Clio Historia

HIDELGARDA DE bINGEN. La monja de los mil talentos

- Por sandra ferrer

Se definía a sí misma como una “pobre criatura” al servicio de los designios divinos, pero tras su aspecto frágil escondía una mente privilegia­da y una enorme capacidad de sacrificio. su cuerpo era pequeño y enfermizo, pero consiguió alcanzar una edad poco habitual para los tiempos que le tocó vivir. hildegarda de bingen fue una mujer excepciona­l en muchos sentidos. abadesa de los primeros conventos exclusivam­ente femeninos; asesora de emperadore­s, reyes y papas; autora de las primeras obras medievales relacionad­as con la medicina y las ciencias naturales; creadora de hermosas y originales composicio­nes musicales, de una lengua extraña… mística, científica, líder respetada dentro de la iglesia occidental, la historia de esta monja renana ha permanecid­o largamente escondida para el gran público. cada vez son más los que conocen su nombre relacionán­dolo con alguna de sus muchas facetas artísticas, religiosas o científica­s. poco a poco va consiguien­do el lugar que le pertenece en la historia de la edad media.

Hildegarda de Bingen nació alrededor del año 1098 en Bermershei­m, una localidad renana. Fue la décima hija de una Familia noble. El mundo en el que nació Hildegarda era el Occidente medieval impregnado de religiosid­ad. La vida de las ciudades, de los campos, se regía por las normas dictadas por la Iglesia, una Iglesia que, desde la catedral francesa de Clermont tan sólo tres años antes había llamado a la cristianda­d a luchar contra el infiel que amenazaba los lugares sagrados de Tierra Santa.

Hildegarda estaba destinada a la vida religiosa. Así lo habían dispuesto sus padres, hildeberto y mechthild, quienes confiaron a su pequeña de ocho años a jutta, hija del conde de Spanheim, quien vivía recluida en el monasterio de Disibodemb­erg. Por aquel entonces, Hildegarda ya era una niña débil, de salud frágil, que había experiment­ado sus primeras visiones, las cuales aún mantendría durante mucho tiempo en secreto. Con tan sólo tres años ya habría empezado a tener extrañas experienci­as místicas, luces extraordin­arias que harían estremecer su “alma

entera”. Hildegarda siempre sostuvo que sus visiones, que le acompañarí­an durante toda su larga existencia, no fueron fruto de “sueños, ni durmiendo, ni en éxtasis, ni por ojos corporales o mis oídos humanos exteriores”, sino que fueron vistas en plenas facultades, “con mis ojos y mis oídos humanos interiorme­nte, cuando estoy despierta”. El monasterio en el que empezó a vivir Hildegarda era un monasterio dúplice, en el que unos edificios estaban reservados a los monjes y otras estancias a las religiosas. En aquel entorno creció y se formó durante treinta años al lado de Jutta y otras monjas que fueron llegando a la comunidad religiosa de disibodemb­erg. durante todo ese tiempo, Hildegarda aprendió todo lo que Jutta le enseñó. A los quince años tomaba los hábitos y crecía en su interior un profundo interés por las hierbas medicinale­s que crecían en el pequeño terreno del convento. Mientras desarrolla­ba una profunda devoción religiosa, aprendía a leer y escribir y a tocar instrument­os como el decacordio.

Hildegarda se ganó el cariño y el respeto no sólo de su mentora, también de toda una comunidad de mujeres cada vez más numerosa. Así que cuando, en 1136, su querida Jutta fallecía, el resto de monjas no dudaron en escoger a Hildegarda como su nueva abadesa.

LA ABADESA QUE SE CONVIRTIÓ EN GUÍA ESPIRITUAL

Hildegarda tenía entonces casi cuarenta años, una edad avanzada para aquellos siglos medievales en los que la esperanza de vida no era muy elevada. A ella, excepciona­lmente, aún le quedaba la mitad de su existencia, una existencia de intensa producción científica, mística e intelectua­l, de viajes y cambios importante­s en su comunidad.

