A CONTRACORRIENTE
TRAS EL FINAL DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL, Churchill se convirtió en una de las cabezas más visibles de la política inglesa, primero dentro del Partido Liberal y, posteriormente, en 1925, de nuevo como miembro del Partido Conservador.
Una de sus grandes preocupaciones fue la lucha contra la revolución bolchevique, motivo por el cual se mostró como un decidido partidario de que Inglaterra interviniese en la Guerra Civil Rusa para luchar contra el Ejército Rojo. Su desconfianza hacia la brutal dictadura comunista establecida en la Unión Soviética por Stalin, le llevó a pronunciar polémicas declaraciones, como cuando dijo que Mussolini había prestado un gran servicio al mundo por haberse convertido en un auténtico baluarte contra el régimen bolchevique. No menos controvertida fue su postura a favor del rey Eduardo VIII, a quien defendió a capa y espada frente a la mayoría de parlamentarios que pedían su dimisión cuando este inició su relación con Wallis Simpson. De igual forma, Winston Churchill decidió navegar contracorriente cuando empezó a alertar sobre el peligro que suponía para Inglaterra y para toda Europa el rearme de la Alemania nazi, pero sus advertencias cayeron en saco roto.