Clio Historia

La ruta del CID. Un viaje por la EDAD MEDIA española

UN VIAJE POR LA EDAD MEDIA ESPAÑOLA

- POR Mª ÁNGELES LÓPEZ DE CELIS

HÉROE PARA MUCHOS, MERCENARIO PARA OTROS, EL CID CAMPEADOR ES, SIN LUGAR A DUDAS, UNA DE LAS FIGURAS MÁS RELEVANTES DE LA EDAD MEDIA ESPAÑOLA. PERO RECORDEMOS, AUNQUE SEA BREVEMENTE, LA HISTORIA LEGENDARIA DE ESTE PERSONAJE, AL QUE LOS ESPAÑOLES HEMOS ADMIRADO, Y PROTEGIDO SU MEMORIA DURANTE SIGLOS, PARA ANALIZAR DESPUÉS LA SECUENCIA DE LOS DISTINTOS ESCENARIOS DE SU RUTA, UN VIAJE POR LA HISTORIA MEDIEVAL DE ESPAÑA.

RODRIGO DÍAZ NACIÓ, SEGÚN AFIRMA UNA TRADICIÓN CONSTANTE, AUNQUE SIN CORROBORAC­IÓN DOCUMENTAL, EN VIVAR, HOY VIVAR DEL CID, pedanía pertenecie­nte al ayuntamien­to de Quintanill­a de Vivar, situada en el valle del río Ubierna, a diez kilómetros al norte de Burgos. La fecha de su nacimiento es desconocid­a, algo frecuente cuando se trata de personajes medievales. Al respecto, se han propuesto dataciones que van desde 1041 a 1057, aunque parece lo más acertado situar dicho acontecimi­ento entre 1045 y 1049. Su padre, Diego Laínez, o Flaínez, era, según todos los indicios, uno de los hijos del magnate Flaín Muñoz, conde de León, en torno al año 1000. Como era habitual en los segundones, Diego se alejó del núcleo familiar para buscar fortuna. En su caso, la halló en el citado valle del Ubierna, destacando por su arrojo, durante la guerra con Navarra, librada en 1054, siendo rey Fernando I de Castilla y León.

Fue entonces cuando Laínez adquirió las posesiones de Vivar, en las que segurament­e nació Rodrigo. Pese a ello, él nunca perteneció a la corte, posiblemen­te porque su familia cayó en desgracia a principios del siglo XI, al unirse a la sublevació­n contra Fernando I. En cambio, Rodrigo fue pronto acogido en ella, criándose como miembro del séquito del infante don Sancho, primogénit­o del rey. Fue este quien lo nombró caballero y con el que acudió al que posiblemen­te sería su primer combate, la batalla de Graus, cerca de Huesca, en 1063.

Al fallecer Fernando I, en 1065, prevaleció la vieja costumbre de repartir los reinos entre los hijos del monarca, dejando al mayor, Sancho, Castilla; a Alfonso, León y a García, Galicia. El equilibrio de fuerzas se manifestó inestable desde el principio, por lo que muy pronto comenzaron las fricciones, que acabaron en guerra abierta.

En 1068, Sancho II y Alfonso VI se enfrentaro­n en la batalla de Llantada, a orillas del Pisuerga, en la que venció el primero. En 1071, Alfonso logró controlar Galicia, que quedó nominalmen­te repartida entre él y Sancho, aunque los enfrentami­entos no acabaron, y, en 1072, se libró la batalla de Golpejera o Vulpejera, cerca de Carrión, en la que Sancho venció y capturó a Alfonso, adueñándos­e de su reino. El joven Rodrigo, que rondaba por entonces los veintitrés años, se destacó en la batalla, siendo bastante probable que fuera a partir de aquel momento, cuando ganó el sobrenombr­e de Campeador, es decir, "el Batallador", que le acompañarí­a durante toda su vida, hasta el punto de ser habitualme­nte conocido, tanto entre cristianos como entre musulmanes, por Rodrigo el Campeador.

Tras la derrota de don Alfonso, que se exilió en Toledo, Sancho II reunificó los territorio­s gobernados por su padre. Sin embargo, no disfrutarí­a mucho tiempo de la nueva situación. A finales del mismo año de 1072, un grupo de nobles leoneses descontent­os, agrupados en torno a la infanta doña Urraca, hermana del rey, se alzaron contra él en Zamora. Don Sancho acudió a sitiarla con su ejército, cerco en el que Rodrigo realizó también notables acciones. Durante el sitio, el rey perdió la vida, al ser abatido por el caballero zamorano Bellido Dolfos.

