LA PRIMERA COMPOSITORA DE ÓPERAS
CONOCIDA COMO “LA CECCHINA”, FRANCESCA CACCINI ESCRIBIÓ UNA PÁGINA EN LA HISTORIA DE LA MÚSICA AL ESCRIBIR LA PRIMERA ÓPERA COMPUESTA POR UNA MUJER. Entonces tenía treinta y ocho años y una larga carrera de éxitos musicales a su espalda. Había nacido en 1587 en el seno de una familia dedicada a la música. Su padre, Giulio Caccini, está considerado como uno de los creadores de la ópera. Su madre era cantante y ambos se ganaban la vida en la corte de los Médici en Florencia. Francesca y sus hermanos crecieron rodeados de música y aprendieron a cantar participando en las óperas compuestas por su padre. La fama de los Caccini atravesó fronteras. Cuando toda la familia se trasladó a la corte francesa con motivo de la boda de Enrique IV y Catalina de Médicis en 1600, todos quedaron prendados de la voz de aquella niña de apenas trece años.
Francesca tocaba varios instrumentos y daba clases de música en una escuela que se convirtió en una de las más importantes de Florencia. Casada con un músico llamado Giovanni Battista Signorini, con quien tuvo una hija, Francesca también encontró tiempo para componer.
En 1625 estrenaba la ópera La liberazione di Ruggiero dall’isola d’Alcina, la primera de la historia compuesta por una mujer. La obra, que fue además un alegato en defensa de las mujeres, tuvo tal éxito que fue una de las primeras óperas italianas en ser representadas más allá de sus fronteras.
“La Cecchina” continuó con su carrera musical interpretando y componiendo, aunque muchas de sus obras se han perdido, como cuatro óperas que compuso después de La liberazione de Ruggiero. Viuda en 1626, volvió a casarse con un noble italiano con quien tuvo otro hijo. De nuevo viuda, hacia 1634 regresó a la corte de los Médicis que había dejado años atrás. Cuando en 1641 abandonó definitivamente Florencia, su rastro se perdía para siempre.
Después de Francesca Caccini, habría que saltar varios siglos, hasta el siglo XIX, para encontrar mujeres compositoras de óperas, como la francesa Augustina Mary
Holmés o la española Maria Lluïsa Casagemas, cuya obra permaneció oculta durante décadas y fue redescubierta en 2017.