NUMANCIA. ¿Mito o realidad?
ESTAMOS EN EL AÑO 133 A. C., TODA LA HISPANIA ESTÁ OCUPADA POR LOS ROMANOS… ¿TODA? ¡NO! UNA ALDEA POBLADA POR IRREDUCTIBLES ARÉVACOS RESISTE TODAVÍA Y SIEMPRE AL INVASOR. Y LA VIDA NO ES FÁCIL PARA LAS GUARNICIONES DE LEGIONARIOS ROMANOS EN LOS CAMPAMENTO
En la provincia de Soria, a Siete kilómetroS al norte de la capital y bordeado por loS ríoS duero, tera y merdancho, se yergue –a más de mil metros de altitud– el Cerro de la Muela de Garray. Sobre su meseta se dispersan los vestigios de una vieja ciudad, que fuera bastión de resistencia de los pueblos celtíberos que habitaron Hispania frente al dominio imperial de Roma. Es Numancia escenario para algo más que un episodio en la historia de España, desde el momento en que se convierte en el mito que identifica la resistencia y el heroísmo de un pueblo frente a su invasor. Así que merece la pena conocer su historia…
CAMPO DE BATALLA: HISPANIA
El acceso de la República de Roma a la Península Ibérica está motivado como consecuencia de las Guerras Púnicas (264-146 a.C.) que la enfrentan contra Cartago, su rival por la hegemonía del Mediterráneo. Una solicitud de auxilio por parte de la ciudad de Sagunto (Valencia), sitiada por los cartagineses, es el detonante para que las primeras legiones comandadas por cneo cornelio escipión calvo desembarcaran en el año 218 a.C. en la Península Ibérica. En realidad, esa fue la excusa que Roma necesitaba para afianzar su posición estratégica en el inicio de la Segunda Guerra Púnica contra Cartago.
Ya fuera imponiéndose por la fuerza o estableciendo una serie de pactos con abusivas imposiciones unilaterales, Roma trató de doblegar a las distintas tribus peninsulares de una Hispania que, en 197 a.C., quedó dividida en
la romanización de la península se prolongó nada menos que durante dos siglos al tener que aplacar los sucesivos focos de sublevación, donde se desencadenaron las Guerras Celtíveras.
dos grandes provincias: Ulterior (más alejada) y Citerior. A partir de entonces, los pueblos ibéricos contemplaron cómo su independencia fue amenazada bajo la sombra de los estandartes imperiales de la República Romana. Fue en este contexto de romanización de la península, que se prolongó nada menos que durante dos siglos al tener que aplacar los sucesivos focos de sublevación, donde se desencadenaron las Guerras Celtíberas. La primera de ellas, conocida también como “de los lusones” (181-179 a.C.) puede considerarse una “guerra preven-
tiva” y perseguía evitar la unión de los pueblos celtíberos desde la Meseta Norte hasta la Hispania Ulterior. La tercera y última de ellas –que tiene su antecedente en la segunda guerra–, tuvo como escenario Numancia. Pero relatemos antes el inicio del casus belli…
La MUraLLa de La discordia en el año 178 a.c., el pretor de la Hispania citerior Tiberio Sempronio Graco forzó a las poblaciones indígenas a firmar un tratado que, entre otras cláusulas, prohibía la construcción de nuevos centros urbanos, así como las relaciones entre comunidades. Fue la conocida como Paz de Graco, cuya estrategia perseguía debilitar a los pueblos celtíberos y evitar que estos pudieran aliarse contra la república de roma. como ya había ocurrido años antes, que se generase una revuelta entre los celtíberos era sólo cuestión de tiempo…
en el año 154 a.c., roma advirtió que en segeda (Zaragoza), los belos (pueblo celtíbero) estaban llevando a cabo unos trabajos de fortificación que ampliaban el perímetro de su ciudad. este hecho se consideró que infringía los acuerdos establecidos con la Paz de Graco y fue tomado como una declaración de guerra. así que, al año siguiente de 153 a.c., el senado adelantó el inicio del año consular (véase cuadro) para dar tiempo suficiente a que un ejército de 30.000 hombres se trasladara hasta segeda para aplastar esta insurrección.