En 1141, Hildegarda decidió poner por escrito todo lo que, a lo largo de las décadas había aprendido al lado de Jutta y observando el mundo que la rodeaba. con la ayuda de Volmar, un monje que durante años ejerció como su secretario, inició su primera obra, Scivias o Conoce los caminos, una recopilaci­ón de más de veinte visiones con las que describía la creación del mundo, del hombre y de la relación de este con la divinidad. la obra parece tener un carácter pedagógico. Estructura­da en tres partes diferencia­s, en la primera define su visión sobre el origen de la vida, en la segunda nos habla de la salvación del hombre y el papel que juega la iglesia en dicha salvación y en la tercera y última parte hace todo un alegado en favor de la palabra sagrada.

cada una de las visiones están descritas con gran detalle para concluir con su propia explicació­n o interpreta­ción de la misma: "El Demonio ofrece arterament­e riquezas y placeres a los hombres. A su izquierda había como una plaza donde se veían riquezas humanas, delicias seculares y un mercado

EL MONASTERIO en el que empezó a vivir Hildegarda era un monasterio dúplice, en el que unos edificios estaban reservados a los monjes y otras estancias a las religiosas.

de diversos géneros: porque en la muerte –la izquierda de este Adversario– se ve una plaza: las malvadas obras de esa muerte; allí abundan la soberbia y la vanagloria en riquezas perecedera­s, allí lujuria y desenfreno pululan en placeres transitori­os, allí, en un mercado, se compra y vende toda especie de ambiciones terrenales. [...] Mira que el Demonio ofrece sus artes a los hombres con mentiras. Y los que las apetecen, las compran. ¿Cómo? Arrumban su buena conciencia como si la vendieran, y acumulan mortíferas heridas en su alma como si las compraran".

Hildegarda tardó más de una década en completar esta amplísima obra que junto con El libro de los méritos de la vida y El libro de las obras divinas, escritos poco tiempo después, conformarí­a sus textos de temática teológica. Mientras Hildegarda, ayudada de Volmar, dedicaba largas horas de sus días a escribir el Scivias, llegó a oídos del abad de Disibodemb­erg que la abadesa estaba inmersa en tan magna obra. Cunon, el abad, informó a su vez al arzobispo de Maguncia quien decidió invitar a Hildegarda al sínodo que iba a celebrarse en 1147 en la localidad de Treveris y al que iba a acudir personalid­ades eclesiásti­cas, incluido el papa Eugenio III.

En aquel sínodo, la propia Hildegarda leyó una parte de la obra en la que estaba trabajando dejando perplejos a toda una concurrenc­ia de hombres de Iglesia que no pudieron más que rendirse a su talento y erudición. Eugenio III ratificó la obra de Hildegarda afirmando que era “conforme a la fe”, mientras que Bernardo de Claraval, quien también había viajado a Treveris, aseguró que había que “guardarse mucho de apagar una luz tan admirable animada por la inspiració­n divina”.

Hildegarda se había convertido en una voz respetada dentro de la comunidad cristiana. Además de las altas instancias eclesiásti­cas, hombres y mujeres humildes se acercaban a Disibodemb­erg a escuchar a la sabia abadesa renana dando al lugar fama y una importante cuantía de riquezas en forma de donativos en dinero y especies. Fue por eso por lo que su abad intentó por todos los medios impedir la decisión que Hildegarda había tomado poco después de asistir al sínodo de Treveris, crear su propio monasterio.

Avalada por el propio Papa, que aprobó el traslado de la comunidad femenina liderada por Hildegarda, esta no dudó en enfrentars­e abiertamen­te al abad que impedía por todos los medios su traslado. Según la leyenda, Hildegarda quedó postrada durante días, en un extraño letargo, convertida en algo así como una estatua de piedra y no despertó hasta que Cunon hubo de rendirse a la evidencia y aceptó su marcha.

El primer monasterio femenino El lugar elegido por Hildegarda, siempre según sus visiones, fue un emplazamie­nto situado a unos treinta quilómetro­s de Disibodemb­erg. Era un lugar solitario, cerca de Bingen (localidad a la que terminaría vinculando su nombre), conocido como rupertsber­g, en el que solamente había una pequeña capilla. las tierras colindante­s pertenecía­n a un conde que cedió gustosamen­te los terrenos a la monja.

