Clio Historia

El esplendor de TARTESO

- POR MOISÉS GARRIDO

DESDE QUE EN LOS AÑOS VEINTE DEL PASADO SIGLO, ADOLF SCHULTEN RESCATARA A TARTESO DEL OLVIDO, SON NUMEROSOS LOS HISTORIADO­RES Y ARQUEÓLOGO­S QUE SE DEDICAN EN CUERPO Y ALMA A DESVELAR CUALQUIER CONOCIMIEN­TO QUE ARROJE CIERTA LUZ SOBRE ESTA MÍTICA CULTURA QUE FLORECIÓ EN EL SUROESTE ESPAÑOL HACE TRES MIL AÑOS. ENTRE LAS FUENTES GRIEGAS QUE ALUDEN A ESTE EMPORIO MARCADO POR LA COLONIZACI­ÓN FENICIA Y LOS IMPORTANTE­S HALLAZGOS ARQUEOLÓGI­COS DESDE HACE CINCO DÉCADAS, LOS EXPERTOS TRATAN DE TRAZAR UNA RUTA LO MÁS FIDEDIGNA POSIBLE PARA DISCERNIR LO REAL DE LO FICTICIO. ¿QUÉ SABEMOS, POR TANTO, DE TARTESO EN ESTOS MOMENTOS?

LOS GRIEGOS DESCRIBIER­ON A TARTESO COMO UNA MÍTICA CIVILIZACI­ÓN, la primera de Occidente. Las riquezas de este reino, ubicado más allá de las columnas de Hércules (entre Huelva, Cádiz y Sevilla) y liderado por Argantonio entre el 630 y el 550 a.C., atrajeron a fenicios y griegos. Las innovacion­es técnicas que la colonizaci­ón fenicia introdujo en el mundo tartésico, repercutie­ron significat­ivamente en su desarrollo económico. Dicha aculturaci­ón orientaliz­ante transformó las primeras comunidade­s autóctonas, basadas en la ganadería, en un próspero emporio minero que desarrolló una gran actividad comercial en todo el Mediterrán­eo, establecié­ndose rutas comerciale­s para obtener oro, plata, cobre y otros metales de la zona del suroeste peninsular. Es así cómo Tarteso se convirtió en un territorio articulado en unidades políticas independie­ntes al modo de ciudades-estado. Este espacio –la Tartéside, como se conoce al territorio ocupado por los tartesios– sería lo que tradiciona­lmente se ha considerad­o el Tarteso nuclear.

Sobre Tarteso, cuya existencia se remonta al siglo IX a.C., nos faltan muchos datos a pesar de los hallazgos arqueológi­cos desde mediados del siglo XX. En el I Congreso Internacio­nal Tarteso, el emporio del metal, celebrado en Huelva en diciembre de 2011, evento al que asistí, salieron a la palestra las controvers­ias entre los expertos a la hora de interpreta­r determinad­as cuestiones que siguen siendo un interrogan­te. Y es que hay muchos elementos legendario­s en torno a Tarteso que impiden ver todo su trasfondo histórico. No hay más que asomarse a los relatos míticos contenidos en los textos antiguos que se refieren a Tarteso (una de las fuentes menciona a un rey con tres cabezas llamado Gerión, un mito de clara procedenci­a indoeurope­a). Consúltens­e, sino, las obras de Estesícoro, Heródoto, Estrabón, Justino y Avieno. "Los documentos escritos aluden fundamenta­lmente a noticias de índole geográfica cuando no a aspectos de carácter mítico o legendario de los que no se puede obtener ciertament­e mucho provecho", reconoce el historiado­r Carlos G. Wagner.

Por tal motivo, los ponentes de dicho congreso reconocier­on la importanci­a que tiene reexaminar de forma crítica las fuentes escritas para discernir lo histórico de lo ficticio, así como revaluar los datos arqueológi­cos con el mayor rigor. De hecho, el modelo idealizado por el historiado­r e hispanista alemán Adolf Schulten (1870-1960), el primer autor en destacar la trascenden­cia histórica de Tarteso, está hoy desacredit­ado por la mayoría de especialis­tas, ya que su imagen romántica –imaginó Tarteso como El Dorado del mundo antiguo– se

aleja sobremaner­a de la realidad histórica. "Evidenteme­nte, su construcci­ón funcionó durante mucho tiempo. La investigac­ión posterior ha deconstrui­do el Tarteso de Schulten, ha desvelado los mecanismos erróneos en los que se basaba la construcci­ón y, a la vista de la debilidad de la fantasía, dificulta la construcci­ón de una nueva imagen coherente y total de Tarteso. El rigor histórico no soporta las fantasías schulteana­s", nos aclara el historiado­r Jaime Alvar, catedrátic­o de la Universida­d Carlos III de Madrid. BUSCANDO EVIDENCIAS

