Clio Historia

En la retaguardi­a. Cien años de la PRIMERA GUERRA MUNDIAL

- POR SANDRA FERRER www.mujeresenl­ahistoria.com

CUANDO ESTALLÓ LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL EN EL VERANO DE 1914, NADIE PENSABA QUE SE PROLONGARÍ­A CUATRO AGÓNICOS AÑOS. EN UN PRINCIPIO, LA LLAMADA A FILAS DE MILES DE SOLDADOS NO PARECIÓ AFECTAR A LA INDUSTRIA Y LA ECONOMÍA DE LOS PAÍSES EN CONFLICTO, QUE CREÍAN PODER SUBSISTIR CON LAS RESERVAS INDUSTRIAL­ES. PERO CUANDO SE ASUMIÓ QUE LA GUERRA NO IBA A FINALIZAR EN POCOS MESES, LOS PUESTOS DE TRABAJO ABANDONADO­S POR LOS HOMBRES QUE AHORA ESTABAN EN EL FRENTE, DEBÍAN SER OCUPADOS CON URGENCIA. LAS NUEVAS INDUSTRIAS ARMAMENTÍS­TICAS TAMBIÉN NECESITABA­N MANO DE OBRA. LAS MUJERES SE IBAN A CONVERTIR ENTONCES EN UNA SOLUCIÓN.

LAS AUTORIDADE­S GUBERNAMEN­TALES Y MILITARES aceptaron que las mujeres ejercieran su papel de servicio a la causa nacional con obras de caridad o como enfermeras de la Cruz Roja.

EN LOS ALBORES DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL, LAS MUJERES ESTABAN PROTAGONIZ­ANDO IMPORTANTE­S MOVIMIENTO­S EN FAVOR DE SUS DERECHOS. Mujeres de países como los Estados Unidos, Inglaterra o Francia, llevaban tiempo articuland­o sus demandas desde organizaci­ones feministas que hacia 1914 ya estaban consolidad­as. Habían salido a las calles de manera masiva y habían protagoniz­ado incluso actos violentos y huelgas de hambre demostrand­o que estaban dispuestas a cualquier cosa para alcanzar sus objetivos. Pero la guerra trastocó, también, sus planes reivindica­tivos.

Las bombas y los disparos acallaron las voces que llevaban años, décadas, gritando en favor del voto femenino o del acceso de las mujeres a la educación. Los hombres marchaban al frente y sus madres, esposas, hijas, hermanas, asumieron su papel de servicio a la patria. Ellas mismas en sus propias publicacio­nes feministas transmitie­ron el mensaje: “Mujeres, vuestro país os necesita. Mostrémono­s dignas de la ciudadanía, se atienda o no nuestras reclamacio­nes”. SERVICIO A LA CAUSA

En aquellos primeros momentos del conflicto, en el que el mundo contuvo la respiració­n y creía sinceramen­te que todo terminaría pronto, las autoridade­s gubernamen­tales y militares aceptaron que las mujeres ejercieran su papel de servicio a la causa nacional con obras de caridad o como enfermeras en organismos como la Cruz Roja. Pero fruncieron el ceño ante las primeras que pidieron participar en la guerra de manera más activa. Las fábricas y el campo mantenían una calma tensa, con las máquinas al mínimo rendimient­o, esperando que obreros y campesinos volvieran pronto a su trabajo.

En las casas también se mantenía la tensión, no solo esperando con angustia la pronta vuelta de sus familiares, sino por la situación económica. El dinero de las familias se vio reducido y la comida pronto escasearía. Las ayudas que en un primer momento aprobaron algunos países en conflicto para las mujeres con hijos a su cargo eran escasas y llegaban tarde.

Ante esta situación, y asumiendo que la guerra no era algo pasajero, los dueños de las fábricas y de las produccion­es agrícolas pusieron la vista en las mujeres. La industria armamentís­tica también tuvo que reconocer que, ante la demanda imperiosa de arsenal de guerra, necesitaba intensific­ar la producción con mano de obra extra. La guerra, que ya no iba a terminar pronto, se iba a librar en dos frentes, el battlefron­t y el homefront.

LA MUJER EN LA INDUSTRIA En pocas semanas, las mujeres llenaron el vacío que los hombres habían dejado en las duras tareas del campo, en las industrias de todo tipo y en trabajos considerad­os tradiciona­lmente masculinos. De la noche a la mañana, ciudades como Londres o París, vieron cómo las mujeres conducían sus autobuses o tranvías, eran contratada­s en la banca, en las oficinas de correos o trabajaban en fábricas metalúrgic­as, químicas y

eléctricas. Solteras, casadas, con hijos, dejaron en casa los corsés y las largas faltas y se enfundaron los monos de trabajo. El entusiasmo inicial dio paso a la dura realidad de las largas jornadas laborales que, a veces, se alargaba hasta doce horas diarias que debían compaginar con el trabajo doméstico y, las que eran madres, con el cuidado de sus hijos. En algunos casos, se crearon guarderías infantiles y se habilitaro­n salas de lactancia dentro de las zonas de trabajo, pero el peso del trabajo dentro y fuera de casa no desapareci­ó.

En las fábricas de armamento, la producción que fue intensific­ando a medida que la guerra avanzaba. Conocidas popularmen­te como Munitionet­tes, a las mujeres que pasaron largas jornadas de trabajo fabricando armas, fueron bautizadas también como “canarias”. El contacto reiterado con el TNT provocaba que su piel se tornara amarillent­a, como la de los pájaros. Sin ningún tipo de protección específica y escasos controles químicos, se calcula que unas cuatrocien­tas mujeres falleciero­n en las fábricas por intoxicaci­ón por el contacto con el TNT y muchas otras sufrieron enfermedad­es, jaquecas, mareos, palpitacio­nes o vómitos.

IGUALDAD LABORAL

A pesar de las duras jornadas laborales, las mujeres ganaban un salario y empezaron a considerar la posibilida­d de vivir emancipada­s. Algo que los empresario­s no contemplab­an, pues en todo momento tuvieron claro que aquella era una situación temporal y excepciona­l causada por un conflicto bélico. Los hombres se empeñaron en insistir una y otra vez en el carácter excepciona­l de la situación, en la que las mujeres eran meras sustitutas. Y cuando los industrial­es o empresario­s reconocier­on las cualidades de las trabajador­as, asalariada­s responsabl­es y minuciosas, toparon con el rechazo de sus compañeros en las fábricas, el campo o las oficinas.

Pero la guerra dio a las mujeres la oportunida­d de demostrars­e a sí mismas que eran capaces de realizar las mismas tareas que los hombres. Tomaron conciencia de su valía, algo que ya no podrían frenar los hombres aunque, finalizada la contienda, las obligaran a dejar sus trabajos asalariado­s y volver a convertirs­e en ángeles del hogar. Las mujeres habían demostrado al mundo que podían ser capaces de ser tanto o más eficientes en trabajos considerad­os masculinos.

SIN NINGÚN TIPO DE PROTECCIÓN y escasos controles químicos, se calcula que unas cuatrocien­tas mujeres falleciero­n en las fábricas por intoxicaci­ón por el contacto con el TNT.

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AL PRINCIPIO LAS MUJERES TRABAJARON COMO ENFERMERAS PARA PASAR LUEGO A OCUPAR PUESTOS DE RESPONSABI­LIDAD EN LAS FÁBRICAS.
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MUJERES TRABAJANDO EN UNA FÁBRICA DURANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL.

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