera su aprobación para que dos corbetas dieran la vuelta al mundo. Su Majestad amaba la ciencia por encima de todo, desde la arqueología hasta los globos aerostáticos, pasando por la relojería. En las últimas cuatro décadas el monarca había aprobado expediciones botánicas a Nueva Granada, México, Perú y Chile, con las cuales se había reunido un enorme muestrario de la flora americana.