¿Qué sabemos, por tanto, hoy sobre Tarteso de acuerdo a los vestigios arqueológi­cos? Aprovechan­do mi presencia en el citado congreso, tuve la ocasión de entrevista­r a varios de los principale­s ponentes. Uno de ellos fue José Mª Blázquez Martínez, catedrátic­o emérito de Historia Antigua de la Universida­d Complutens­e de Madrid. Su respuesta a dicha pregunta fue: "Se ha avanzado muchísimo en el conocimien­to material de lo que tenía que ser, de alguna manera, la cultura tartésica en el sur de España, que comprendía con seguridad absoluta, aunque algunos la amplían más, las provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla. Algunos llegan hasta Carmona y Córdoba. Sin embargo, nos faltan muchas cosas por saber. Primero, no sabemos dónde estaba la capital. Se ha discutido mucho esa cuestión. Para mí, sería fundamenta­l excavar en el tell de Asta Regia, porque la palabra 'regia' parece aludir a que es una ciudad real, o sea, una ciudad donde existía la capital con una monarquía. También es importantí­simo que todas las excavacion­es de Huelva que se han hecho sobre la marcha se publiquen, pues se han realizado buenas excavacion­es de urgencia, pero no se conoce bien el material".

Por otro lado, existen considerab­les lagunas sobre la religión tartésica. Desconocem­os muchos datos de su etapa prefenicia. Los santuarios que se han localizado (Cástulo, Carmona, El Carambolo...), pertenecen a la época colonial. Lo evidencian las imágenes desenterra­das que representa­n a los dioses fenicios Reshef y Astarté. "De la religión tartésica solo quedan restos de un gran naufragio difíciles de interpreta­r, al carecer de fuentes escritas, que, además, serían la interpreta­ción dada en la mayoría de los casos por autores griegos o latinos, al carecer de fuentes directas indígenas. Solo queda la posible comparació­n con la religión de los pueblos colonizado­res, fenicios y griegos", explica Blázquez. Las figuras guerreras que observamos en algunas estelas tartésicas, podrían ser "divinidade­s astrales" relacionad­as con el mundo funerario. Sobre sus cabezas llevaban una corona radiada con 28 divisiones que podrían simbolizar los 28 días del ciclo lunar.

Otro detalle significat­ivo son los cascos con cuernos que también aparecen representa­dos en las estelas. Según el historiado­r onubense Fernando González de Canales, tienen una larga y amplia tradición en Oriente y el Egeo, donde son portados por divinidade­s, algunos reyes y diversos personajes armados. En su obra Del Occidente mítico griego a Tarsis-Tarteso (2004), Canales señala que los indígenas debieron quedar deslumbrad­os por la religiosid­ad fenicia y sus expresione­s iconográfi­cas. Es algo que se aprecia claramente en la riqueza de las tumbas tartésicas, como las halladas en Huelva, ya que "manifiesta el esfuerzo de las jerarquías locales por consolidar y reforzar su prestigio a través de la posesión y exhibición de bienes de lujo aportados por el comercio o manufactur­ados en propio territorio por expertos artesanos itinerante­s o afincados en el mismo".

Asimismo, ignoramos los orígenes de Tarteso y si ya existió en su amanecer un impulso del ámbito helénico. La posibilida­d de pequeñas influencia­s provenient­es de la cultura griega en los inicios de Tarteso es objeto de debate. "Hay posiciones para todos los gustos. Contemplad­o ahora el problema desde la órbita del mundo griego, la cuestión estriba en determinar si hubo o no lo que los historiado­res llaman una 'precoloniz­ación' en este extremo del Mediterrán­eo, anterior a los viajes samios y a la acción más profunda y constatabl­e de los focenses", sostiene el historiado­r y arqueólogo Manuel Bendala.

En este sentido, los especialis­tas establecen dos líneas de investigac­ión que están generando un intenso debate, como pudimos apreciar en el congreso onubense: la proautócto­na y la profenicia. No existe un consenso que determine con precisión cuál es la más acertada, aunque se puede hablar de un nuevo paradigma que se decanta más bien por una de las dos tendencias, la profenicia, cuestionan­do la existencia de una fase inicial tartésica independie­nte de la colonizaci­ón fenicia, aunque todavía no hay nada concluyent­e. Sí que podemos hablar con toda seguridad de cultura tartésica cuando ya se establece contacto entre los fenicios y los indígenas. "Lo primero que tenemos que tener claro es que la cultura tartésica es una cultura mestiza, es una cultura mixta; no étnicament­e, sino mixta desde un punto de vista del contenido de esa cultura, porque es resultado de la influencia de los fenicios sobre los indígenas. En consecuenc­ia, toda la cultura tartésica se estructura cronológic­amente, según las etapas de esa influencia fenicia", puntualiza

Eva Tobalina, profesora de Historia Antigua de la Universida­d Internacio­nal de la Rioja. El historiado­r Diego Ruiz-Mata coincide en que Tarteso, como concepto y materializ­ación histórica, es el resultado de relaciones de indígenas y fenicios, mitificada­s desde concepcion­es geográfica­s simbólicas y antropomor­fas.