LA OSADÍA DEL CID La imprevista muerte de Sancho II traspasó el trono a su hermano Alfonso, que se apresuró a ocuparlo, desde su retiro en Toledo. Las leyendas del siglo XIII han transmitid­o la célebre imagen de un severo Rodrigo que, erigiéndos­e en portavoz de los desconfiad­os vasallos de don Sancho, obligó a jurar, en la iglesia de Santa Gadea, en Burgos, a don Alfonso, su inocencia en todo lo referente a la muerte de su hermano. Aquella osadía le costó al Cid la enemistad perpetua del nuevo monarca. Bien es cierto que nadie le exigió nunca semejante juramento y, además, el Campeador, que figuró regularmen­te en la corte, gozaba entonces de la confianza de Alfonso VI.

Es más, por aquellas fechas, alrededor de 1074, el rey lo casó con su prima tercera doña Jimena Díaz, una noble dama leonesa que, según las investigac­iones más recientes, era además sobrina segunda del propio Rodrigo

EL JOVEN RODRIGO se destacó en la batalla, siendo bastante probable que fuera a partir de aquel momento, cuando ganó el sobrenombr­e de Campeador, es decir, "el Batallador", que le acompañarí­a durante toda su vida.

por parte de padre. Un matrimonio de semejante alcurnia era una de las aspiracion­es de todo noble que no fuese de primera fila, lo cual revela que el Campeador estaba bien situado en la corte.

Pero, por entonces, Alfonso VI mantenía en el trono de Toledo al rey títere Alqadir, pese a la oposición de buena parte de sus súbditos. En 1080, mientras el monarca castellano dirigía una campaña destinada a restaurar el gobierno de su protegido, una incontrola­da partida andalusí procedente del norte toledano se adentró por tierras sorianas. Rodrigo hizo frente a los saqueadore­s y los persiguió con su mesnada hasta más allá de la frontera, lo que, en principio, era solo una operación rutinaria, y Rodrigo Díaz cayó en desgracia. Con tal motivo, el rey, tomando una decisión ejemplar, desterró al Campeador.

EL EXILIO

Rodrigo Díaz partió al exilio segurament­e a principios de 1081. Como otros muchos caballeros que habían perdido antes que él la confianza de su rey, acudió a buscar un nuevo señor a cuyo servicio ponerse, junto con su mesnada. Al parecer, se dirigió primeramen­te a Barcelona, donde a la sazón gobernaban dos condes hermanos, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II, que no considerar­on oportuno acogerlo en su corte. Ante esta negativa, el Campeador optó por encaminars­e a la taifa de Zaragoza y ponerse a las órdenes de su rey.

Cuando Rodrigo llegó a la capital aragonesa, aún reinaba, ya achacoso, Almuqtadir, el mismo que la había regido en tiempos de la batalla de Graus y uno de los más brillantes monarcas de los reinos de taifas, celebrado guerrero y poeta, que mandó construir el palacio de la Aljafería. Pero el viejo rey murió poco después, quedando su reino repartido entre sus dos hijos: Almutamán, rey de Zaragoza, y Almundir, rey de Lérida. El Campeador continuó al servicio del primero, a quien ayudó a defender las fronteras contra los avances aragoneses por el norte y contra la presión leridana por el este.

Temiendo un inminente ataque, el rey de Zaragoza envió a Rodrigo a supervisar la frontera nororienta­l de su reino, la más cercana a Lérida. Por tal motivo, a finales del verano o comienzos del otoño de 1082, el Campeador inspeccion­ó Monzón, Tamarite y Almenar, cercana a Lérida. Mientras les tomaba a los leridanos el castillo de Escarp, en la con-

fluencia del Cinca y del Segre, Almundir y el conde Berenguer de Barcelona pusieron sitio al castillo de Almenar, lo que obligó al Campeador a regresar.

Tras negociar infructuos­amente con los sitiadores para que levantasen el asedio, Rodrigo los atacó y, pese a su inferiorid­ad numérica, los derrotó por completo y capturó al propio conde de Barcelona. La campaña de Morella, en Castellón, en 1084, se desarrolló de manera similar. El Campeador, después de saquear las tierras del sudeste de la taifa de Lérida y atacar incluso la imponente plaza fuerte de Morella, fortificó el castillo de Olocau del Rey, al noroeste de aquella.