en virtud de una alianza entre los pueblos celtíberos, los habitantes de segeda huyeron perseguidos por las tropas romanas para refugiarse en Numancia. se desencadenó así la segunda Guerra celtíbera. Belos y arévacos se unieron para hacer frente a un enemigo común y, capitaneados por Caro de Segeda, el 23 de agosto –día en honor a Vulcano– infringieron a roma una humillante derrota, hasta el extremo de que dicha fecha fue considerada tan nefasta en el calendario romano como para ser excluida en próximas campañas militares. seis mil hombres –entre ellos el propio caro– en cada bando, murieron en esta primera contienda.
La BataLLa de Los eLeFaNtes La tercera Guerra celtíbera (o Guerra Numantina) se inició cuando el cónsul Fulvio Nobilior instaló el primero de sus campamentos en un altozano a menos de seis kilómetros de Numancia. emulando al cartaginés Aníbal en su entrada a italia cruzando los alpes, Nobilior recurrió a una decena de elefantes para acometer un ataque sorpresivo, aprovechando el temor que despertarían estos animales, absolutamente desconocidos para los celtíberos. sin embargo, una pedrada sobre uno de los paquidermos terminó provocando un tumulto que, entre el caos y la confusión, dispersó las tropas romanas cobrándose va-
rias víctimas. Roma encajaba así su segunda derrota contra los numantinos.
A Nobilior le sustituyó el cónsul Claudio Marcelo, decidido a mostrar un espíritu mucho más conciliador. A pesar de las ofertas por parte de los numantinos para llegar a un acuerdo, Roma se mostró implacable. Sin embargo, la fama de ferocidad de los celtíberos ya se había extendido fuera de las fronteras de Hispania, dificultando las levas o reclutamientos obligatorios entre los jóvenes, temerosos de ser alistados en las campañas contra Numancia. Ante esta situación, en 151 a.C., Marcelo estableció negociaciones con los numantinos –cuyos acuerdos de paz exigieron abusivos tributos para la población– que permitieron postergar el conflicto bélico. Simultáneamente, Roma debía hacer frente a las guerras lusitanas (155-139 a.C.) –acaudilladas por
Viriato–, cuando el Oeste de la península fue anexionado a la Hispania Ulterior.
En el año 143 a.C., tomó relevo el cónsul Quinto Cecilio Metelo, que encauzó sus campañas por la Hispania Citerior para mostrarse inoperativo en Numancia; por lo que no tardó en ser sustituido, un par de años más tarde, por Quinto Pompeyo Aulo. Evitando el enfrentamiento con los numantinos, Pompeyo firmó un acuerdo desventajoso para Roma, por lo que terminó siendo reprobado por el Senado. Le sucedería, en 138 a.C.,
Marco Popilio Lenas quien, subestimando a los numantinos decidió emplear escalas para asaltar la ciudad. El ataque fue repelido sorpresivamente y, ante tan humillante derrota, Popilio también terminó cesado de su cargo.
En el año 137 a.C. el pretor Hostilio Mancino cometió el error
de emprender batalla a campo abierto contra los numantinos. Encajada la derrota, y temeroso del apoyo que pudiera recibir de otras tribus celtíberas, Mancino replegó un ejército de veinte mil hombres y firmó un tratado en el que reconoce la independencia de Numancia. Ni qué decir tiene que el acuerdo no fue bien recibido en Roma, donde el Senado sentenció a Mancino a la deshonra, exhibiéndole desnudo y con las manos atadas frente a los muros de Numancia. Sólo la indulgencia numantina, que no quiso humillarle, permitió a Mancino recuperar su ciudadanía romana. Hasta entonces, ningún cónsul ni pretor romano se había mostrado eficaz para doblegar la resistencia numantina…
MENoS SExo... y MáS guERRERaR
Publio Cornelio Escipión Emiliano (185–129 a.C.), conquistador de Cartago, fue el general más prestigioso de toda Roma. Nombrado cónsul del Citerior en el año 134 a.C., fue inmediatamente comisionado a Hispania para resolver el conflicto contra Numancia. La primera medida que adoptó Escipión, nada más revisar las legiones atrincheradas alrededor de Numancia, fue la de imponer una férrea disciplina: expulsó a todas las rameras que, para desahogo de los soldados, se instalaban en los campamentos y estaban distrayéndoles del auténtico objetivo de la campaña.