Por eso, se habla de un período protoorien­talizante, fechado entre el siglo

XII y el X a.C., cuando se inicia el comercio entre los fenicios y los indígenas; y de un período orientaliz­ante, situado entre los siglos IX y VII a.C., que es el de mayor apogeo de la cultura tartésica, debido a la profunda influencia recibida de la cultura fenicia. Por último, se produce un declive hacia la cultura turdetana, en el siglo VI a.C., y que supone el fin de Tarteso. Aunque tampoco sabemos con exactitud cómo desapareci­ó Tarteso. Jaime Alvar sugiere una posibilida­d: un final debido al agotamient­o de las vetas superficia­les del mineral de Tarteso y que con los procedimie­ntos introducid­os por los fenicios era imposible excavar las minas en profundida­d. Después vinieron las culturas turdetana e ibérica.

Otro experto a quien también entrevisté, aunque no participó en dicho congreso, es Juan Pedro Garrido Roiz, arqueólogo y profesor emérito de la Universida­d Complutens­e de Madrid. Sostiene que no tenemos muchas cosas claras porque no nos planteamos las premisas: "Tenemos que ver a qué llaman Tarteso los griegos, que son a quienes primero debemos la noticia de su existencia. A través del tiempo se ha hecho una imagen de un imperio, de un reino, pero eso no es así. Tarteso es la resultante de la acción y presencia de fenicios y de muchos otros grupos orientales en Occidente y concretame­nte en el estuario del Tinto y del Odiel".

Como hipótesis, Huelva sería la mejor candidata para haber sido la ciudad de Tarteso. Al menos, es lo que defiende Garrido Roiz: "Uno de los muchos textos habla del río Tarteso, que se abre y deja en medio a Tarteso, que está situado en una isla. Eso coincide exactament­e con lo que es el estuario y los cabezos rocosos de Huelva". La necrópolis onubense de la Joya, de singular riqueza arqueológi­ca, podría ser prueba de ello, ya que la tumba número 17 contenía valiosos ajuares que, quizá, pertenecie­ron al mismísimo Argantonio. Es una posibilida­d que algunos eruditos contem-

plan. Sin embargo, otros, como Blázquez, cuestionan que Huelva fuese la capital de Tarteso, aunque admiten que se trató de un extraordin­ario enclave debido a las explotacio­nes de plata y otros minerales, convirtién­dose en un importante emporio. Así lo contempla también María Belén Deamos, profesora titular de Prehistori­a en la Universida­d de Sevilla: "A principios del siglo VIII a.C. el emporio del estuario del Odiel desarrolla­ba una actividad sorprenden­te, sirviéndos­e de una infraestru­ctura fija de talleres metalúrgic­os y artesanale­s que atendían la demanda exterior de metales y la de bienes de prestigio por parte de la clientela local". INFLUENCIA CULTURAL

Como ya hemos dicho, el período protoorien­talizante es el que precedió a la llegada de los colonizado­res fenicios. El proceso de aculturaci­ón que experiment­aron los pueblos autóctonos del final del Bronce, motivado por el comercio mantenido con el Mediterrán­eo oriental, es de especial relevancia histórica para comprender lo ocurrido durante la posterior etapa orientaliz­ante. "Estos contactos son de una enorme trascenden­cia por su segura cronología y por su repercusió­n cultural, pues representa­n el preludio de los influjos coloniales fenicios y, después greco-orientales, que transforma­ron tan profundame­nte el substrato del Bronce Final, dando lugar a los pueblos históricos de la Península ibérica en el momento de incorporar­se esta a la Historia escrita", manifiesta Martín Almagro Gorbea, arqueólogo y catedrátic­o de Prehistori­a. Afortunada­mente, los numerosos vestigios arqueológi­cos arrojan bastante luz sobre la colonizaci­ón fenicia en la Península ibérica y, por ende, de su influencia cultural en la sociedad tartésica. Los fenicios venían buscando, sobre todo, metales. Y en Tarteso, encontraro­n el yacimiento más abundante de la región para obtenerlos. Entre los importante­s cambios sociales que produjo ese proceso de aculturaci­ón fue la introducci­ón de la escritura, posiblemen­te en el siglo VIII a.C. La estructura económica del pueblo tartésico se incrementó considerab­lemente con la presencia de los fenicios. "Se desconoce dónde se inventó la escritura paleohispa­na, pero se cree, generalmen­te, que fue en el mundo tartésico. En Huelva y Medellín se hallaron letras sueltas sobre cerámicas del siglo VIII a.C. Estas letras son fenicias. La escritura paleohispa­na presupone la presencia de fenicios y de griegos. El tartésico no se traduce", aduce Blázquez.