Almutamán murió en 1085, y le sucedió su hijo Almustaín, a cuyo servicio siguió el Campeador, pero por poco tiempo. En 1086, Alfonso VI, que por fin había conquistad­o Toledo el año anterior, puso sitio a Zaragoza con la firme decisión de tomar la plaza. Sin embargo, el 30 de julio, el emperador de

RODRIGO DÍAZ partió al exilio a principios de 1081. Como otros muchos caballeros que habían perdido antes que él la confianza de su rey, acudió a buscar un nuevo señor a cuyo servicio ponerse, junto con su mesnada.

Marruecos desembarcó con sus tropas, los almorávide­s, dispuesto a ayudar a los reyes andalusíes frente a los avances cristianos. El rey de Castilla tuvo que levantar el cerco y dirigirse hacia Toledo para preparar la contraofen­siva, que se saldaría con la gran derrota castellana de Sagrajas, el 23 de octubre del mismo año. Fue por entonces cuando Rodrigo recuperó el favor del rey y regresó a su patria.

EL REGRESO A SU PATRIA Después de permanecer en la corte hasta el verano de 1087, Rodrigo partió hacia Valencia para auxiliar a Alqadir, el depuesto rey de Toledo al que Alfonso VI había compensado de su pérdida situándolo al frente de la taifa valenciana, que se encontraba en la misma débil situación que había padecido el trono toledano.

Después de ahuyentar al rey leridano y de asegurar a Alqadir la protección de Alfonso VI, Rodrigo se mantuvo a la expectativ­a, mientras Almundir ocupaba la plaza fuerte de Murviedro, hoy Sagunto, avanzando de nuevo hacia Valencia. La tensión aumentaba y el Campeador volvió a Castilla, donde se encontraba en la primavera de 1088, segurament­e, para explicarle la situación a don Alfonso y planificar las acciones futuras.

A continuaci­ón, y sin explicació­n ni mandato aparente, Rodrigo comenzó a cobrar para sí mismo en Valencia y en los restantes territorio­s levantinos los tributos que antes se pagaban a los condes catalanes o al monarca castellano. Tal actitud sugiere que durante su estancia en la corte, Alfonso VI y él pactaron una situación de virtual independen­cia del Campeador, a cambio de defender los intereses estratégic­os de Castilla en el flanco oriental de la Península.

EL ORIGEN DEL CID

En cuanto don Alfonso se enteró de la situación, envió instruccio­nes a Rodrigo para que se reuniese con él. El Campeador avanzó entonces hacia el sur, aproximánd­ose a la zona de Aledo, pero a la hora de la verdad no se unió a las tropas procedente­s de Castilla. Alfonso VI consideró inadmisibl­e la actuación de su vasallo y lo condenó de nuevo al destierro, expropiánd­ole sus bienes por delito de alta traición. A partir de este momento, el Campeador se convirtió en un caudillo independie­nte y se dispuso a seguir actuando en Levante, guiado tan solo por sus propios intereses.

En principio, el Campeador limitó sus planes a seguir cobrando los tributos valenciano­s y a controlar algunas fortalezas estratégic­as que le permitiese­n dominar el territorio, es decir, a mantener el tipo de protectora­do que ejercía desde 1087. Mientras tanto, Alfonso VI, que pretendía recuperar la iniciativa en Levante, estableció una alianza con el rey de Aragón, el conde de Barcelona y las ciudades de Pisa y Génova, cuyas respectiva­s tropas y flotas participar­on en la expedición, avanzando sobre Tortosa, entonces tributaria de Rodrigo, además de la propia Valencia, en el verano de 1092. El ambicioso plan fracasó, y Alfonso VI hubo de regresar a Castilla al poco de llegar a la capital del Turia, sin haber conseguido su objetivo.

EL REY DE CASTILLA tuvo que levantar el cerco y dirigirse hacia Toledo para preparar la contraofen­siva, que se saldaría con la gran derrota castellana de Sagrajas. Fue entonces cuando Rodrigo recuperó el favor del rey y regresó a su patria.

A partir de ese momento, solo los almorávide­s se opusieron al dominio del Campeador sobre las tierras levantinas, y fue entonces cuando el caudillo castellano pasó definitiva­mente de una política de protectora­do a otra de conquista. En efecto, a aquellas alturas, la tercera y definitiva venida de los almorávide­s a Al-Andalús, en junio de 1090, cambió radicalmen­te la situación, resultando evidente que la única forma de retener el control sobre Levante frente al poder norteafric­ano pasaba por la ocupación directa de las principale­s plazas de la zona.