HILDEGARDA y dieciocho religiosas pusieron rumbo a un destino incierto, en un lugar solitario en el que se erigiría uno de los primeros monasterio­s femeninos independie­ntes.

Hildegarda y dieciocho religiosas pusieron rumbo a un destino incierto, en un lugar solitario en el que se erigiría uno de los primeros monasterio­s femeninos independie­ntes de cualquier comunidad masculina. El proyecto no fue fácil y, a pesar de la ayuda y el entusiasmo de los vecinos de la zona que acogieron con agrado la llegada de la famosa religiosa, sus compañeras sufrieron no pocos momentos de desasosieg­o y frustració­n ante las incomodida­des que suponían la vida en un lugar aún a medio construir.

Ella, sin embargo, no desfallecí­a y entre piedras y muros aún por erigir, continuó con su labor intelectua­l. En aquellos años, además de terminar Scivias, empezó a componer sus primera piezas musicales, obra originales que durante siglos fueron ignoradas en los compendios de música medieval. La música de Hildegarda se alejaba de los

cánones establecid­os por el canto gregoriano definiendo un estilo muy personal alejado de la monotonía de los cantos litúrgicos.

el primer compendio de ciencias naturales en 1151 empezaba otra de sus amplias obras escritas, esta vez un libro dedicado a la medicina y las ciencias naturales. el libro sobre las propiedade­s naturales de las cosas creadas, terminó dividiéndo­se en dos partes diferencia­das, Historia Natural y Causa y Remedios. su trabajo de más de siete años se convertirí­a en la primera obra medieval conocida dedicada a las ciencias naturales y en un referente para médicos y expertos en la materia durante mucho tiempo. porque, a pesar de que no lo podemos considerar como un libro estrictame­nte médico, en sus descripcio­nes daba respuesta a los efectos que producía en el cuerpo alguno de los elementos de la naturaleza.

su Historia Natural era una amplia y detallada encicloped­ia de animales, plantas y minerales que catalogó y describió con gran detalle y, en algunas ocasiones, detalló los efectos

que podían tener en la salud. Animales tan variopinto­s como el águila, la perca o el tigre, tenían su entrada en la Historia Natural. Del avestruz, por ejemplo, nos decía que quien esté melancólic­o, de modo que tenga pesadez y apatía en la mente, debe comer con frecuencia hígado del avestruz. Disminuirá su melancolía y, aligerando su mente, le hará agradable y responsabl­e.

Decenas de minerales y plantas aparecen también registrado­s en su magna obra y nos da sus descripcio­nes y usos medicinale­s. Como de la canela que, según Hildagarda, es muy caliente y su energía es grande. Contiene un poco de humedad, pero su calor es tan fuerte que hace desaparece­r esa humedad. Disminuye los malos humores a quien la toma a menudo, y le proporcion­a buenos humores.

La segunda parte de su Libro sobre las propiedade­s naturales de las cosas creadas fue rebautizad­o como Causas y remedios. En esta ocasión, Hildegarda profundizó en el comportami­ento del ser humano, en sus enfermedad­es, tanto físicas como psicológic­as, mostrando una magnífica visión de cómo el mundo medieval entendía y abordaba los problemas del cuerpo y del alma.

Problemas como la calvicie, la indigestió­n, la disentería, tumores, úlceras, y una larga lista de enfermedad­es, fueron detalladas por Hildegarda dando, en la medida de lo posible, algún tipo de remedio como el que indicaba para sobrelleva­r una migraña: "Quien padece migraña, tome áloe y el doble de mirra y redúzcalas a polvo finísimo y a continuaci­ón recoja harina de espelta y agréguela aceite de adormidera y haga una masa como un engrudo, y con este preparado cubra toda la cabeza hasta las orejas y el cuello". O el insomnio: "Quien no puede dormir, inquieto por algu- na preocupaci­ón, si es verano que tome hinojo y el doble de milenrama y cuézalo en un poco de agua y, una vez escurrida el agua, ponga estas hierbas calientes alrededor de las sienes, la frente y la cabeza atadas por encima con un paño".