asimismo, desterró Escipión a todos los augures y adivinos, a cuya consulta eran tan aficionados los desmoralizados romanos en períodos de incertidumbre –a quienes les prohibió cualquier práctica supersticiosa, incluso portar algún tipo de talismán o
amuleto–. También impuso un régimen de vida espartano: prohibió las camas –él sería el primero en dormir sobre la yerba– y una dieta de comida hervida o asada, de la que seguramente excluyó el exceso de licores.
Luego les hizo cavar zanjas, que serían rellenadas con tierra; mientras erigían y desmantelaban campamentos. Estas maniobras resultaron ser prácticas de adiestramiento para unas legiones que habían mostrado una excesiva indolencia en anteriores campañas militares.
En el despliegue de un cerco que sitiara Numancia, Escipción mandó erigir dos campamentos –al norte y al sur–, a partir de los cuales se desplegó un cinturón pétreo de tres metros altura y catorce kilómetros de perímetro, que integraba siete torreones de cuatro pisos, así como fosos y terraplenes. Alistando tribus aliadas, nutrió un ejército compuesto por sesenta mil hombres. Y aleccionó a sus soldados para que evitaran cualquier provocación de guerra por parte de los numantinos. Numancia no sería tomada por asalto: Escipión tenía un plan mejor…
ApocALipsis NumANTiNo Numancia fue cercada como ninguna otra ciudad lo había sido antes. cortando toda vía de aprovisionamiento de víveres, obstaculizando cualquier posibilidad de huída, las legiones romanas sólo tuvieron que aguardar a que los numantinos tomaran la decisión de rendirse... o morir.
Fue el historiador grecorromano Apiano (95-165 d.c.) –fuente clásica para reconstruir la historia de Numancia-– quien describió el dramatismo en el último capítulo de la resistencia de sus habitan-
tes: “Al faltarles la totalidad de las cosas comestibles, sin trigo, sin ganados, sin hierba, comenzaron a lamer pieles cocidas, como hacen algunos en situaciones extremas de guerra. Cuando también les faltaron las pieles, comieron carne humana cocida, en primer lugar la de aquellos que habían muerto, troceada en las cocinas; después, menospreciaron a los que estaban enfermos y los más fuertes causaron violencia a los más débiles”.
Numancia, que no había sido vencida nunca por Roma, terminó doblegada por el hambre. Tres días antes de ser asaltada, el general Escipión permitió a los numantinos la posibilidad de entregarse abandonando sus armas, pero estos decidieron aprovechar su último día de libertad para otro fin… “Ellos –continúa Apiano–, dejaron trascurrir el día, pues acordaron que muchos gozaban aún de la libertad y querían poner fin a sus vidas. Por consiguiente, solicitaron un día para disponerse a morir. Tan grande fue el amor a la libertad y el valor existentes en esta pequeña ciudad bárbara (…). En primer lugar se dieron muerte aquellos que lo deseaban, cada uno de una forma. Los restantes acudieron al tercer día al lugar convenido, espectáculo terrible y prodigioso, sus cuerpos estaban sucios, llenos de porquería, con las uñas crecidas, cubiertos de vello y despedían un olor fétido; las ropas que colgaban de ellos estaban igualmente mugrientas y no menos maloliente. Por estas razones aparecieron dignos de compasión, pero temibles en su mirada, pues aún mostraban en sus rostros la cólera, el dolor, la fatiga y la conciencia de haberse devorado los unos a los otros”.