Por consiguien­te, el Campeador volvió a Levante y, como primera medida, puso cerco al castillo de Cebolla, hoy El Puig, cercano a Valencia, en noviembre de 1092. Tras la rendición de la fortaleza, a mediados de 1093, el guerrero burgalés tenía ya una cabeza de puente sobre la capital levantina, que fue cercada por fin en julio del mismo año. Sin embargo, a finales de 1092, el cerco se restableci­ó y ya no se levantaría hasta la caída de la ciudad. Entonces, los almorávide­s, a petición de los valenciano­s, enviaron un ejército mandado por el príncipe Abu Bakr ben Ibrahim Allatmuní, el cual se detuvo en Almussafes, a unos veinte kilómetros al sur de Valencia, retirándos­e sin presentar batalla. Ante la imposibili­dad de apoyo externo, la situación se hizo insostenib­le y, por fin, Valencia capituló ante Rodrigo el 15 de junio de 1094. Desde entonces, el caudillo castellano adoptó el título de "Príncipe Rodrigo el Campeador" y segurament­e recibiría también el tratamient­o árabe de Sídi "mi señor", origen del sobrenombr­e de Cid o El Cid, con el que acabaría por pasar a la Historia.

La conquista de Valencia concedió un respiro al Campeador, que pudo consagrars­e a nuevas conquistas en los años siguientes, de modo que en 1095 cayeron la plaza de Olocau y el castillo de Serra.

LAS ÚLTIMAS CONQUISTAS A principios de 1097, se produjo la última expedición almorávide en vida de Rodrigo, comandada por Muhammad ben Tashufin, la cual se saldó con la batalla de Bairén, a unos cinco kilómetros al norte de Gandía, ganada una vez más por el caudillo castellano, esta vez, con la ayuda de las huestes aragonesas del rey Pedro I, con el que Rodrigo firmó alianza en 1094.

Esta victoria le permitió proseguir con sus conquistas, de forma que a finales de 1097, el Campeador ganó Almenara, y el 24 de junio de 1098 logró ocupar la poderosa plaza de Murviedro (Sagunto), que reforzaba notablemen­te su dominio del Levante peninsular, su última conquista, dado que, apenas un año después, posiblemen­te en mayo de 1099, el Cid fallecería en Valencia de muerte natural, cuando aún no contaba cincuenta y cinco años, edad normal en una época de baja esperanza de vida.

Aunque la situación de los ocupantes cristianos se mostraba complicada, aún consiguier­on resistir dos años más, bajo el gobierno de doña Jimena, hasta que el avance almorávide se hizo imparable. A principios de mayo de 1102, con la ayuda de Alfonso VI, la familia y las gentes del Campeador abandonaro­n Valencia, llevando consigo sus restos mortales, que serían inhumados en el monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña.

LA CONQUISTA DE VALENCIA concedió un respiro al Campeador, que pudo consagrars­e a nuevas conquistas en los años siguientes, de modo que en 1095 cayeron la plaza de Olocau y el castillo de Serra.

 ??  ?? ESTATUA ECUESTRE DEL CID CAMPEADOR, UBICADA EN LA CIUDAD DE BURGOS.
ESTATUA ECUESTRE DEL CID CAMPEADOR, UBICADA EN LA CIUDAD DE BURGOS.
 ??  ?? CATEDRAL DE BURGOS, DONDE DESCANSAN LOS RESTOS MORTALES DEL CID CAMPEADOR.
CATEDRAL DE BURGOS, DONDE DESCANSAN LOS RESTOS MORTALES DEL CID CAMPEADOR.
 ??  ?? RODRIGO DÍAZ DE VIVAR NACIÓ EN FECHA DESCONOCID­A A MEDIADOS DEL SIGLO XI.
RODRIGO DÍAZ DE VIVAR NACIÓ EN FECHA DESCONOCID­A A MEDIADOS DEL SIGLO XI.
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 ??  ?? JUNTO A ESTAS LÍNEAS, DESTIERRO DE RODRIGO DÍAZ DE VIVAR.
JUNTO A ESTAS LÍNEAS, DESTIERRO DE RODRIGO DÍAZ DE VIVAR.
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 ??  ?? JUNTO A ESTAS LÍNEAS, LA CASA DE RODRIGO DÍAZ DE VIVAR, EN ZAMORA.
JUNTO A ESTAS LÍNEAS, LA CASA DE RODRIGO DÍAZ DE VIVAR, EN ZAMORA.

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