Hildegarda dedicó muchas entradas de su Causas y remedios a la concepción, la naturaleza sexual del hombre y la mujer, el parto, la menstruaci­ón y la lactancia. Aspectos que no solían ser abordados de manera abierta en un mundo en el que las relaciones sexuales eran tabú y el autoconoci­miento del cuerpo solía estar cerca del pecado.

La visión de Hildegarda de las relaciones entre hombre y mujer estaban intrínseca­mente ligadas a la mentalidad medieval y a los conocimien­tos que entonces se tenía de la concepción de un ser humano, lo que no le quita mérito a la hora de describir e incluso intuir cómo se desarrolla­ba el milagro de la vida: "Cuando ya se acerca el parto, el recipiente donde está encerrado el niño se raja y la fuerza de eternidad que sacó a del costado de

viene rápidament­e y desencaja todos los rincones del receptácul­o del cuerpo de la mujer. Y todas las estructura­s del cuerpo femenino corren al encuentro de esta fuerza, la reciben y se abren. Y se contraen hasta que sale el niño y después vuelven a relajarse como estaban antes. Pero mientras sale, el alma del niño siente la fuerza de la eternidad que lo saca y está contenta".

Hildegarda recogió una de las creencias que durante mucho tiempo se sostuvo acerca de la lactancia materna: "Cuando la mujer concibe del semen del hombre y el semen empieza a crecer en ella, la sangre de la mujer sube atraída al pecho por la misma fuerza natural. Lo que debía ser sangre a partir de la comida y de la bebida se convierte en leche, de modo que el bebé

HILDEGARDA profundizó en el comportami­ento del ser humano, en sus enfermedad­es, mostrando una magnífica visión de cómo el mundo medieval entendía y abordaba los problemas del cuerpo y del alma.

que crece en su vientre pueda alimentars­e con ella. El bebé crece en el útero de su madre y la leche aumenta en sus pechos para que el niño se nutra con ella".

consejera de humildes y poderosos a mediados del siglo Xii, hildegarda era una anciana de más de sesenta años, cuya frágil salud no parecía haber ganado la batallada a su férrea voluntad. cuidaba de sus monjas y continuaba con su labor intelectua­l mientras su fama de sanadora y asesora espiritual se expandía mucho más allá de los muros de su humilde convento.

por aquella época recibió una invitación del emperador Federico Barbarroja para que acudiera a su palacio de ingelheim. el soberano quería oír las sabias palabras de la religiosa que, una vez estuvo ante el rey de romanos no dudó en asesorarle y advertirle de los errores que pudiera incurrir en el gobierno de sus dominios: "Mira, pues –le dijo–, que el Rey supremo te observa, para que no seas acusado de no haber ejercido con rectitud tu oficio y que no tengas de qué sonrojarte”. el emperador Federico no fue el único hombre poderoso con el que mantuvo reuniones y correspond­encia. pontífices

Icomo Adriano IV, señores feudales, reinas como Leonor de Aquitania y otras abadesas, escucharon o leyeron con profundo respeto las palabras de hildegarda.

el viaje a ingelheim tampoco fue el único que realizó. hasta cuatro viajes realizó por media europa predicando la palabra de dios, algo bastante inaudito en una mujer, y asesorando a humildes y poderosos. hildegarda habló en los púlpitos de catedrales tan importante­s como la de Tréveris o colonia, abordando cuestiones como la redención o la herejía cátara. maguncia fue el último lugar en el que el pueblo pudo escuchar a una hildegarda que ya superaba los setenta años de edad.

entre viaje y viaje, la religiosa no dejó de escribir. en 1158 empezó su segunda obra teológica, El libro de los méritos de la vida, en la que describía sus visiones y dictaba el camino a seguir para alcanzar la santidad. describía los pecados a los que se enfrentaba el hombre y advertía de cómo identifica­rlos y evitarlos. así, describía, por ejemplo, la avaricia, que se presenta con aspecto de hombre, ya que desea las cosas de la tierra y no del cielo, o la soberbia, primera mentira que reniega de dios, por lo que se puede considerar madre de todos los vicios.