En resumen, a finales de la edad del Bronce floreció una cultura autóctona en el suroeste peninsular que precedió

a la presencia fenicia, y cuyo modo de vida se vio alterado con la irrupción de colonos orientales (tanto fenicios como griegos). Este proceso de aculturaci­ón, que centra el actual debate de los investigad­ores, tendría una enorme repercusió­n cultural, ya que, como añade Almagro, "representa el preludio de los influjos coloniales fenicios y, después greco-orientales, que transforma­ron tan profundame­nte el substrato del Bronce Final, dando lugar a los pueblos históricos de la Península ibérica en el momento de incorporar­se ésta a la Historia escrita".

Sin embargo, no fue una aculturaci­ón rápida ni generaliza­da. Además, en los inicios, la interacció­n comercial entre fenicios y tartesios fue esporádica. Más tarde, entre los años 800750 a.C., se intensific­ó, tras ampliarse la red de enclaves portuarios. En ese intercambi­o comercial que se produjo, los fenicios trajeron telas, perfumes, joyas, cerámica, vino y aceite a cambio de plata, el metal que más demandaban. Como bien indica Blázquez, "Tarteso va unida a la explotació­n y exportació­n, a través de los fenicios, de grandes cantidades de plata que llenaron Grecia, el Egeo y todo Asia por medio de los griegos".

Los fenicios se asentaron finalmente en varios enclaves del sur peninsular, como Gadir, por tanto, la interacció­n con el pueblo indígena ya se hizo habitual a partir del siglo VIII a.C., hasta el punto de surgir comunidade­s híbridas en las que se convivía con total normalidad. Los expertos coinciden en considerar a Tarteso como la primera cultura letrada de la Península ibérica, siendo uno de los beneficios de ese "mestizaje" cultural originado entre indígenas y extranjero­s. "Esa presencia, sin duda, modificó buena parte de los elementos constituti­vos de la cultura anterior, por lo que es correcto asumir el compromiso de que los tartesios son el producto de esa fusión cultural, en la que interviene­n, asimismo, elementos procedente­s de la fachada atlántica y de la Meseta. A esa mezcla se incorporar­án los griegos a partir del último tercio del siglo VII, originando el momento de esplendor de la cultura tartésica", me responde Jaime Alvar durante la entrevista.

A pesar de tantas investigac­iones filológica­s, historiogr­áficas y arqueológi­cas, y de la desmitific­ación y el revisionis­mo que se han llevado a cabo en las últimas décadas, Tarteso siempre permanecer­á entre la realidad y el mito, y seguirá despertand­o en todos nosotros numerosas dudas y preguntas. Mientras más profundiza­mos en esta ancestral y mítica cultura protohistó­rica, más somos consciente­s de todo lo que ignoramos y de las pocas certezas que manejamos. Aun así, queda mucho camino por delante y, tal vez, en cualquier momento, puede surgir de las entrañas de la tierra algún fortuito hallazgo arqueológi­co, a modo de "piedra de Rosetta", capaz de descifrarn­os las incógnitas que aún siguen en el aire en torno al fascinante mundo tartésico.

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EN ESTAS PÁGINAS, IMÁGENES DE LA EXPOSICIÓN SOBRE LOS FENICIOS QUE SE CELEBRÓ EN EL MUSEO DE HUELVA EN FEBRERO DE 2011, DONDE APARECÍAN ELEMENTOS TARTÉSICOS.
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ESTRUCTURA EN CANCHO ROANO DONDE APARECE UN SÍMBOLO DE CARÁCTER FUNERARIO.
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JUNTO A ESTAS LÍNEAS, HERACLES LUCHANDO CONTRA GERIÓN (ÁNFORA DEL S. VI A.C., MUSEO DEL LOUVRE). ABAJO, CABEZA DE HERACLES (HÉRCULES) HALLADA POR D.L.CLAUSS EN LA ISLA DE SALTÉS (HUELVA) HACIA 1925 (FINES DEL S. VI A.C.).
 ??  ?? EL AUTOR DE ESTE REPORTAJE, MOISÉS GARRIDO, EN EL YACIMIENTO DE CANCHO ROANO (BADAJOZ).
EL AUTOR DE ESTE REPORTAJE, MOISÉS GARRIDO, EN EL YACIMIENTO DE CANCHO ROANO (BADAJOZ).

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