“QUIEN QUIERA SABER, QUE VAYA A SALAMANCA”
Y es que la universidad de Salamanca guarda una fama y una historia que hasta el refranero popular reivindica en varias ocasiones. Su legado lo merece. La universidad de Salamanca, fundada en 1218 y reglamentada por un Privilegio de Alfonso X el Sabio en 1254, es una de las de más importancia y reconocimiento de la Península Ibérica.
Pero la vida de los estudiantes de la Edad Media era bastante distinta a la actual. Comenzaban sus estudios universitarios a los 15 o 16 años y las enseñanzas, que se iniciaban a las seis de la mañana, siempre en latín, se dividían en tres partes: exposición, disputa y repetición. Desde las 10 hasta la hora de comer se llevaban a cabo debates y por la tarde se recodaba lo expuesto y se memorizaban las conclusiones. Los estudios estaban estrictamente reglamentados. Había que hacer un primer paso por la Facultad de Artes, donde debían cursar las artes liberales, compuestas por el trívium (gramática, dialéctica y retórica) y, para acceder al grado de bachiller, el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música). El paso más lo constituían las facultades mayores: Medicina (cuatro años), Derecho (seis años) y Teología (cuatro años). Si lo que se buscaba era la
litentia docenti, los años se volvían a duplicar. Así que no terminaban los estudios hasta los 30 o los 35 años. De verdad que el saber estaba en esas aulas, había que ir a Salamanca.