en 1163, nada más terminar El libro de los méritos de la vida, empezó su tercera y última obra teológica, El libro de las obras divinas, en la que describía la armonía existente entre el hombre y dios. hildegarda describió con gran detalle el universo y la creación del mundo en un libro destinado a encontrar un equilibro entre el cuerpo y el alma con un mensaje claro de búsqueda de redención: "Que los fieles acojan estas palabras con co-

HILDEGARDA realizó hasta cuatro viajes por media Europa predicando la palabra de Dios, algo bastante inaudito en una mujer, y asesorando a humildes y poderosos.

razón devoto, porque han sido dictadas por el bien de los creyentes por el que es principio y fin".

eibingen. la última morada en 1165, Hildegarda decidió abandonar su amado monasterio de rupertsber­g y buscar un nuevo emplazamie­nto para su cada vez más numerosa comunidad. el lugar escogido fue eibingen, cerca de la localidad alemana de rudesheim, donde aún viviría más de una década, algo bastante excepciona­l para su época y para una mujer que siempre sufrió de dolores constantes y una salud frágil.

allí Hildegarda terminó sus obras y continuó cuidando de su comunidad que lloraría profunda y sinceramen­te su muerte. durante toda su vida, Hildegarda demostró ser una mujer de coraje, una trabajador­a incansable y una mística excepciona­l. Pero nunca dejó de asumir el rol que el mundo medieval había determinad­o para las mujeres. en su obra teológica Scivias, afirmaba con rotundidad que las mujeres no deben acercarse al oficio del altar.

Hildegarda defendía que las mujeres tenían como principal tarea en la vida ser esposas y madres, porque estaban destinadas a engendrar hijos y, una vez paridos, criarlos diligentem­ente. Sino escogían el camino del matrimonio, las mujeres podían asumir la vida que ella misma había vivido, la religiosa.

la mujer, según Hildegarga, puede recibir por esposo al Sumo Sacerdote. ¿Cómo? "La virgen prometida a Mi Hijo lo recibirá por Esposo, pues ha cerrado su cuerpo al hombre carnal y tiene así, en su Esposo, el sacerdocio y el entero ministerio de Mi altar, y con Él posee todas Sus riquezas".

el 17 de septiembre de 1179, el cuerpo de Hildegarda de bingen ya no pudo continuar avanzando en un camino de virtuosa e incansable­labor. Había alcanzado la excepciona­l edad de ochenta y un años.

El largo Camino a la santificac­ión y la visibiliza­ción las monjas que vivieron bajo la luz de Hildegarda lloraron profundame­nte la muerte de su madre y guía

espiritual. Poco tiempo después de su desaparici­ón, un monje llamado Teoderico de Echternach escribió una biografía de Hildegarda y su recuerdo permaneció vivó en la mente de quienes la habían conocido personalme­nte.

en 1227, el papa Gregorio IX inició su proceso de canonizaci­ón que reemprendi­ó Inocencio IV dos décadas después sin que llegara a ninguna conclusión y su memoria se fue diluyendo en el tiempo. ocho siglos después, con motivo del ochociento­s aniversari­o de su muerte, el papa Juan Pablo II rescató su figura definiéndo­la como santa y profetisa. en 2006, Benedicto XVI empezó a alabar su vida y su obra hasta que en 2011 decidió otorgarle el título de doctora de la iglesia.

además del reconocimi­ento oficial de la iglesia católica, su amplia labor en tan distintos ámbitos del conocimien­to va siendo poco a poco rescatada del olvido para colocar a la figura de Hildegarda de bingen en el lugar que le correspond­e en la Historia.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? HILDEGARDA DE bINGEN.
HILDEGARDA DE bINGEN.
 ??  ?? eLeanor y frankLIn rooSeveLT en Su juvenTud.
eLeanor y frankLIn rooSeveLT en Su juvenTud.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? HILDEGARDA En su EscRItoRIo.
HILDEGARDA En su EscRItoRIo.
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain